Mi bella niñera

Solteras

POV ALEXANDER

Estaba ordenando los papeles para poder mandarlos a archivar. No desayuné y ya era la hora de la comida, Adela me trajo un vaso de leche y un panqueque que estaban en la cocina esta mañana, pero ya quería terminar esto y poder descansar. 

La puerta se abrió fuertemente.

—Disculpe, señor, me marcho ya que me despidió... ¡Ahorrese sus disculpas, ya no soporto más estas humillaciones! — Andrés estaba en la puerta con dos maletas, una en una mano y la otra en el piso. Cuando terminó de hablar, cerró la puerta y se escucharon sus pasos alejarse.

—¡Solo tráeme mi maldita comida! — Le grité y seguí con el papeleo.

Se escucharon pasos que se acercaban y la puerta se abrió de nuevo, era Andrés con una charola y unos sándwiches con algo de jugo.

—Con gusto vuelvo. — Cerró la puerta detrás de él y dejó la charola en mi escritorio.

—¿Y la señorita Valeria? — Pregunté dejando de lado los papeles para poder comer.

—Salió con Paula. — Dijo con rabia.

—¿Hay algo malo en eso? — Le pregunté. 

—No, claro que no. Pero creo que es egoísta. Cuando mandó a Val a terapia, pensé: "Genial" pero no pensé que eso fuera a afectarme también a mi. — Golpeó mi escritorio, me recliné en mi silla para mirar el berrinche. — Paula es mi única diversión en esta casa.

—¿Dices que la extrañas? — Quise comprender.

—No, señor. Estoy diciendo que no puedo desatar la ira que siento con nadie. — Me explicó.

—Andres. — Michelle entró a mi oficina. — Vinieron unas amigas ¿Puedes conseguirnos algo de beber?

—No te confundas, la hora feliz es cuando se van a su casa. — Miró a Michelle y ella lo miró confundida.

— ¿Lo ve? Con ella no funciona. — La señaló. — En seguida voy a atenderlas. — Le dijo a Michelle y ella asintió para después irse.

—Andrés, deja de quejarte. — Comencé a comer. —  Que la señorita Valeria esté olvidando a los hombres en buena señal. —Le expliqué.

—Usted es hombre, aunque no sepa nada de deportes y que le gusten los baños de burbujas.

—No se trata de mi. — Dejé la charola de lado y me levanté. — La señorita Valeria está olvidando por completo tener una relación formal y casarse, es lo mejor para ella, ya no se apresura a los romances, ya no le romperán su pobre corazón. 

—Y tampoco lo presiona a usted para comprometerse. — Me recordó Andrés.

—Lo sé. ¡¿No es maravilloso?! — Exploté de emoción.— Y lo mejor de todo es que fue idea del doctor y no mía. Nadie puede culparme a mí por eso.

—¡Lo culpo por esto! — La madre de la señorita Valeria entró a mi oficina empujando a un lado a Andrés para quedar frente a mi. — No sé quién está más loco, si ese loquero — Señaló la puerta. — Por decirle que no necesita casarse o usted por pagarlo. — Me señaló a mi, los ojos de Lucía eran rojos de furia. —Usted le va a decir que ya no puede pagarlo... ¡Que está quebrado! — Me señaló.

—Jamás le creería. ¿No sabe que este señor vale millones? — Andrés soltó antes de salir de mi oficina.

—¿No ha pensado en invertir en una panadería en mi colonia? — Me preguntó tranquilizandose un poco.

—Lucia, escúcheme bien, su hija ha reevaluado sus metas y no tenemos otro camino más que apoyarla. — Toqué su hombro.

—¿Y por qué apoyaría sus metas si ella no apoya las mías? — Empujó mi mano molesta.

—¿Cuáles son sus metas?

—Que se case y que tenga hijos. Que algún día pueda ver la foto de su familia en un marco. —
Se acercó a mí escritorio y tomó la foto que tengo sobre él. La miró con ternura.

—Esa es mi familia. — Le aclaré quitándole la foto y volviendo a ponerla en su lugar.

—¡De eso hablo! — Dijo obvia — Estoy muy molesta,  no sé si ese sándwich tiene jamón de puerco o de pavo. — Señaló mi comida.

—A ver, Lucía escúchame. — Traté de que entrara en razón. — Debe de darle espacio a su hija para crecer o si no, puede asfixiarla y ella se alejara de usted.— Ella suspiró triste 

—¿Cómo pude ser tan tonta? — Se acercó a mí charola y agarró un sándwich. —Es de pavo. — Comenzó a comérselo.

 

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Pasé toda la tarde relajandome, había terminado el trabajo y sólo debía de esperar la premiere de la campaña publicitaria. Dormí toda la tarde restante y cuando desperté miré que la señorita Valeria estaba arreglándose en la sala, estaba con Paula y ambas parecían llevarse muy bien. Suspiré y le mandé un mensaje a Michelle. Finalmente debía ir a mi oficina para poder enviar los documentos autorizados y con eso acabaría todo. Cuando iba hacia la oficina, me topé con Andrés escuchando detrás de una pared a la señorita Valeria y a Paula, las estaba espiando.

—¿¡Tienes que enterarte de todas las cosas que pasan en esta casa!? — Le grité molesto, me lo imaginaba así todos los días, escuchando conversaciones ajenas siempre.— ¡Pareces un maldito espía! — Él se giró mirándome avergonzado.

—Ya me enteré. — Llegó Michelle detrás de mí. — Van a ir a un Bar de solteros con Lau. Paula va a pagar el taxi y las botas que me prometiste, ya las aparté. — Me dió un beso en la mejilla y salió corriendo.

Andrés me miraba con ironía, yo traté de evadir su mirada.

—¿Sabe, señor?— Hizo una pausa para mí respuesta, al ver que no respondía continuó.— Si cambiamos la cita con el estilista para el mismo día, podríamos hablar bajo las secadoras. — Me ofreció, lo miré mal.

— Sólo quiero saber por qué Paula y la señorita Valeria de la noche a la mañana se llevan extremadamente bien cuando se odiaban a muerte. — Le expliqué.

—¿Eso es todo? — Alzó un ceja y puso los ojos en blanco como si lo que acababa de preguntar fuera una completa idiotez. — Paula se lleva bien con Val porque están solteras y junto con Lau, van a bares de solteros para festejar su soltería. — Explicó.

—Esa es una idiotez. — dije para mí.

El timbre sonó y Andrés se dirigió a abrir, yo fui atrás de él para ver todo con mis propios ojos. Laura entró a la casa.




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