Mi bella niñera

Adicta

— Odio que los del banco quieran saberlo todo para darte una tarjeta. — Me quejaba con Andrés. — Por ejemplo, aquí dice: Soltera o Casada, odio esta parte. — Andrés reía ante mi mal humor. — O esta: Edad. — Negué con la cabeza. — veintisiete. — Susurré anotando.

—¿No te basta con haber mentido en los datos de mi tarjeta? ¿También tienes que hacerlo en la tuya?

—Pero sólo distorsioné un poco la verdad.

—Pusiste en ocupación: hermano del productor Alexander Maldonado. — Me culpó.

—Después lo entrevistaron en la tele y te duplicaron el crédito, no seas amargado. — Tocaron el timbre y Andrés fue a abrir inmediatamente.

Era algo extraño ya que era muy tarde.

Seguí llenando la solicitud, Andrés regresó con Lau siguiéndole los pasos. Laura tenía una cara larga, al borde del llanto, con una mano tapándose la boca ahogando un lamento.

—¿Estás bien, Lau? — Le pregunté yendo a su lado.

Laura no es de llorar por cualquier tontería, algo serio había sucedido.

—Lo siento tanto, Val. — Tomo mis manos y me miró con lástima.

—¿Alguien murió? — Me preocupé. —¡No me digas que fue alguien famoso! — Todo comenzó a darme vueltas.

—Diego. — Tragó saliva sin poder pronunciar otra palabra.

—¡¿Diego?! — Grité. —¿Qué Diego? ¿Diego Rivera…? No, ese ya se murió hace mucho. — Pensé en voz alta.

—¡Diego! ¡Tu ex prometido! — Me recordó.

—¡Ahhhhh! Bueno. — Me encogí de hombros. — Pues cuando llega la hora, llega la hora. No hay nada que hacer. — Le resté importancia yendo de nuevo a mi lugar.

—¡Val! — Laura fue a mi lado. — No murió.

—¿Entonces? ¿Por qué tan triste? — No entendía para nada todo este asunto.

— Él va a casarse. — Trató de decirmelo con mucho tacto, así como se dan las malas noticias.

Me faltó la respiración, comencé a llorar y me arrojé a los brazos de Lau.

—¿¡Qué!? ¡NO! ¡NO!  ¿¡Por qué!?¿¡Por qué Diego!? ¿Por qué no me casé yo primero? ¡La vida en injusta! — Lloraba.


 

Lloré toda la noche, Lau tuvo que irse. Sólo vino a decírmelo en persona porque esta clase de noticias no se dan por teléfono.

Terminé de llorar en la madrugada, me quedé dormida viendo mercado libre en mi teléfono, estaba sumamente ansiosa. Desperté sintiéndome de maravilla, relajada, bien.

Me arreglé para bajar a desayunar, tenía grandes planes para hoy, era un hermoso día, con el cielo despejado, con pájaros cantando en mi ventana, todo estaba perfecto. Excepto porque me dolía el estómago pero no podía ir al baño,  se lo dije a Andrés y dijo que me ayudaría. Bajé al comedor, estaba muy silencioso.

—Buenos días — Les sonreí. — ¿No es un hermoso amanecer? — Les pregunté tomando asiento.

—Señorita Valeria, todos sabemos por lo que está  pasando, no es sano que guarde todo eso, lo mejor es que deje que aflore. — El señor Alexander me tomó la mano en muestra de apoyo mientras Andrés servía mi desayuno.

—¡Andrés! — Le grité molesta. — ¿Era necesario que le dijeras a todos sobre mi problema?

—Señorita Valeria, él sólo está preocupado.

—Pues si está tan preocupado ¿Por qué no me da ciruelas pasas o algún laxante? — Le pregunté al señor Alexander y parecía no entender lo que dije.

—No. — Me aclaró. — Yo estoy hablando de lo de Diego, de que se casa hoy.

—¡Ahhhhh, eso! ¿De verdad hoy se casa? — Me reí bajo. — No me interesa. — Les informé.

—¿Qué? — Todos preguntaron a coro.

—Que no me importa, es más ¡Me alegra que alguien más le cepille la espalda! — Todos se miraron entre sí sin expresión alguna. — ¿Pueden creer que eso no me molesta? — Me reí bajo, todos me miraron dudosos. — ¡Por favor! ¿Qué es lo que hago cuando algo malo me pasa?

— ¡Come mucho chocolate y helado! — Andrés sacó un billete de su bolsa poniéndolo en la mesa.

—¡Ver películas tristes! — Michelle sacó de sus jeans un billete de la misma nominación y lo puso encima del de Andrés.

—¡Culpar a su madre! — Adela sacó de la pequeña bolsa que le regalé un billete y lo puso encima de ambos.

—Cierto, cierto. — Michelle y Andrés me dieron la razón a ella y Adela tomó los tres billetes.

—¿Lo ven? — Les di la razón. — No he hecho nada extraño, estoy bien.

—Por cierto. — Andrés habló. — Más temprano llegó un paquete y… se abrió por accidente cuando lo tomé. ¿Quién compró un taladro?

—¡Es mío! — Grité, lo tomé de las manos de Andrés y le puse la broca.

¡Wow! cuando dicen envio express sí que hablan en serio.

—Val, si estás deprimida, comprar cosas no te va a hacer feliz. — Adela me miraba un poco raro.

—¡Ow, Ady! Eres muy inteligente, te compraré un juguete. — Le guiñe un ojo

—Pues… si tú eres feliz, yo también. — Me guiñó de vuelta.

Me reí de ella y comenzamos a desayunar, hoy tenía varios planes y como Michelle va a salir con Sam y demás compañeras, yo tendré que llevarme a Adela, aunque no es nada negativo porque si va Ady, eso significa que habrá más brazos para cargar.

—Señorita Valeria ¿Exactamente, por qué compró un taladro?— El señor Alexander Parecía muy confundido.

—No lo sé, ya le encontraré algún uso. — Me encogí de hombros.

—¿Cómo por ejemplo…?

—Batir. — Le respondí metiendo la broca de mi taladro a la taza de su café.

 

 

~~~
 


Fui con Adela a todas las tiendas posibles, compré cosas que ya me hacían falta día a día, como ropa, zapatos, corbatas, cinturones, accesorios, maquillaje, una bicicleta, una licuadora, mascadas, una máquina para hacer jugos, tinte para cabello, una tabla de surf, una silla para montar y varias cosas necesarias más.

Lo bueno es que las cosas caben en la limusina, Adela se había cansado y tuve que cargarla en mi espalda, yo estaba más activa y de mejor humor que cualquier otro día.

Ni siquiera me afectó saber que se casa hoy, estoy muy orgullosa de mi.

Compré un par de televisores, va a ser muy divertido ver la telenovela y una película a la vez.




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