Mi bella niñera

No me esperes

—Calma, calma. — Lau no entendía lo que quería decirle por mis gritos sin control. —Estás histérica ¿Puedes calmarte y contarme despacio? — Suspiré, puse mi teléfono en en un mueble, estaba haciendo videollamada con Lau mientras hacia mis maletas.

—Lau, tú sabes cuánto deseo pertenecer a esta familia. Y no solo simbólicamente siendo la niñera, sí no de verdad un miembro que si en algún momento hay una rivalidad o un problema muy grande yo pudiera… quedarme con la casa.

—¡No es cierto! — Después de eso, Lau gritó de la emoción. —¿Te pidió que fueras su esposa?

—Sí, me pidió que huyamos juntos esta noche. — Recordé unas horas atrás.— Debo estar en el aeropuerto a las 12 de la noche o si no, él sabrá que lo he rechazado y no lo volveré a ver. Estoy vuelta loca, no sé ni lo que hago ¡Estoy empacando trajes de baño y es invierno!— Imploré un consejo.

—Val, tranquila. No hay cosa de la que yo esté más segura, más que de que tú estás destinada a ser feliz al lado del señor Alexander. Lo sé, lo siento en mi corazón. — Me dijo en tono tierno.

—¡Lau, no hablo del señor Alexander! ¡Su hermano es el que me pidió que huyeramos!

—¡Mucho mejor! Más joven y sin hijos. ¿Qué más quieres, Val?

—No, no, no. — Dejé la maleta que estaba armando y tomé mi teléfono. — ¿Qué estoy haciendo? ¡Es una locura, Lau! ¡No debo ni siquiera considerarlo! No lo conozco, lo trato dos minutos y él decide que quiere huir conmigo y casarnos. ¡Es extraño! ¡Es un capricho, solamente!

—Yo pienso que es romántico. — Suspiró Lau a través del teléfono

—¿¡Verdad que sí!? Pensé que estaba loca. —Me reí.

—¡A ver la sortija! — Lau se acercó demasiado al teléfono

—No me dió una sortija, me dió un diamante en una gargantilla. —Acerqué mi teléfono a mi collar.

—¡Es hermoso! ¡No lo puedo creer! — Decía Lau gritando y muy emocionada. — ¿Ya le contaste a tu madre?— Seguía gritando .

—Aún no lau, no le he dicho a nadie más que a ti, y necesito que guardes el secreto antes de que ella se entere y quiera ir al crucero conmigo y mi esposo Leandro. — Le advertí.

¿Cómo le iba a decir al señor Alexander que lo dejaba por su hermano?,¡¿Cómo se los iba a decir a las niñas y a Andrés?!

—Esta bien Val. Prometo no decir nada.

Michelle entró a mi habitación muy contenta.

—¡Val! Este día es inolvidable. — Sus ojos me transmitían felicidad.

—¡Oh, por Dios! ¿Lo hiciste? — Me asusté.

—¿Hacer qué? — Parecía confundida.

—Nada — Me desentendi. — ¿Qué hay de especial con hoy? — Pregunté.

—José es distinto, José es tan romántico y cariñoso. Estábamos en su casa viendo una película y estuvimos tomados de la mano, recostados en el sofá y acariciando nuestros rostros y manos. — Michelle suspiró, nisiquiera me miraba a mi, miraba hacia el vacío.

—¡Ay, linda! Estás muy enamorada.— Sonreí. Me alegraba verla tan feliz.

—Sí. Aunque es raro, él es distinto. Confieso que yo busco a un hombre que se parezca a mi papá. — se encogió de hombros.

—Sí, yo también. — Ella ni siquiera escuchó. — Linda, el único consejo que te doy es que escuches a tu corazón.

—Pues… mi corazón dice que regresé con José. — Se sonrojó.

—Linda, ese no es tu corazón. — Le aclaré. Ella se mordió los labios y salió corriendo.

—Val, tu madre acaba de llegar. — Andrés asomó su cabeza a mi habitación y enseguida salió

—¡Lau! ¡Se me olvidó que mi madre huele las propuestas a mil kilómetros de distancia!

—Tranquila, te va a apoyar. Dile que no hay otro boleto. — Me aconsejó. Me despedí de ella, colgué y bajé a ver a mi madre.

 

Mi madre solo quería comida, Andrés se negó a cocinar, la última vez mi madre ni las gracias le dió y se acabó el chocolate en polvo.

Me dispuse a calentar algo en el microondas y dárselo, pero ella ni siquiera esperó a que lo calentara.

—Mamá, estoy muy confundida. ¿Cuánto tiempo más debo esperar al señor Alexander? — Me daba alivio expresar mis sentimientos. No sabía cuánto más tenía qué pasar para que se diera cuenta que yo era la mujer de su vida. —¿Qué hizo que mi papá te prefiriera a ti?

— Val, no debes de comparar ninguna relación. Todas son diferentes y muy especiales. — Habló mi mamá con la boca llena.

—¡Vamos! ¡Dímelo! —La acusé.

—¡Que no!

—¡Dimeeee!

—Esta bien, tú y tu hermana ¿Contenta? — Bajo la mirada.

—¿Sabes? Siempre dudé que hubiera sido un embarazo de seis meses. —Admití.

—Val, sé que estás desesperada. Pero no te precipites sin estar segura de nada. Puedes echarlo todo a perder, mejor olvídate de eso, puedes trabajar para esta casa pero también tener algo fuera de aquí. Solo es cuestión de tomar las oportunidades que se te presenten. — mi madre terminó el plato.

—¿Por qué mi vida tuvo que complicarse? Yo ya estaba completamente segura de que iba a terminar al lado del señor Alexander pero estoy dejando mi juventud aquí y soy una mujer llena de vida, creo que ya sé lo que haré… — puse en alto mi rostro, ya sabía que decisión tomar.

—Hija, creo que sí debí esperar a que la comida se calentara. —Mi mamá se levantó y salió corriendo.

Me quedé sola, me levanté y serví helado en un plato hondo. Pensaba en lo difícil que iba ser todo, tomé asiento.

Si tan solo Dios me mandará una señal...

El señor Alexander entró a la cocina a servirse más café. Me sonrió al verme ahí.

—Señorita Valeria. —Dijo en tono de saludo. Usaba un abrigo negro por el frío, se vestía siempre tan formal, extrañaría eso. — Me preguntaba si… — Se sentó al lado de mi vió el helado que me estaba llevando a la boca. — Leandro y usted van salir hoy en la noche.

Mientras esperaba mi respuesta tomó la cuchara de entre mis dedos y agarró helado.

— Pues sí, lo estaba pensando. — Suspiré. — A… a, a — Tartamudeé. — A menos que usted no quiera. — Imploré en mi interior que me pidiera que me quedara. — A menos que usted piense que no debo ir a ningún lado porque mi lugar es aquí a su lado. Al suyo y al de las niñas. — Miré cómo detuvo una cucharada de helado que iba para su boca. — Solo dígalo. — Imploré.




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