Mi ángel de ojos azules

Capítulo XX // Extra

 

Capítulo XX. Extra

 

 

—Eh, Tess, estás soñando—dice mi hermano, sacándome de ese mal sueño, haciéndome abrir los ojos, por los cuales caen gruesas lágrimas, pero que aun así me dejan ver sus ojos azules oscuros a la perfección—Todo está bien—murmura, acariciando mi mejilla con cariño.

Sin poder evitarlo, me incorporo y le abrazo sin dejar de llorar silenciosamente mientras él me abraza de vuelta, murmurándome palabras dulces durante varios minutos, hasta que me pide que le mire.

—Tess… No sé qué es lo que habrá pasado… Pero si necesitas quedarte aquí…—murmura a lo que niego.

—No puedo perder la beca—le explico, a lo que él me mira con cierta culpa en los ojos—Se me pasará en unos días—le aseguro, con una pequeña sonrisa.

—¿Qué has soñado? —me pregunta, con cierta preocupación, a lo que niego.

—Lobos—murmuro, recordando sus gruñidos y aullidos.

—Deberías quedarte aquí, Tess…—murmura mi hermano, preocupado, y un poco más pálido que antes.

—No puedo dejar el curso ahora. Mañana ya tengo que volver al internado, tengo los exámenes dentro de poco—le explico, a lo que él asiente no muy convencido—¿hay algo que tenga que saber? —le pregunto, a lo que él niega regalándome una de sus sonrisas perfectas.

—Jamás te ocultaría nada, a no ser que sea por tu seguridad—dice, besando mi mejilla, haciéndome sonreír. —Intenta dormir un rato, todavía es muy pronto enana—dice burlón, haciendo que ruede los ojos.

—Enano tú—murmuro, tumbándome de nuevo en la cama con un mohín, cosa que le hace reír antes de cerrar la puerta.

Ese libro tiene la culpa de mis pesadillas.

Leer tantas cosas sobre vampiros, brujos y hombres lobo me está perjudicando, porque ahora no paro de tener pesadillas de un lobo persiguiéndome.

Más que despierta, y con una pequeña maldición, enciendo la luz de mi mesilla y saco el libro de debajo de la cama para comenzar a leer por donde me había quedado.

Dios estoy como una puta cabra, ¿de verdad la respuesta a unos ojos rojos son los hombres lobo?

Con escepticismo, comienzo a leer, la parte en la que explica una cosa sobre compañeros de vida, y más chorradas, por lo que paso esas páginas donde aparecen en la última de ellas un dibujo de una pareja en un bosque, desnuditos y tumbados en el suelo cubierto de hierba verde.

Este libro cada vez se pone más raro, definitivamente.

Mis ojos se centran ahora en un árbol genealógico, de una familia con el apellido Moonlight, que empieza desde el famoso Edgar y la Luna, y sigue con un montón de ramitas de nombres de lo más extraños, hasta llegar a las últimas parejas, que parece ser que no tuvieron hijos, o el libro es demasiado viejo y no lo pusieron.

Héctor y Alanna Moonligth son una de las parejitas, Y él tiene el nombre en otra tonalidad, en un azul, al igual que otros nombres de sus antepasados hombres, mientras que algunas mujeres tienen el nombre escrito de un color dorado vibrante.

Tal vez fueron personas reconocidas…

Sin darle mucha más importancia a ese árbol genealógico, paso las páginas, donde ahora explican cosas de alfas y betas, y más tarde de los omegas, hasta que al ver la luz entrar por la ventana, cierro el libro y suelto un pequeño suspiro.

El que me haya mandado la carta le debe gustar mucho tocar los cojones. Eso, y me cree realmente estúpida para creer que existen los vampiros y los hombres lobo.

Ni que estuviéramos en crepúsculo…

Vuelvo a dejar el libro bajo la cama, y me levanto para vestirme con algo cómodo, ya que me apetece ir y dar una vuelta por el campo, por el embalse de la Jarrosa y el bosque que hay al lado.

—Ed, me voy a ir a dar una vuelta por el embalse—le aviso, a lo que mi hermano asiente distraídamente mientras se viste para ir a la universidad.

—Ten cuidado, y por cualquier cosa llámame—me pide, repitiendo lo mismo que siempre, le murmuro un sí, y salgo de casa sin despertar a mi madre

Mi padre se fue a trabajar hace tiempo ya.

Con los cascos puestos y disfrutando de las canciones de Morat, entre ellas No se va; porque claramente estoy en mi época depresiva y hay que ponerse música melancólica; camino hacia el pequeño embalse en el cual no es que haya mucha gente.

Bueno, literalmente hay tres personas pescando.

Distraídamente, me adentro en el caminito de tierra para ir al bosque, ignorando una sensación extraña que me envuelve, hasta que ya dentro del bosque, la sensación se hace más y más fuerte.

Con el ceño fruncido, me quito los cascos, y miro a mi alrededor, con esa rara sensación.

Mejor me voy, esto no me está gustando nada.

Cuando me doy la vuelta, escucho una pisada, la cual rompe una ramita y hace que un pájaro salga volando asustado, mientras que yo me giro con el corazón latiéndome a mil por hora.

Miro detenidamente a mi alrededor, pero toda la sangre en mi cuerpo se vuelve densa y pesada cuando veo unos ojos rojos escondidos entre un arbusto.

Joder.

El animal de los ojos rojos, al ver que le he visto, me mira con cierta sorpresa, y yo doy un paso atrás asustada, al ver que se yergue, dejándome ver lo alto que es.

Al igual que me permite ver sus puntiagudas orejas peludas, y su cabeza cubierta de pelo negro, denso y brillante. Y esos grandes colmillos blancos.

—Joder—jadeo, dándome la vuelta y saliendo de allí corriendo a toda velocidad, sin querer mirar atrás para ver si me persigue.

Aunque por las pisadas rápidas puedo asegurar que si me sigue.

Me va a comer enterita.

—Mierda—jadeo, con la respiración acelerada, corriendo todo lo rápido que puedo, sabiendo que no soy para nada rápida.




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