Era una tarde lluviosa de domingo cuando recibí un mensaje de texto inesperado en mi celular. Lo abrí y vi que era de un número desconocido. Decía: "Hola, soy Juan. Nos conocimos en la fiesta de María el viernes pasado. Me encantaría volver a verte. ¿Qué te parece si nos encontramos esta noche en el café de la esquina?"
Mi corazón empezó a latir con fuerza. Recordaba perfectamente a Juan, un chico guapo con ojos verdes y una sonrisa encantadora. Aunque solo habíamos hablado brevemente en la fiesta, me había dejado una impresión duradera.
Sin pensarlo dos veces, respondí: "¡Claro! Me encantaría verte de nuevo. Nos vemos a las 8 en el café."
La emoción y los nervios se apoderaron de mí mientras me arreglaba para la cita. No podía creer que algo tan sencillo como un mensaje de texto pudiera despertar tantas emociones en mí.