Mi Bella Imposible [wahs].

Capítulo : [4]

Respiro entrecortadamente percibiendo como sudo a la vez, la vena de mi cabeza va y viene, como si estuviera rehuyéndole a una terrible apocalipsis             

Respiro entrecortadamente percibiendo como sudo a la vez, la vena de mi cabeza va y viene, como si estuviera rehuyéndole a una terrible apocalipsis.

Presiento que me llegara el entierro, si mi madre descubre que no fui sola u silenciosa, si no que anduve ida y vuelta en un bus compartiendo espacio con personas desconocidas.

El terrible carácter que tiene suele arruinarme cualquier tipo de paciencia, la perfección qué dice tener la consume, gracias a esto terminó agotada. Esta vida que aún me digna, a sido una farsa, ya no es penoso decirlo. Costumbre y resignación esa desdicha siento durante tantos años, pero ahora todo es distinto, terminé despertándome ya no estoy segada.

Arriesgado tomar las riendas de esta vida, sabiendo que no todo puede desprende fácilmente.

No todo, se empaña sobre un vidrio de cristal.

Caminó con pasos silenciosos hacia el dormitorio, dispuesta a calmar tantos pensamientos no deseados con respecto a Sandra, trato de no procesar ese momento tan confuso y torpe que arme allí afuera en compañia de ese paraguas que me obligo a tomar. Las palabras salieron disparadas sin voz de consciencia, quise decirle la verdad, defenderla de su propia sombra, poco favorecedora, dudo que ese plan allá funcionado por completo.

No estoy arrepentida y no lo estaré, sentí que era necesario, sentí que debía  intentar abrir esos ojos mortificados. Seguramente no lo allá logrado, apenas me conoce, no sería capaz de aprobar mis consejos. Aún que me encantaría no ser una pérdida, para la mujer que tanto admiro, en el primer día de clases.

Me siento de piernas cruzadas sobre las suaves sabanas, abro la mochila escolar dispersando todas las cuadernolas y lapiceros, por un lado. Buscando con desesperación el pequeño diario de anotaciones y dibujos, me gusta guiar un pincel u lápiz, divagar por las hojas, adornarlas con colores o perfeccionarlas de negro tal y como ella, la dama misteriosa lo hace.

Realizo inventos en forma de distracción, suele calmarme y aquí necesito pasar el rato. Otra vez, allí está robándome el pensamiento, pasa  una y mil veces, recordándome su figura, sus gracias y rubor tan despampanante, no comprendo con solo verla hoy a la mañana, tiene la capacidad de reproducirse como un disco CD en descontrol.

Extrañó... pero cierto.

Doy vueltas, pensando que mágicamente toda esa vergüenza y estrés acumulado, por hablar de más, se esfumara en un par de segundos.

Efectivamente, no funciona.

Dispuesta a no rendirme ante tal ahogamiento, busco prendas que ni por asomó correspondan al uniforme escolar, dirigiéndome hacia el bañó por una ducha, tranco a la vez.

Un refrescante baño seguro pueda recomponerme del todo, sin estrés o ansiedad, sólo yo y las gotas haciéndome compañía.



.

—¿Saldrá otra vez señorita Aurora?—Pregunta Matilde la sirvienta de la casa.

—Ya adivinaste.—La saludo con un beso en la mejilla.—Debo salir pero tranquila estaré en la casa antes de que ya sabes quién regresé.

—Pensé que quizás podría tener hambre.—Sirve un plato lleno de galletas esas que tanto adoro sobre la mesa.—¿No quiere probar unas antes de partir?

—¡Claro que quiero probarlas!—Hambrienta voy hacia donde están llevándome una a la boca.—Me vendrán de maravilla desayune muy poco.

—¡Le ocurrió algo! tiene fiebre se siente mal ¿quiere un calmante?—Corre hacía el segundo piso por el maletín y regresa con una expresión preocupada.

Río por ese comportamiento de madre, ojala toda mi metida de pata, sea un poco de gripa.

—Gracias.—Tomo ambas manos en forma de relajamiento.—Pero estoy bien tengo un pequeño dolor de cabeza ya se pasará.

—¡A mi no me engañas niña! tienes una pena de amor... ¿verdad?—Asegura viendome a los ojos leyendo estos sentimientos inexplicables.

Estoy impresionada, tiene un don, siempre puede leerme el pensamiento. Es cocinera y limpiadora desde que tengo uso de razón, ella junto a Greg me han brindando mucho cariño, en todos estos largos años. Ellos son como unos abuelos, ademas de ambos estar unidos mediante un anillo de matrimonio. 

—No nada de eso.—Acompaño el nerviosismo con un gran mordisco devore la galleta en el primer intentó.—Estoy aturdida por las tareas y los nuevos compañeros.

—¿Y los profesores como son?—Interroga directamente elevando una ceja.

Su cara lo dice todo, es tan astuta, quisiera ser así, lástima que soy la reina del fracaso en cuanto crear planes, para que la otra persona caiga en ellos.

—Genial son muy buenos... algunos hasta terribles.—Disimuladamente tomo un poco de jugo.—Ya sabes lo mismo de siempre muy pesados.

—Claro si muy pesados.

—Exacto.—Abandonó el lugar lentamente sin delatarme.—¡Muy ricas las galletas nos vemos luego en unas horas!

Actuó emocionada para que no perciba mis sudorosas manos, es buena detectando mentiras, y si reaccionó de otra manera lo notaría rápidamente. De caminó a la puerta, la voz de la persona que menos pensaba encontrarme, sobresalta el plan de escabullirme.

—¿Jaz que haces aquí?—Interrogó al saber que tiene el ingreso prohibido.

—Valla hola como estas bien increíble y tu.—Suelta sarcástica.—Se que tengo la entrada restringida pero me vale no dejaré de venir.

—Lo sospechaba tu jamás sigues las reglas gracias por no respetarla.—Digo entusiasmada al saber que nuestra amistad no será interrumpida por nadie.—Iba de salida ¿vienes?




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