Mi ángel de ojos azules

Capítulo XXII // 2º Parte

 

Capítulo XXII

Segunda Parte

 

 

Narra Axel.

 

—Está aquí—digo, a mis hombres, captando su aroma. —No hagáis daño a la manada—les advierto a los veinte hombres que me acompañan, pero estos sueltan un gruñido y salen de entre los árboles, haciendo que mi estómago se revuelva.

Mi padre tenía otra idea.

—Tu padre dio orden de no dejar a nadie vivo…—dice Samuel, a mis espaldas, confirmando mis sospechas.

—Vayamos a por ella, son capaces de hacer cualquier cosa—digo, saliendo del bosque, intentando ignorar los gritos y el olor a sangre que envuelve el lugar.

—Traerla sana y salva—les ordeno, sabiendo que todos me escuchan perfectamente.

—¡No hemos hecho nada! —dice un hombre, el alfa, pero no me da tiempo a hacer nada cuando uno de los hombres de mi padre le raja la garganta con sus garras, dejando su cuerpo caer junto al sofá, el cual está bañado de su sangre.

—Quiero a la chica sin ningún daño—les advierto, al ver sus rostros con el estómago revuelto al contemplar la sangre fría que tienen al matar a gente que ni si quiera se defiende y que simplemente huye.

—¿Y el hermano?

—A él tampoco. Los quiero a los dos sin ningún daño—les advierto, sacando a la luz el tono de alfa.

Mi ángel no me perdonaría si le pasase algo a su hermano. Y no dejaré que les hagan nada.

—Buscarlos—gruño, captando su olor en la parte superior de la casa, haciendo que todos los hombres salgan en su busca, mientras yo intento calmar mi corazón y las ansias de tenerla frente a mí.

No puede verme descontrolado, bastante tendrá con todo lo que está pasando…

—¡Suéltame! —exige, haciendo que levante la mirada encontrándome a los pocos segundos a un hombre con mi ángel sobre su hombro, golpeándole.

Tess…

—¡Maldito bastardo! —grita con furia, antes de que el hombre la baje al suelo con molestia, a lo que ella se aparta de él furiosa, pero palidece y se la nubla la vista, por lo que se agarra al sofá, haciendo que me arrepienta de traerla justo aquí, con el sofá empapado de sangre y el cuerpo del alfa, familia lejana de ella, en el suelo con un charco de sangre debajo de él.

—Tess—la llamo, con la voz ronca, haciendo que su cabeza se alce del sofá, y me mire, haciendo que mi corazón se acelere—Dejadnos solos—demando, sin querer que nadie nos escuche y nos vea—Te he encontrado—murmuro, acercándome a ella, preocupado al ver su palidez y viendo que está incluso más delgada; pero lo que más me duele es su mirada cargada de miedo y dolor.

—No me hagas daño—me pide, asustada, haciendo que me quede inmóvil y la mire con miedo al verla así.

Que he hecho…

—Yo nunca te haría daño, mi ángel—susurro con todo el dolor de mi corazón al verla así, pero antes de que pueda acercarme a mí, un sonoro gruñido me detiene y hace que ambos llevemos nuestra vista al lobo blanco y enorme que hay tras las puertas de cristal abiertas que dejan libre el camino al exterior.

Es su hermano.

Asombrado miro al lobo blanco durante unos segundos, hasta que por el rabillo del ojo veo a Tess dar un paso que hace que mi corazón se detenga.

—Tess—la llamo suplicante, levantando mi mano hacia ella y acercándome un paso.

No puede irse. Puedo protegerla de ellos…

Pero ella sin mirarme una vez más, sale corriendo como una flecha hacia su hermano, para subirse en su lomo y salir corriendo haciendo que sienta como pierdo el control de mi cuerpo.

—¡Tess! —grito corriendo detrás suya a toda velocidad, pero él es mucho más rápido y sobretodo estando en su forma de lobo, haciendo que gruña con fuerza y caiga al suelo sintiendo como comienzo a cambiar y a perder el control totalmente de mi cuerpo, guiándome por mi lobo interior, el cual no quiere que su compañera se marche, y menos sin él.

Por lo que durante horas sigo su rastro sin dejar de correr y de aullar para que se detengan, pero no lo hacen, al igual que yo y los lobos que me siguen, los cuales gruñen con ferocidad, haciendo que detenga mi paso y sacuda la cabeza para volver a tomar el control de mi cuerpo.

No puedo ir a buscarles con los lobos de mi padre, porque no dudarán en matarlos, por mucho que yo les ordene lo contrario.

Por lo que una vez que consigo el control de mi cuerpo, miro hacia donde capto su olor, y controlándome todo lo que puedo me doy la vuelta y gruño a los lobos que me seguían para indicarles que volvemos.

Tengo que encontrar otra forma de hablar con ella… Tal vez un mago pueda ayudarme…

Pero por ahora tendré que ponerme enfrente de su búsqueda, e impedir que la hagan daño.




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