— Sí, quiero ordenar la gargantilla de la página 16. — Hablaba por teléfono para comprarle un obsequio a la señorita Valeria.
—¿Qué hace, señor? — Andrés siempre de inoportuno, lo más seguro es que estuviera desinfectando de nuevo el teléfono.
—¿Sabes, Andrés? Para ser alguien que nunca está cuando no hay papel higiénico, eres bastante inoportuno. — Colgué la llamada.
—Con una gargantilla no podrá hacer que ella olvide lo que usted le dijo. — Tenía un poco de razón.
—¡Pero, Andrés fue un impulso, yo sólo le dije que… ! — Guardé silencio procesando lo que Andrés quería hacer y me reí. — ¡Oh, no, Andrés! Muy astuto, casi caigo. — Reí más fuerte, nadie debía enterarse.
—¡Señor! Sólo dígame qué es lo que le dijo.
—No. — Me senté en un sofá a pensar.
Andrés suspiró resignado y tomó un frasco que estaba en la mesa de centro.
—Señor, se me olvidó decirle que saldré por unas horas.
—¿Otra vez? — Le pregunté.
—Ayer mis análisis desaparecieron por completo, estaban en este mismo frasco pero cuando ya iba en camino al laboratorio estos no estaban. — Se encogió de hombros, no quiero ni imaginar dónde pudieran estar.
— ¡Hola! — La señorita Valeria le mostraba a Andrés su atuendo, parecía estar muy contenta. — ¡Tengo una cita! — La oí decir vagamente. ¿Cuánto tiempo logra recuperarse la señorita Valeria? Muy poco.
— ¡Oh, Val! El señor Alexander me dijo lo que te dijo en el banco. ¿Te sientes bien? — Andrés platicaba con Val en voz baja pero podía escuchar perfectamente, ahora entiendo cómo Andrés se entera de todo.
—¡¿Te lo dijo?! — Parecía muy sorprendida, yo mismo le dije que no se lo contara a nadie.
—Sí y creo que es imperdonable. — No creo que caiga en aquella trampa.
—Sí, lo sé. ¡Yo le dije al señor Alexander que era muy ostentoso traer a un mayordomo más joven! — La señorita Valeria sí que era buena, era inteligente y perspicaz. — ¿Ahora qué pasará contigo? ¿Te das cuenta que nadie en la actualidad puede pagar un mayordomo? — Andrés se puso pálido.
Paula entraba a la sala con Adela, hoy Paula nos hizo el excelente favor de ir a su clase a exponer lo difícil que era ser la asistente de un gran productor.
Andrés fue a su lado de inmediato.
—Paula, déjame ayudarte con tu bolso, te notas cansada ¿Quieres que te dé un masaje en los pies? — Se mostró muy atento y Paula se quedó helada. — ¡No! No puedo hacer esto. — Soltó la bolsa de Paula y esta se cayó al suelo — ¡Será mejor que me maten! — Salió corriendo, pronto le diré que no era cierto, quizá cuando ya haya hecho sus maletas.
—¿Cómo les fue? — Pregunté a las recién llegadas mientras Paula recogía su bolso y Michelle hablaba por teléfono, subió a su habitación.
—¡Excelente! Actúe como si fuera muy linda y tierna. — Paula hablaba emocionada, la señorita Valeria tomó asiento en el sofá que estaba frente al mío, Adela tenía la cara contraria a Paula. — ¡Todos me lo creyeron y nos sacaron un diez en esta fase! Sí que los tengo de donde quiero. — Lucía muy satisfecha y después fue hacia la oficina.
—¿Qué pasa, linda? — La señorita Valeria se me adelantó.
—Ya no sé qué hacer, fue una mala idea escoger a Paula. No es divertido y todos mis compañeros creen que está poseída.
—No están equivocados. — La señorita Valeria hizo un mal chiste.
—Pero ya no quiero hacer el trabajo con ella ¿Y ahora cómo me arrepiento? — Parecía estar muy preocupada por aquello.
—Preguntale a tu padre, él es un experto en eso. — La señorita Valeria siempre recordándome aquella cosa.
El timbre sonó y la señorita Valeria fue a abrir de inmediato la puerta, un hombre entró. Se dieron un beso rápido y de inmediato fui a su lado.
—Señorita Valeria, no sabía que estaba con alguien. — Tenía un pequeño dolor de estómago.
—Yo sí. — Andrés estaba a mi lado. — ¿Qué se siente quedar afuera de algo? — Andrés parecía un niño pequeño.
—Él es Javier. — La señorita Valeria sonreía.
—Mucho, gusto. Alexander Maldonado. — Me presenté, Javier me extendió la mano pero de ninguna manera la tomé. — Que rápido se consuela ¿No? — Cruce mis brazos y la miré fijamente.
— ¿No podemos discutir eso luego? — La señorita Valeria se veía avergonzada.
—¡No, porque usted es la que me molesta cada minuto por “la cosa” y de un día a otro ya está saliendo con alguien más!
— Basta, señor Alexander. — Me hacía señales con el rostro para que me tranquilizara.
—Bien. — Respire hondo — ¿A qué hora regresará? — Estaría cada minuto esperándola.
—¡Usted no tiene derecho de saber eso! Perdió ese privilegio al arrepentirse de “la cosa.” — Otra vez con la cosa.
—¡Oh por favor! ¡De vuelta otra vez! ¿Por qué no lo supera de una buena vez? Ni siquiera se pone en mi lugar para ver por qué lo hice. — Le gritaba mientras ella también estaba discutiendo conmigo.
—¿¡Por qué siempre me hace esto!? ¡Me manda mensajes tan confusos y así no sé si está o no arrepentido de aquello! ¡Ya me tiene harta! — Tomó a Javier del brazo y salieron, ella aún estaba molesta.
Lo que me reconforta es que al menos está furiosa y cuando está así no tiene cabeza para una cita, la pasará mal.
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Esperaba a la señorita Valeria desde la calle, me sentía mal. Claro que no me siento orgulloso de lo le hice, podría decirse que le arruiné la vida al decirle mis sentimientos y después de que ella cancelara su boda, yo retractarme.
No es de un caballero hacer lo que hice pero después de lo ocurrido con Mariela, la madre de las niñas... No estoy dispuesto a volver a pasar por aquel dolor.
La señorita Valeria bajó de un taxi y caminaba lentamente a la entrada, no hice nada para que ella no creyera que la estaba esperando, de todas formas siempre me recordaba “la cosa” y me hacía sentir mal por ello.
—¿Señor Alexander? — Ya era tarde, las once de la noche para ser exactos.
Editado: 21.01.2021