Mi bella niñera

Sospechosos

—Te juro que mi auto se descompuso. — Oliver estaba un poco confundido de que haya ido a verlo hasta su departamento sólo para preguntarle de nuevo por Michelle y la noche anterior. — De hecho sigue sin servir, David lo llevo con el mecánico. ¿Quieres ir a verlo?

—No. — Me quedé pensativa. No podía dudar de Oliver.

—De hecho, estaba pensando en dejar ahí mi auto e ir a dejar a Michelle en taxi. Pero escaseaban y los que pasaban, mejor dejaba que se fueran los más ebrios. Además, ya te dije que Hugo se paró y se ofreció a llevarla, sé que estaría a salvo. ¿No? ¿O le ocurrió algo a Michelle? — Se preocupó.

—No, no pasó nada. —Seguí pensativa tratando de acomodar todo en mi cabeza. ¡Había sido Hugo! — A ver, recogiste a Michelle en la casa.

—Sí, tú me viste. — Me recordó.

—Fueron directo a la fiesta, la dejaste ahí y cuando llegaste, se tardaron porque tu auto no encendía, Hugo pasó y se la llevó, eso quiere decir que solo ustedes dos, estuvieron con ella ayer.

—Pues casi.— Admitió.

—¿Casi? ¿Cómo que casi? — Quería saber a lo que se refería.

—Pues en la fiesta es obvio que estuvo con más personas ¿No?

— Pues sí, pero esas personas son de su edad. — Expliqué.

— Sí, casi todas. — Parecía estar recordando.

—¿A qué te refieres? — Mis alertas se encendieron de nuevo.

— Cuando yo llegué a la fiesta y después de esperarla media hora, salió acompañada del que parecía ser Joaquín Galindo. Supongo que si alguien de su edad estaba en la fiesta, más personas pudieron estarlo ¿No?

—¡No puede ser! — Grité sin pensar. —¡Otro amiguito del señor Alexander! — Puse la mano en mi frente para poder concentrarme.

—No te entiendo, Val ¿Qué pasa? — Me preguntó Oliver.

—No, no. Nada, después te explico. — Salí de su departamento, pasé a ver a mi madre unas cuantas horas y finalmente le pedí a la limusina que me llevara a casa.

Porque la investigación es muy importante y necesitaba el transporte.

Cuando llegué, el señor Alexander y Andrés conversaban en la sala, Andrés lucía relajado escuchando los lamentos y los gritos del señor Alexander. Parecía furioso y triste. ¿De qué me perdí? ¿Porque no estuve a tiempo para consolarlo?

—¡Esto es algo muy serio! — Le gritó.

—Señor, la señorita Michelle ya está en la edad del amor y el romanticismo. En lugar de espantarse, debería de tener “la charla” con ella. — Le aconsejaba Andrés.

Al parecer todavía no se daban cuenta de mi presencia, tome provecho y seguí escuchando.

—¡No! ¡Yo sé qué pasa por su mente, Andrés! ¡Yo he visto cómo se consigue a mujeres de la edad de Michelle para sólo usarlas!

—Y ella, tan linda, tan inocente.— Andrés suspiró.

—¿Sabes qué es lo peor? — Le preguntó y contestó sin esperar respuesta. — ¡Que el susodicho es uno de mis amigos!

—¡¿Qué?! — Andrés actuaba sorprendido, como si no lo supiera.

—¡Fue Oliver! ¡Lo sé! ¡Jamás debí dejarla ir con él a solas! ¿¡Dónde está la señorita Valeria!? — Gritó.

—Salió con Oliver, creo.

—¿Con Oliver? — Rechino los dientes. — ¡Qué tonto! Y yo todavía encargándosela mucho.— Fingió una sonrisa. — Tan serio, formal y gay que se veía. — Se quejó.

—Yo pienso lo mismo ¡Y Val que se empeña en defenderlo! — Andrés dió su punto de vista.

—¿Hablan del romance de Michelle? — Adela iba pasando con su muñeca.

—¿Tú qué sabes de eso? — Le preguntó el señor Alexander.

—¿Yo? Nada. — Se encogió de hombros. — Sólo lo que dice el diario de Michelle.

—¿Leíste el diario de Michelle? ¡Eso no se hace! — La regañó.

—Perdon, papá, es que… — Lo pensó un segundo. — ¿Y ustedes cómo se enteraron?

—A mí me lo contó todo su padre. — Mintió Andrés. — Y él… se enteró… ¿Cómo se enteró, señor? — Le preguntó acusándolo.

—Pues — Trató de evadir. — Me tropecé con el diario de Michelle. — Sonrió nervioso.

— Ya basta, creo que no debemos de estarnos metiendo en donde no nos llaman. — Paré todo ese revoltijo que se traían los tres. — Michelle es una niña muy inteligente y madura.

—¿Usted lo sabía? — Me preguntó el señor Alexander. —¿Por qué diablos no me lo dijo?

—Yo también tenía mis sospechas, ayer al llegar ví que quien trajo a casa a Michelle fue Hugo. — Fui sincera.

—¿¡Hugo!? — Se cubrió el rostro el señor Alexander.

—Así que me puse a investigar.

—¿Y? ¿Qué averiguó? — Se me acercaron los tres con los ojos brillosos, hambrientos de información.

—¿Se trata de Oliver? ¿O no? — Me preguntó Andrés

— No, él solo llevó a Michelle a la fiesta, no pudo traerla porque se le descompuso el carro y por eso le pidió a Hugo que la trajera. Al parecer Hugo reconoció a Michelle, se estacionó y se ofreció a traerla.

—Que valiente coartada — Pareció decir con ironía Adela. — Yo creo que quiere echarle la culpa a Hugo.

—No hay que pelearse. — Andrés trató de calmarnos a todos. — Sólo debemos de averiguar si el amor secreto de Michelle es Oliver o Hugo.

—O Joaquín. — Solté.

—¡¿Joaquín?! — Gritaron todos.

— Sí. —Me encogí de hombros.

—¿Qué tiene que ver Joaquín en todo esto? — El señor Alexander estaba muy confundido.

—Pues según Oliver. Joaquín estuvo en la fiesta y con Michelle.— Todos guardaron silencio. — Desde que me desilusionó yo supe que ese hombre no era bueno. — Les recordé a todos.

—No, no, no. — Adela se metió. — Joaquín es muy bueno con Michelle y conmigo. El sería incapaz. Ya pensándolo bien, yo digo que fue Hugo.

—¡Claro que no! Claramente fue Oliver. — Andrés le contestó.

—Eso dices porque no conoces la otra cara de Joaquín. — Comenzamos a pelear.

—¿Saben qué? — El señor Alexander estaba perdiendo la paciencia. — Olvídense de todo eso. Mañana quiero aquí a los tres, le diré a Paula que los llame.

Cuando el señor Alexander sacó su teléfono se abrió la puerta principal, entró Michelle con una gran sonrisa.

—Hola. — Nos saludó a todos. — ¿Qué hacen aquí todos?




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