Mi bella niñera

Madurez

— Y le pregunté que si siempre había sido un estúpido. — Le platiqué a Andrés cómo es que había cancelado mi boda.

—Tal vez lo ves así porque por fin abriste los ojos.

—No, creo que de verdad siempre fue así de estúpido. — Le confirmé.

—Lo que no entiendo es, ¿Por qué decidiste no casarse? — Andrés sabía más que nadie pero no lo sabía todo.

El señor Alexander y yo prometimos no decir ni una sola palabra de lo sucedido a nadie. Claro que se lo conté a mi madre  y después de perseguirme con un cuchillo por toda la casa, acordamos en que era mejor hacerle una maldición al señor Alexander.


Ya habían pasado dos días sin hablar de aquello, creo que lo tomé con mucha madurez.

—Pues… — De pronto el señor Alexander entró a la sala y nos dió un vistazo a Andrés y a mi. — ¡Mira, Andrés! — Le mostré una revista.

—¿Qué? — Me preguntó.

Le señalé el reportaje del restaurante que estaba en la revista.

— A este restaurante me prometió el señor Alexander que me llevaría. — Andrés miraba con curiosidad las fotos que le mostraba y el señor se acercó a nosotros tratando de ver la revista. —Pero después se arrepintió. — Le expliqué a Andrés. — Como siempre.

—Señorita Valeria, yo hice reservaciones — El señor Alexander me arrebató la revista — La cosa fue…

—¡Otra vez con la cosa! — Lo interrumpí — ¿¡Que no puede dejar de recordármelo todo el tiempo!?

—¡Olvídelo! — Salió de la sala muy enojado. Sólo se está haciendo la víctima. Le arrojó la revista a Andrés.

—¿Qué pasa, Val? — Andrés estaba un poco confundido y molesto por haber sido golpeado con la revista.

—Nada, ¿Por qué? — Actué natural.

— Sentí un poco de tensión.

—¡Val! ¡Adivina qué trabajo debo hacer! — Adela entró muy emocionada aventando su mochila al piso.

Coco bajó volando posicionándose en la cabeza de Adela, aunque se supone que debería ser en el hombro, quizá afecte que el entrenador es bizco.

—¿Cuál?

—Tengo que elegir a una mujer que tenga un trabajo importante y hacer un reporte sobre ella.

—¡Owwwwww, Adela! — Me sentí conmovida. — Aunque no sé si haya suficiente de mí para un trabajo de la escuela, linda.

— No, no lo hay por eso elegí hacer mi trabajo sobre Paula. — Paula estaba entrando a la sala y había escuchado todo.

Adela tomó a Coco en sus manos y comenzó a jugar con él saliendo de la sala.

Andrés fue directamente a recoger la mochila de Adela, y él junto con Michelle subieron.

—¡Oh, Val! No te sientas mal sólo porque la pequeña Adelaida piense que yo soy mejor que tú. — Me retaba con la mirada, me parecía increíble que no supiera el nombre de Adela.

— ¡Adelaida no dijo eso! — Me enfureci.

— Val, no tienes por qué envidiarme tanto. — Me explicaba.

—Yo no…

—Basta — Me interrumpió. — No debes sentirte menos sólo porque yo soy mejor que tú, no es tan malo no tener ninguna fortaleza más que ser muy bonita.

—¡Oye! ¡Yo sí tengo fortalezas! — Traté de recordar alguna.

— Poder hacer pasar ropa por rebaja con un plumón rojo no es fortaleza. — Aclaró burlona.

— Sí tengo fortalezas, Paula. — Le dejé muy en claro.

—Claro que no, todo lo que tienes es porque has usado tu belleza para conseguirlo. — Me acusó.

—¡Eso no es cierto! Ya quisiera yo que fuera tan fácil, ya estaría casada, ¿No lo crees? — Estábamos discutiendo.

— ¡Por favor! Debes de saber que conseguiste este trabajo sólo por tu físico.

—¡Claro que no! Yo conseguí este trabajo porque mentí en mis datos. — Recordé aquella entrevista.

— Estás equivocada, tu conseguiste este trabajo porque a Alexander le gustan las mujeres como tú para coquetear. — Eso se sintió como si hubiera hecho el reto dónde te echan una cubetada de agua con hielos.

—¿Por qué tienes que envenenar a todos? — Estaba muy enojada, aunque Paula tenía un poco de razón.

—Val, tú más que nadie sabes que Alexander nunca se fijaría en ti. Sólo te usa para divertirse. — Me estaba colmando la paciencia.

—¿Por qué no mejor regresas a tu ataúd? — Trataba de controlarme.

—Yo sólo digo lo que sé.

—¿Cómo esa vez que hablaste sobre las varices? — Comenté.

—Exacto — Decía entre dientes — Es como tú hablando de mal gusto. — Tomé un frasco que estaba en la mesa de centro y sin pensarlo le arrojé el contenido.

—Basta, Paula. — No estaba de humor para nada.

—Sólo digo… — Respiró hondo. — Que debes buscar por otro lado, no tenerte esperanzada a que un día él va a voltearte a ver y serán felices para siempre. — Se limpiaba el rostro con su manga. — Llevo cinco años en esa posición, ¿Crees que he tenido éxito? — Se arreglaba el cabello. — Él solo te usa como diversión.

—En eso creo que tienes razón… — Mi enojo pasó a ser tristeza. — Pero ¿Eso es malo? — Pregunté, “diversión” sonaba como una cosa positiva.

—¡Claro que sí! Eso quiere decir que no te respeta y que nunca te tomará en serio. ¿Crees que siempre es tan fácil que Alexander ceda ante las peticiones de otra persona? — Me preguntó con obviedad. — Sólo tú lo convences por esos pequeños vestidos y faldas, es hasta denigrante para la mujer. — Criticaba mi forma de vestir.

—¿De verdad?— Me sentí un poco triste, yo tenía la culpa de que el señor Alexander no me respetara.

—¡Si! — Me miraba con algo de lastima. — Pero… — Cambió su postura y su tono de voz para parecer más agradable — Osea, solo por curiosidad, si alguien te hubiera demandado por... no lo sé — Le quitó importancia. — Querer asfixiar a un coreógrafo ¿Que usarías en la corte para que no te declaren culpable?

Tenía que pensar muy bien si era cierto lo que Paula acababa de decirme ¿Por eso el señor Alexander sólo juega conmigo? Me dice que me ama pero se arrepiente, deja que cancele mi boda pero no quiere nada conmigo, me compra ropa y luego se arrepiente en pagarla… no, creo que eso fue porque tomé su tarjeta sin permiso.

 

 




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