Mi bella niñera

Muchas gracias

—Hoy nos tienen que odiar — Hugo entró muy decidido a la casa.

—Nosotros ya las odiamos. —Andrés, que le había abierto la puerta le informó.

—¿Y eso?

—Paula nos torturó ayer. — Le respondí. — Nunca más hagas espinacas, Andrés.

—¿Y las niñas? — Hugo giraba buscándolas.

—Están arriba. — Señalé la escalera.

—Pues hay que desayunar, yo ya tengo hambre y ellas deben de atendernos. — Hugo fue arriba a despertarlas.

—Señorita Valeria. — El señor Alexander me llamó. — No creo que debamos seguir con esto, no estamos logrando el objetivo.

— Lo sé, lo están tomando como un juego. Y créame que a mí me han tomado sólo como un juego varias veces, pero nunca me rindo, así que hoy hay que ser peores.

—¿Lo cree? — Se sentó en la sala frente a mi.

—Sí, ellas se van a dar cuenta. Lo sé. — Suspiré mientras las niñas se dirigían a la cocina en pijama, con mala cara recién levantadas.

 

 

~~~
 


Michelle hizo unos huevos estrellados con tocino para el señor Alexander y para mí, Adela le estaba dando manzanas y plátanos a Hugo, Andrés exigió su cereal favorito, pero él sabía que no había.

Michelle salió corriendo para buscarlo en todas las tiendas de alrededor.

—Papí, comete tus huevos. —Adela está a al lado del señor Alexander.

—Es que se les quemaron las orillitas y no me gusta, quiero otro. — El señor Alexander miraba mal su plato.

—¿Y mi leche? — Pregunté.

—Aquí. —Adela señaló el vaso que había puesto desde hace un rato frente a mi.

—De chocolate no, quiero de fresa.

—¿Y mi cereal? — Andres exigía su desayuno.

—Ya fue Michelle por el, no ha de tardar. — Lo tranquilizó.

—¿Por qué la manzana con cáscara? ¡Así no me gusta! — Hugo escupía en una servilleta la cáscara de la manzana roja.

—Aquí está. — Michele entró al comedor agitada. — No está abierto nada todavía, pero fui corriendo al minisuper, tuve que pelearme con una señora por el. Pero aquí está. — Le extendió la caja a Andrés, Andrés se los arrebató y comenzó a servirse sin decir ni una palabra.

Michelle y Adela se miraron entre sí y su cara era de enojo.

— Este huevo. — Interrumpí sus miradas. — Está muy estrellado y a mi me gusta reventar lo amarillo, quiero otro. — Aventé el plato, Michelle me quería matar, suerte que no había cuchillos en la mesa.

Hicieron otros huevos y por fin pudimos desayunar, Hugo hizo que Michelle le pelara las manzanas y quedamos satisfechos.

—Michelle. — Andrés la llamó. — Necesito que me planches un pantalón.

—Y yo necesito que me ayudes con mi tarea. — Hugo le pidió también a Michelle.

—Tú no tienes tarea. — Adela lo miró mal.

—Este es un juego ¿No? Usen la imaginación. Aparte, necesito que me expliques. — Volvió con Michelle. — Algo sobre la cita que tuve ayer, no entendí un concepto y necesito que leas un libro para que me lo expliques.

—Adela, necesito que organices y limpies mi estuche de maquillaje. — Le pedí mientras comía.

Las dos se miraron resignadas.

Comieron rápidamente la comida que el señor Alexander y yo no quisimos y subieron a hacer las cosas que les mandamos.

Cada cierto tiempo escuchábamos que se quejaban de que era domingo y que no debían de hacer nada.

De pronto bajó Michelle y nosotros estábamos en la sala sólo acostados, disfrutando de las lamentaciones.

—Toma. — Le dió su pantalón a Andrés.

—Tiene una arruga y no me marcaste bien la línea. — Andres ni siquiera lo tomó.

—¡Pues ponte otro y deja de estar molestando! — Michelle estaba furiosa.

—No, no puedo. Toda la semana planee ponerme esos pantalones justo hoy.

Michelle respiró hondo y subió las escaleras azotando los pies.







 

Escuchamos cómo Adela estaba tarareando.

—¿Quieres callarte? Estoy tratando de leer el libro de Hugo.

—¿De Hugo?  — Le preguntó.

—¿No ves que quiere que le expliqué algo para lo de su trabajo? ¿¡Te parece justo!?

—Pues no, pero nosotras aceptamos. — Trataban de susurrar para que no lo escucharamos.

—Sí, pero se están pasando.

Se escuchaban molestas, hartas y desesperadas. Lo sé porque así me escucho yo cuando voy a casa de mi madre.

—No puedo creer que aún no se den cuenta del porqué de este juego. — Admití.

—Ni yo. — El señor Alexander estába a mi lado en el sofá, estábamos sumamente relajados.

Me quedé dormida unos minutos que fueron horas al parecer, el señor Alexander me despertó cuando su hombro no pudo absorber más saliva.

Michelle bajó con un libro en una mano y con el pantalón de Andrés en la otra.

—Aquí está tu pantalón, Andrés. Ví unos vídeos y quedó como nuevo, sólo le hacen falta las etiquetas. — Presumió lo perfecto que lo hizo.

—Ya no lo quiero, ya es muy tarde y me puse otra cosa. — Miré a Andrés y efectivamente ya estaba cambiado.— Y además hay otros tres pantalones en mi habitación, los planchas. —Ordenó.

—¿Ya? — Le preguntó Hugo a Michelle.

—Sí. — Michelle después de apartar la vista y el cuchillo imaginario del cuello de Andrés, se dirigió a Hugo. — ¿Qué es lo que quieres que te explique?

—Pues mira…

—Val. — Adela venía hacia mí con mi estuche de maquillaje. — Toma, lo limpié todo. — Era cierto, estaba brillando de limpio y al abrirlo las cosas estaban perfectamente ordenadas.

¿Cuánto durará mi estuche así? Nada.

—¡Wow! — Me asombré. — Ahora podré maquillarme más hoy. — Me puse de pie y corrí hacia arriba.

—¡Por lo menos gracias! ¿No?— Escuché el comentario que hizo Ady, pero no le presté mucha atención.

Me encerré en mi habitación retocandome el maquillaje, Adela había hecho un excelente trabajo, todo parecía nuevo.

Cuando pude detenerme, bajé a la sala, Michelle estaba terminando de explicarle a Hugo y Adela estaba ayudándole al señor Alexander a acomodar unos archivos.




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