Mi Ángel Negro [serie Arévalo #6]

Capítulo 2

Me observó en el espejo y quizás por desafío hacia Don José, me vestí todo de negro para la boda de Eloise, hice una mueca irónica el Ángel Negro estaba listo para atrapar al Ángel blanco.

- Damien - miré a Salomón a través del espejo - ¿Has tomado una decisión de donde trabajarás?

Me giré y sonreí.

- Aún no Salomón - mi primo asintió.

- Las chicas caminarán hacia el altar junto a sus esposos, solo falta la cuñada de Eloise, no dejaré que la chica se sienta mal, ya hablé con Julieta y la acompañaré.

- No te preocupes Salomón, yo lo haré.

- Es preciosa y ambos estan solteros, de ahí puede salir algo bueno - Salomón levantó ambas cejas de arriba hacia abajo.

Sonreí y asentí, pero dentro de mi sabía que todo era sólo por el contrato, Nina era una niña que no merecía arruinar su vida junto a mi, yo solo era una cáscara vacía, quizás cuando fuera libre de mi pasado podría darme una oportunidad de amar...nuevamente.

Miré en dirección hacia donde estaban arreglandose las mujeres, mis primos estaban sonriendo entre ellos, suspiré y me acerqué.

- Vaya Damien si es una boda no un entierro - Sébastien sonrió, quitó una rosa roja de los arreglos y me la puso en la solapa de mi traje -Un poco de color no está mal.

Clave mi mirada en él, quisiera ser feliz como lo era él, después de perder la vista el habia perdido la esperanza pero logró recuperla y tenia junto a él a una maravillosa mujer... la hermana de Eloise.

- Llegó la hora, Adrián hará un hoyo en la playa - Sébastien se adelantó y entró a la habitación que estaban usando las mujeres para arreglarse, lo vi salir con Lena, Max lo siguió y salió con Elena, titubeo un momento, pero di mi palabra, camine hacia la habitación y cuando entré miré a Eloise que estaba preciosa vestida de novia pero cuando mis ojos se posaron en Nina, ahí estaba yo volviendo a quedarme sin aliento al verla.

Le ofrecí mi brazo y salimos camino al altar, recorrimos todo el camino en silencio, para mi toda la ceromonia fue un martirio.

Todos celebraban la unión de Adrián y Eloise,  me hice en un rincón y tomé una botella, no quería estar ahí, ver risas, felicidad, todo eso me lo habían arrebatado en un sólo día.

Desvíe la mirada y esta se poso en Nina que estaba conversando con Andrea, seguí bebiendo de la botella, cuando la terminé me sentí con pesar, cuando Nina se quedo sola me acerque a ella.

- Hola - ella levantó su mirada y me sonrió.

- Hola Damien.

- ¿Caminamos por la playa? - ella dirigió su mirada a las olas y al sol que se estaba ocultando.

- Esta bien - la ayudé a levantarse, su olor llegó rápidamente a mis fosas nasales, cerré los ojos, su fragancia me embriagaba más que la botella que me había tomado.

Miré de reojo y vi al viejo bailando con una rubia que se parecía mucho a las trillizas, suspiré y me incliné para quitarle los zapatos a Nina.

- ¿Qué haces Damien?

- No llegaremos lejos con tus zapatos en la arena- se apoyo en mi hombro mientras tomaba su delicado pie entre mis manos, cuando se lo quité, sonreí era un poco rebelde Nina, llevaba un anillo en uno de sus dedos, me gusto como se le veía, me pareció sexy.

Tomé sus zapatos con una de mis manos y con la otra tome la mano de Nina... la quité rápidamente porque volví a sentir esa descarga como cuando la conocí,  ella me miró con curiosidad.

Frunci el ceño, ella desvío su mirada al agua, llevaba recogido el dobladillo de su vestido, quería matar a Don José con mis propias manos, ella era tan inocente, tan pura y merecía un esposo que la amara con todo su ser. No alguien que vivía para poder vengarse.

Ella se detuvo y me pase la mano por el rostro, nos habíamos alejado del restaurante, me sentí culpable porque la hice caminar mucho.

- Lo... siento - suspiró - No puedo caminar mucho - no respondí tenía clavada la mirada en la noche que había caído como un manto lleno de estrellas -¿Damien?

No respondí, sabía lo que haría por eso la invité a caminar, pero me sentía culpable, me giré para acercarme a ella y la tomé desprevenida entre mis brazos y asalte sus labios.

Ella se quedó quieta, seguí insistiendo con mis labios y cuando ella empezó a responder con torpeza supe que yo le estaba dando el primer beso a Nina Santos.

Detuve el ritmo apresurado con el que devoraba sus labios y empecé a acariciar sus labios con los mios, a dar suaves mordisquitos en ellos y a besarla lentamente para que ella me imitara, creo era la primera vez que yo Damien Arévalo besaba con esa ternura, pero nunca me había topado con una mujer que no había besado, Nina Santos era la pureza personificada y yo ahí con la luna de testigo estaba salpicando su alma con el deseo, lo sabía porque ella aferraba su cuerpo al mio.

Me separé de ella y la vi a los ojos, mitad culpable y mitad satisfecho porque había enseñado a besar a Nina... el Ángel puro que seria mi salvación porque por ella su padre me ayudaría a demostrar mi inocencia y  que el tiempo que estuve encarcelado fue injustamente.
 




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