Mi bella niñera

Propuesta

Las noches que he pasado con Leandro han sido de las más divertidas, han pasado tres días en las que estamos juntos, le enseñé toda la ciudad, fuimos por mi casa y le presenté a todos los chicos que roban y asaltan, para que lo conocieran y no le hicieran nada, se cayeron muy bien mutuamente.

Leandro canta bastante bien y baila de igual manera, hemos salido a antros y es totalmente agradable no tener que abrazar a Lau toda la noche en la fila porque no nos quieren dejar pasar, hay veces que nos invitan a bares llenos de mujeres y aunque nos dan bebidas gratis, ninguna es doctora.

Faltaban tres días para navidad y no he comprado obsequios, ¿Qué le compraré a Paula? Ella también pasará navidad con nosotros. Estoy un 90% segura de que le compraré un tinte para que se retoque la raíz.

Leandro es muy gracioso e impulsivo, justo ayer, cuando caminábamos a las cuatro de madrugada por un parque descalzos, me aventó a la fuente, no se fue limpio porque logré tomarme de su chaqueta y arrastrarlo conmigo, reímos como locos y después subimos al auto a prender la calefacción.

No nos hemos olvidado de las niñas, un día, mientras ellas fueron a la escuela, nosotros dormímos y en la tarde salimos al cine, vimos tres películas, cada quien eligió una, yo una, él una y las niñas otra, comimos en donde las niñas eligieron y nos metimos a jugar quemados en unos trampolines, fue mala idea hacerlo en ese orden porque tuvimos que pagar una multa de mucho dinero, sólo porque el gerente resbaló con el vómito de Adela, deberían de poner letreros de “NO COMER TRES MALTEADAS DE CHOCOLATE, DOS COMBOS JUMBO Y TRES ÓRDENES DE PAPAS FRITAS ANTES DE INGRESAR AL JUEGO”

Fuimos a un museo en donde aprendimos mucho sobre nuestros antepasados, no me dejaron tocar nada, pero pude traerme un recuerdo, sin que nadie me viera arranqué una pluma de un penacho. Comimos tortas en una banqueta, no puedo creer que Leandro sea una persona tan cálida, espontánea e impulsiva, es todo lo contrario a su hermano.

Dormíamos en el sillón, Andrés comenzó a aspirar la sala y me despertó.

—¡Shhh! —Me quejé, me dolía de la cabeza a los pies de bailar toda la noche.

—Las niñas están a punto de llegar, Val. — Suspiré y resignada me levanté.

—¿Por qué debo hacerles todo yo? Debo comprar unas calcetas nuevas para Adela y comprar la medicina de Michelle. — Me quejaba de mis desgracias. — Soy toda una ama de casa. —Miré que Andrés había dejado café y pastel en la  mesa de centro. Leandro no se despertaba. — A veces me siento como si el señor Alexander y yo tuviéramos veinte años de casados y ya no viviéramos la emoción del amor … — Lo pensé un segundo. — Y no recuerdo la parte de la emoción. ¿Dónde quedó la alegría? ¿Dónde quedó la pasión? ¿La emoción? ¡Todo lo que tengo son quehaceres! ¡Responsabilidades! — Tomé el café y ví que era negro. — ¿No hay leche? —Le señalé la taza a Andrés con mala cara.

— A la otra ama de casa no se le dió la gana prepararlo con leche. — Botó la aspiradora y de mala gana la jaló hacia la puerta del ático, la cargó y bajó, se escuchó la puerta de abajo y yo me bebí el café cargado que me dió Andrés.

— Mi vida me deprime. —Me puse de pie y fui hacia los chocolates para las visitas. Al abrir el recipiente ví que estaba completamente vacío. —¡Andrés! ¡Ya no hay! —Le mostré.

—¿Crees que eres la única con problemas? — Me preguntó arrebatándome la tapa y volviendolo a tapar. Suspiramos y yo fui directo a despertar a Leandro, Andrés se sentó en las escaleras un poco triste.

La puerta se abrió y Paula entró con el señor Alexander, ambos miraron a Andrés y su tristeza.

—¿Qué tienes, Andrés? —El señor Alexander le preguntó.

—Dejame adivinar. — Paula sonrió. —¿Tú trabajo? ¿Tú peso? ¿Ningún futuro? — Se burló.

—Estaba tratando de saber ¿Por qué no tengo vida social? Pero ya que te vi, me subiste los ánimos. — Andrés se burló de Paula y se puso de pie.

Moví a Leandro, pero no hubo respuesta, fui junto al señor Alexander y le dije molesta.

—¿Sabe? Sé que está ocupado y que tiene mucho trabajo, lo entiendo. Pero no creo que deba de descuidar a las niñas. — Le reclamé.

—¿Las estoy descuidando? ¿De qué forma? — Se preocupó.

—Pues ellas están todo el día en casa esperándolo y usted no se digna ni siquiera en mirarlas y decirles: les invito una copa, vamos a bailar, que sexi te ves hoy… — Paré un segundo para pensar lo que dije.

El señor Alexander sólo me miró confundido y se alejó hacia su oficina.

Me resigné y volví al lado de Leandro, logré despertarlo, y lo primero que hizo fue sonreír.

—Es hermoso que lo primero que vea al despertar seas tú.

— ¡Ay, Leandro!— Me sonrojé.

—¿Qué haremos hoy? Es el último día de clases de mis sobrinas… ¿Crees que debamos ir a comer fuera y después a patinar? — Sonreí triste. — ¿Qué pasa, preciosa? — Me preguntó.

—Nada, creo que estoy cansada. — Mentí.

Me daba nostalgia recibir las palabras que yo quería que el señor Alexander me dijera y hacer las cosas que quiero hacer con él, pero que todas esas atenciones vinieran de su hermano.

— Veo algo diferente en tu mirada. —Tomó mi rostro para que lo mirara directo a los ojos. — ¿Qué es? ¿Algo que quieres y no puedes tener? — Su mirada me penetraba.

— Solo estoy cansada. —Subí a darme un baño.

Hicimos lo que él dijo, fuimos a comer y después a patinar en una gran pista de hielo, nos caímos varias veces y otras logramos librarlas. Adela estaba muy sonriente y Michelle ya estaba platicando con un chico, Leandro y yo estuvimos de acuerdo en ir por un helado e invitar a este chico. Finalmente nos encontramos con una feria callejera, no lo pensamos dos veces y fuimos, Adela se nos perdió una vez, pero pudimos recuperarla, la gente se comenzó a quejar de ella porque estaba ganando todos los juegos de reventar globos, llenamos el auto de alcancías.

Leandro me ganó un peluche gigante y otro exactamente igual pero más pequeño para Adela, José le ganó una alcancía de princesa a Michelle y le dijo que eso era para ella, porque ella también era una princesa. (Leandro le dijo que le dijera eso).




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