Mi bella niñera

Actuación

POV ALEXANDER

 

Había hablado seriamente con las niñas, no debían engañarme.

Aunquedespués las disculpé.

Estábamos en el comedor cenando, podía sentir el pesar del silencio, solo algunas veces que alguien chocaba su cubierto con el plato accidentalmente.

También escuchaba las respiraciones de Andrés y veía a las niñas mirando incómodas su comida.
 

—Papá. — Me sobresaltó la voz de Michelle. Qué aunque había hablado muy bajo se podía escuchar perfectamente.

—¿Qué pasa, cariño?

—¿Me puedo retirar?

—Nos. — Adela dejó sus cubiertos y ambas se pusieron de pie.

—No. — Negué, volvieron a sentarse. — Este es un momento familiar. — Les recordé. —Hay que hablar como la familia que somos, de asuntos familiares. 

Quedaron en silencio, mirando hacia los rincones incómodas.

Andrés comenzó a tararear.

—¡Ya sé! — Adela sonrió. — ¿En tu testamento ya pusiste qué es para quien o podemos decidir nosotras? — Adela me preguntaba completamente en serio.

—Pueden irse. — Les ordené y salieron sonrientes del comedor, me sentía solo. Andrés comenzó a levantar los platos de las niñas. — Andrés. — Llamé su atención. —Siéntate ¿Quieres un café? — le pregunté.
 


 

—Oh, gracias señor. — Andrés terminó de recoger los platos y se sentó en el lugar de la señorita Valeria.
 


 

Me levanté para tomar la taza y el café para servirle a Andrés, mi viejo amigo, mi gran compañía.
 


 

—Tú me dices cuánto. —Puse la taza frente a él y comencé a servirle.
 


 

—Cuanto. — Dijo cuando la taza pasó un poco más de la mitad. Deje el cafe de lado y me iba a sentar, tenía muchas ganas de hablar con Andrés, de contarle todo lo que sentía y darle todas mis preocupaciones. —¿Tiene azúcar, señor? — Me preguntó un tanto exigente, no lo culpo. Le ofrezco café y sin azúcar, ¡Estoy perdiendo la cabeza! 
 


 

—Sí, amigo. — Volví a acercarme al carrito y tomé los cubos de azúcar. Con las pinzas tomé una y se lo eché. Devolví la azúcar al carrito.
 


 

—Que sean dos. — Tomé de nuevo la azúcar, regresé a la mesa y le eché otro cubo a su taza. Me daba gusto ver a Andrés de ese lado, que en este momento no se sienta parte de la nómina, si no que sea mi amigo.—¿Tiene crema, señor? — Me preguntó justo cuando ya iba a tomar asiento. 
 


 

—Sí, por supuesto. — Le sonreí, volví a acercarme al carrito, tomé la crema y fuí a echarla en el café de Andrés. 
 


 

—Oh, señor... Cómo que tengo ganas de unas galletas como las que vendía Val.
 


 

—¡No me provoques, Andrés! — Me di cuenta de su juego.
 


 

—Lo siento, señor.
 


 

Por fin tomé asiento y Andrés movía su café.
 


 

—¿Sabes, Andrés? — Suspiré.
 


 

—¿Qué?
 


 

—Se respira una tranquilidad y paz en la casa, sin la señorita Valeria yendo y viniendo con sus cosas. — Reí irónico.
 


 

—¿Lo cree? — Andrés parecía solo darme por mí lado.
 


 

—¡Claro! — Dije obvio. — Eso es lo que debía de hacer desde un principio… venir por las mañanas a cuidar de las niñas y por la tarde irse a su casa. 
 


 

—¿Cómo quiere que la recuperemos? — Andrés bebió de su café tranquilamente.
 


 

—¡No lo sé! — Exploté en la desesperación. — ¿Tienes alguna idea? — Le pedía ayuda.
 


 

Andrés bajó su taza y me miró con lástima.
 


 

—Señor, solo dígale que regrese.
 


 

—¡De ninguna manera! — Me negué. — Si yo hago eso, ella se aprovechará. 
 


 

—Es eso o que viva muy lejos de aquí, viviendo una vida de fiesta y locura desenfrenada. — Estaba siendo muy persuasivo.
 


 

— Andrés, creo que tengo una idea. — Sonreí por lo inteligente que era.
 


 

~~~
 


 

—Entonces usted debe exigirle que vuelva a mi casa. — Me encontraba en el único lugar al que la señorita Valeria le temía.
 


 

—¿Usted quiere que le diga a mi hija que renuncie al departamento que tanto sacrificio le costó pagar y además que renuncie a la vida social que ha ganado todos estos días? — La madre de la señorita Valeria comía tacos “de ojo”  y aunque quería salir corriendo, debía recuperar a la señorita Valeria a como diera lugar.
 


 

—Ese dinero yo se lo repondré a su hija y… la necesito. — Admití. —Por eso la quiero de vuelta.
 


 

—¿Y yo qué gano? — Me sonrió.
 


 

—Lo que quiera.
 


 

—¡Que se case con mi hija! — Gritó muy alegre.
 


 

Debo de quitarme la mala costumbre de prometer lo que sea.
 


 

—Todo, menos eso. 
 


 

—Pues… — Parecía pensarlo un segundo. — Marco y yo no hemos salido en mucho tiempo, sería genial poder ir al cine.
 


 

—Perfecto. — Sonreí. — Les daré dos entradas para la función que quieran.
 


 

—¿Solo dos? — Me retó.
 


 

—De… acuerdo. — Traté de seguir sonriendo. — les daré pases ilimitados para el cine.
 


 

—Hoy mismo mi hija regresará a su casa. — Me sonrió.
 


 

—Y por favor. —Le rogué. —Que ella no tenga idea de nada.
 


 

—Seré la mejor actriz que pueda imaginar. — Me guiñó el ojo.





 


 

Fui directo a casa, la señorita Valeria estaba ayudando a Adela con su tarea, al mismo tiempo que le corregía el maquillaje a Michelle.
 


 

—Hola, Papi. ¿Te fue bien en la productora? 
 


 

—Sí, Cariño. — Le respondí a Michelle.
 




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