Mi Ángel Negro [serie Arévalo #6]

Epílogo

Damien

— Te has quedado callado al leer esa carta— sin decirle nada le extendi la hoja a Nina.

Ella la empezó a leer y levantó la mirada, imaginaba que había sido justo donde yo me asombré.

—¿Cómo lo hizo?

— Nina, ella tiene una mente retorcida, imaginó  que hizo el arma casera con los cubiertos y aclaro que son de plásticos.

—Pero matar a su propia sobrina —asentí.

—Salvadora tiene una obsesión enfermiza por Marco. No soporto que él haya preferido dormir con Lana que buscarla a ella.

Nina se mordió el labio y siguió leyendo. Era increíble hasta donde podía llegar una mujer despechada, Salvadora aprovechó el día que las sacaban de la jaula para darse un baño y apuñalar a Lana. Una sola puñalada que le arrancó la vida a Lana Red.

Adrián entró a la estancia donde estábamos, él conocía la noticia porque Don Víctor le había entregado la carta y habían comentado el caso.

Cargaba a mi hija Isabel, era una niña de un año de edad, muy linda y sobre todo muy mimada. Sonreí al ver a Edward al lado de su padre según el protegiendo a su prima.

Mi princesa al verme extendió sus brazos regordetes para que la tomará en mis brazos, me sentía dichoso de tener a mi maravillosa familia.

—Eres una traidora Isabel, me abandonas cuando miras al feo de tu papá, rompes el corazón de tu pobre tío —mi hija sólo le sonrió, mostrandole los dos dientecitos que ya cargaba.

— Dios mio que hombre mas celoso y Edward es igual, pobre mi linda sobrina con este par de locos—señaló Eloise con una sonrisa de burla.

—Mi querida hermana no dejes atrás a Damien. Es un celoso total.

Sonreí y me encogí de hombros, era mi pequeña princesa, cuando nació yo corte el cordón y mis brazos fueron los primeros que la cargaron, así que no iba a ser fácil que llegará alguien campantemente a robarmela.

—¿Te dijo algo tío Víctor de lo que hicieron al respecto con Salvadora?

—La metieron en una jaula más pequeña pero a mi parecer esta mujer está loca, deberían de llevarla a la cámara de gas — Adrián  apuntó.

—Estoy de acuerdo Adrián. Ella es alguien retorcida, en su mente mi padre le pertenece y cualquiera que se meta en su camino lo extermina.

—Bien, Eloise y yo debemos darles una noticia, papá en su viaje de segunda luna de miel, la sabrá hasta que regrese.

Nina dejo la carta y se cruzó de piernas para la noticia de Adrián y Eloise.

—Seremos padres nuevamente—me acerqué a Adrián y lo abracé felicitándolo. Nuestra relación había mejorado mucho, de hecho la palabra correcta era que nos llevábamos supér bien.

Me senté con mi hija en brazos mientras ella se acomodaba para dormir, está era mi familia, aún sentía un poco de dolor por que mi madre no creyó en mi, pero pensábamos con Nina que quizás ella pensaba que mi corazón había estado dolido pensando que Marco no era mi padre. Aunque viendo mi vida hacia atrás hubiera sido feliz si Marco Allen no fuera mi padre, Frederick me trató como un hijo y lamentaba su partida. La mentira de Salvadora llevó a mamá a hacerme la prueba de ADN, recordaba aquella vez que arrancó una hebra de mi cabello alegando que era una cana y no se veía bien. Si mamá se hubiera tomado la molestia de preguntarme si me importaba que Marco creyera o no que yo era su hijo, hoy estaría viva.

—No pienses más en el pasado —volví a la realidad al escuchar la dulce voz de Nina.

— A veces es inevitable— bajé la mirada y mi princesa dormía confiada en mis brazos. Así debía ser siempre la vida, los hijos sentirse protegidos y confiados en los brazos de sus padres. Yo no tuve esa dicha pero Isabel crecería sabiendo que era amada por su madre y su padre.

—Sé que es inevitable pero tienes un gran futuro mi amor, terminaste tu especialidad y ahora comenzarás a ejercer con tu cabeza en alto.

Sonreí y atraje su rostro, depósite un beso en sus labios.

—Soy dichoso de tenerte en mi vida. Tú padre es mejor que cupido, eligió bien para mi.

—Mi padre es un hombre sabio mi querido Damien. Don José Santos será famoso en nuestras generaciones por arreglar los matrimonios más felices de está familia.

—Te amo Nina Arévalo —ella sonrió y pasó sus brazos por mi cuello.

— Y yo te amo con locura Damien Arévalo.

 




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