Mi bella niñera

Perdón

—Val, no quiero fiesta. — Michelle estaba apuñalando mi corazón con cada palabra.

—¿De qué hablas? ¿Por qué?— Corrí a asomarme a los pasillos. Esto no puede ni saberlo Andrés. Todos queríamos hacerle una fiesta sorpresa, había convencido al señor Alexander en rentar un bar para celebrar los 18 de Michelle. —¡No digas esas cosas en la casa! — Susurré en tono de regaño. 

—Val, por favor. Ayúdame. — Michelle me imploraba, puso su carita de cachorrito. — No quiero fiesta, quiero irme de viaje con mis amigas. — Me quedé callada unos segundos y después reí a carcajadas. 

—¿Y tú crees que tu padre te va a dejar irte sola con tus amigas?— Seguí riéndome. — Es como decir que tú padre y yo vamos a casarnos mañana. 

—Val, por eso te pido ayuda. Es mi graduación, es mi cumpleaños, ¡es mi todo! Todos mis amigos y yo queremos ir a la playa una semana, ya le dieron permiso a la mayoría de mis amigas, por favor ayúdame a convencer a mi papá. — Me suplicaba al borde de un berrinche.

—Linda, creo que todos tomarían mejor que estuvieras embarazada, que lo que quieres hacer. Lo siento, no puedo ayudarte. — Seguí mirando mi cajón de ropa interior, estaba completamente segura que alguien había movido esto. 

—¿Qué? — Michelle parecía realmente herida. 

—Que no. — Respondí y después la miré. 

Su rostro reflejaba real confusión, como si no hubiera entendido mis palabras.

—Creo que no entendiste. — Llamó mi atención con sus manos y parpadeando rápido suspiró para decirme lentamente. — Todas mis amigas van a ir. — Repitió. 

— Que te manden muchas fotos, linda. — Era momento de ponerme seria. 

—¿Quién eres? — Preguntó confundida. 

—Soy una mujer que te ama, no estás lista para viajar sola, Michelle. — Haciendo memoria era lo primero a lo que le decía que no. 

—Val, pero si yo ya soy una adulta. — Se señaló de arriba a abajo.

—No porque le robes a Andrés sus hombreras y las uses de relleno ya eres una adulta. — Señalé su pecho.

—¡Val, casi cumplo 18! — Me gritó.

—Y no por eso tienes la madurez, la experiencia o la malicia necesaria.— Le respondí calmada. — Ahora dame esas hombreras que voy a bajar a ver a tu padre.  — Se las pedí y ella salió furiosa de mi habitación. 

Cuando por fin se fue, me vestí rápido, fue difícil conseguir el uniforme de Rodrigo, el jardinero.  Pero debía hacerlo, el señor Alexander no me dejaba otra opción. 
Cuando pude bajar a escondidas, salté del balcón de la habitación del señor Alexander al balcón de la oficina de él. 
Rodrigo se espantó porque estaba recortando las plantas de ahí. 

—¿Val? — Me preguntó. 

—¿Te ayudo a regarlas? — Tomé la manguera que estaba en el piso.

—Pensé que el señor Alexander te había mandado a un spa. — Rodrigo parecía asustado. 

—Bueno, no es fácil deshacerse de mí. — Nos miramos unos segundos y justo cuando él quiso correr, yo lo detuve poniendole el pie y haciendo que cayera. — No lo hagas más difícil. — Rodrigo intentó levantarse pero yo saqué un pañuelo y el cloroformo en spray. — Lo siento. — Puse bastante cantidad para dormirlo y lo hice. 

Rodrigo era muy débil, no pensar que casi me propone matrimonio hace un año.

Arrastré a Rodrigo hacia una esquina donde nadie lo viera, miraba constantemente hacia dentro, el señor Alexander leía unos documentos y parecía no haberse dado cuenta de nada. 

—Alex. — Entró Paula a la oficina con un póster. —Hice el prototipo para terminar de convencer a Lorena Peralta. 

Mis oídos se pusieron más alerta. 

—Perfecto. — El señor Alexander seguía en los papeles. 

—¿Seguro que te deshiciste de la niñera? — Le preguntó. 

—Completamente seguro, la llevé en la mañana al spa. Ella piensa que estoy en un masaje en otra habitación. — Dejó los papeles a un lado y sonrió triunfante. 

—¿Notas la tranquilidad? — Suspiró. — Deberias despedirla ya, Michelle va a cumplir 18 y Adela ya tiene 12. Ella no hace nada más que estar molestando en esta casa. 

—Señor, la señora Lorena Peralta ha llegado. — Andrés abrió la puerta.

—Hazla pasar. — Paula le ordenó a Andrés. —¿No es algo tonto que sea famosa sólo por su uniceja? 

—Su gran vínculo con Frida Khalo es el empujón que necesitó para triunfar, además, su piel es bonita y su figura escultural. — Dijo el señor Alexander. 

—Lo sé, por eso es la mujer más bonita en el medio artístico. Pero una imperfección — Paula se tocó el lugar entre sus cejas. — Puede ser un éxito en el lugar adecuado ¿No lo crees? — Paula dejó el póster recargado en la pared. 

—Tú deberías usar todas tus imperfecciones para ser famosa en zoológicos. — Andrés soltó para después salir de la oficina y a los pocos minutos entró Lorena, brillando, resplandeciendo, sus piernas largas con una hermosa minifalda. Su hermoso escote nada discreto que hacía que yo me volviera lesbiana.

Era la tercera mujer que más admiraba. Obviamente la primera era Sylvia Quintanilla y la segunda aquella mujer del súper que se metió la docena de uvas en la boca para no pagarlas, la seguí y las uvas estaban intactas cuando las sacó.

—Alexander. — Sonrió aquella mujer. 

—Lorena, un gusto volver a verte. — Le sonrió a la mujer de 43 años que parecía de 30. — ¿Recuerdas a mi asistente, Paula? 

—¡Claro! Esa mujer tan agradable… a veces me da miedo pero eso no es lo importante. — Lorena era tan linda. —¿No está aquí? — Preguntó mirando al rededor.

—Em… soy yo. —Paula parecía desilucionada de no haber sido recordada. 

—¡Sigues igual de bonita! — Le apretó una mejilla. — Escucha, yo aceptaré el papel protagónico sólo si tú me consigues como protagonista a Bruno Smith. — Fue directa. 

—Bruno Smith es un niño de 17 años. — Le recordó el señor Alexander.  — Parece de 20 pero aún así tú lucirás mucho más… — Lorena miró al señor Alexander en forma de advertencia. — Extranjera. — Terminó por decir. 

—Escucha, lo quiero a él. — Exigió. — Si no podemos conseguirlo a él y si no le dices a tu jardinero que deje de observarme, no hay película. 




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