Mi bella niñera

Malagradecidas

POV VALERIA

 

Ha pasado varias semanas desde que estoy devuelta, Andrés se negó rotundamente a desempacar, dice que está harto de acomodar mis revistas por orden alfabético y mi ropa por colores.

Lo único que desempacó fue mi ropa interior.

Las niñas me ayudaron a desempacar y todo ha vuelto a la normalidad.

Aunque no del todo, los días que estuve ausente siento que algo cambió, no sé qué. Pero lo siento.

El señor Alexander estaba grabando un comercial, y aunque sólo dura unos cuantos segundos pasó semanas enteras al teléfono o en la productora.

Hemos sabido aprovechar su ausencia, Andrés no hace de comer, Adela no usa zapatos y yo veo muchas telenovelas con Andrés a mi lado pasándome los pañuelos.

Michelle sale con amigas o con algún pretendiente, no lo sé exactamente. Aunque le he enseñado a borrarse chupetones y no tengo nada que temer.

Justamente ayer fue el lanzamiento del comercial y el señor Alexander vuelve a casa.

Andrés se despertó de mal humor, aunque al hacer el desayuno mejoró, me dijo que le gusta el agradecimiento de ser un gran sirviente.

Andrés podría querer ser un gran licenciado o artista, pero él quiere ser el mejor sirviente …

Y creía que yo no tenía expectativas.

Cuando me siento en el comedor, el señor Alexander entra sonriente dando los buenos días como siempre. Me pregunto cuándo volverá a tener mucho trabajo.

Las niñas vienen hablando muy concentradas entre ellas, hablan de alguna cosa que le pasó a Adela en la escuela y Michelle le dice cómo solucionarlo.

—Andrés, ¿Por qué hay otro lugar en la mesa? — Le pregunté mientras él le servía la fruta recién cortada y jugo a Michelle y la leche de chocolate con waffles a Adela.

—Invité a Hugo a desayunar, recordé que no ha venido a desayunar desde que se mudó.

—Desde que vino a comer, quise conquistarlo y usted me lo prohibió porque… “Debo salir con otro tipo de hombres.” — Imité su voz.

—Exacto. Es un gran amigo de la infancia y que sea nuestro vecino es increíble. — Sonó el timbre y Andrés corrió a abrir, se estaba tomando muy en serio su papel.

—De acuerdo. — Le sonreí comenzando a desayunar.

—Buenos días, familia. — Hugo entró al comedor brillando con esa gran sonrisa que lo caracterizaba, tenía consigo lo que parecía ser un libro.

—¡Hugo, amigo! — El señor Alexander le sonrió. — Siéntate, te estábamos esperando.

—Sí, te estábamos esperando. —Dije con la boca llena, él solo se rió.

Las niñas no dejaban de hablar entre ellas.

—Joven Adela, le compré la mermelada de zarzamora que tanto le gusta. — Mientras Hugo tomaba asiento, Andrés le puso a un lado el recipiente con la cuchara. —Y me levanté mucho más temprano para que estuviera a tiempo la fruta con la miel. — Andrés le puso la miel a un lado a Michelle. — Con la granola que le gusta.

— Perfecto. — Michelle comenzó a ponerle miel a la fruta.

—Sí es de la que me gusta. — Adela de igual forma puso mermelada en los waffles.

Las dos comenzaron a desayunar a prisa.

—¡Oh, Michelle! — Hugo pareció recordar algo. — Toma. — Le extendió el libro. — Alexander me dijo que hoy ibas a tener que ir al museo del prehispanismo y recordé que yo tenía un libro de investigación que le tiene dedicado todo a ese museo, hay imágenes reales y comentarios de expertos. Tuve que poner todo patas arriba en mi casa pero lo encontré. ¿Te sirve?

Michelle tomó el libro y lo hojeo rápidamente.

—¡Wow! ¡Sí! — Michelle sonrió. — ¡Este libro me ahorra la ida al museo! — Michelle se puso de pie y salió del comedor.

Adela tomó apresurada su leche.

—Voy a lavarme los dientes. — Salió corriendo.

—En ese caso mañana me despierto más tarde. — Andrés parecía un poco molesto, comenzó a recoger los platos de las niñas.

— Por lo menos un gracias. ¿No? — Hugo lo apoyó.

—Lo siento.— El señor Alexander parecía un poco apenado. — Llevaban prisa.

—¿Ni siquiera para decir un gracias? — Hugo comenzó a comer.

—Se los agradezco, ustedes les han hecho un gran detalle, pero lo más seguro es que en un rato se acordarán y les darán las gracias. — Yo también intersedí para defender a las niñas.

Desayunamos hablando de otra cosa, las niñas habían estado algo extrañas, me parecía algo muy raro, ellas eran unas niñas extremadamente educadas. Hablaré con ellas en la tarde.

Hugo nos hizo reír a más no poder, más tarde nos sentamos en la sala a hablar más a fondo de Hugo, que era lo que más me importaba.

Creo que también hablamos del señor Alexander pero ya sé que con él no tengo oportunidad, así que me conformaba con sólo mirar a Hugo.

Andrés comenzó a hacer la comida, Paula llegó a trabajar un poco tarde pero enseguida se encerró en la oficina y cuando menos nos dimos cuenta, las niñas ya estaban en casa, saludaron globalmente, votaron sus mochilas y subieron a sus habitaciones.

El señor Alexander y Hugo fueron un momento a la oficina y yo aproveché para darle una vuelta a la cocina, Andrés estaba muy concentrado picando verdura en la barra.

Tomé una tabla, un cuchillo y la mitad de las cosas que debía picar Andrés, me senté en la barra, al lado de Andrés.

—¿Cómo vas con Hugo?— Me preguntó mientras ambos picabamos.

—Perfecto

—¿En serio?

—Claro, él quiere conmigo.

—¿De verdad? —Andres se sorprendió.

—No, pero ya quisiera yo. — Comenzamos a reír.

Paula entró a la cocina con una taza, la puso en la barra y me sonrió levemente cuando voltee a verla.

— Andrés. — Lo llamó. —¿Podrías regalarme más café? Ayer no pude dormir y estoy destrozada. — Andrés siguió cortando, parecía no haber oído a Paula. Segundos después volvió a llamarlo.— ¿Andrés? — Siguió picando — Andrés, ¿Me das más café, por favor? — Seguía sin señal alguna de atención de su parte. — ¡Andrés, eres el mayordomo y tu trabajo aquí es servir, así que sírveme un maldito café!




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