POV ANDRÉS
Debía empacar para Michelle y además hacer mil cosas más para el señor Alexander. Nadie me dejaba terminar mi curso y en las noches, estaba tan rendido que me quedaba dormido de inmediato, habían sido tres días duros y agradecía que Michelle abandonara la casa por una semana, eso significaba no más amigas, no más fingir limpiar su habitación, no más ser simpático por compromiso con Paula.
Debía tener tiempo para mí y hoy por fin Michelle se iría llevándose a Paula durante una semana.
Paula pasó por Michelle para irse al aeropuerto, pero debía esperar unos minutos ya que el señor Alexander estaba despidiéndose de ella en su habitación.
—No olvides hacerte una pequeña herida para sangrar y atraer a los tiburones. — Le recordé amablemente a Paula.
Paula iba vestida de una forma que no la había visto antes, vestía de forma casual.
Paula comenzó a reír amistosamente, parecía muy fresca y relajada.
—Wow eres muy gracioso ¿sabes? — Me dió un codazo amistoso. — Te noto algo raro… — Me miró de arriba a abajo y sumí el estómago e inflé el pecho. — Parece como que tu vibra, tu autoestima es algo nuevo.
—¿En serio? — Pregunté emocionado. Había puesto en práctica todo lo que veía en el curso.
—Sí, claro… — Me miró con ojos tiernos. — Con esa clase de confianza puedes conseguir mujeres. — Dijo en un tono que yo ya había escuchado. — Aproveche esa energía sensual… — Sacó de su bolsillo mi memoria USB dónde venía mi curso.
—¡No puede ser!— Le arrebaté mi memoria.
—No seas patético. — Paula seguía riendo, mi autoestima estaba en el suelo. Aunque después recordé que era Paula y ella era incluso más patética que yo. — Esperaré fuera.
Salió y siguió riéndose.
El señor Alexander comenzó a bajar las escaleras con ambas maletas de Michelle, mientras que Val le repetía una y otra vez a Michelle que no confiara mucho en nadie, que revisara sus bebidas, que siempre durmiera en su habitación y que le mandara muchas fotos.
—¿Puedo ayudarle con eso? — Corrí para tomar una maleta de las dos que cargaba el señor Alexander.
—No, claro que no. Por favor no te molestes, siéntate y toma un baño en mi Jacuzzi.— El señor Alexander me dió ambas maletas. —¡Claro que sí quiero que me ayudes!
—¿Por qué de pronto todos me molestan? — Me quejé, parecía que todo el mundo estaba en mi contra.
—Sólo estamos celosos… — Llegamos abajo y yo me sorprendí de aquella declaración. — De tu sensual energía, que te ayudará a conseguir mujeres. — Habló imitando al tipo de mi curso.
—Ya no hay privacidad en esta casa. — Bufé.
—Bien, creo que te daré tu espacio ya que lo pides con esa gran energía sensual. — Se burló de nuevo.
El señor Alexander salió de la casa para llevar a Paula y a Michelle al aeropuerto.
Mientras que Val se quedó dentro, pero mirando el auto por el picaporte.
—¿Por qué no vas con ellos? — Le pregunté realmente curioso, Val era como una madre para Michelle.
—No podría dejarla ir, tengo un mal presentimiento. — Movió la punta del pie izquierdo golpeándolo contra el piso en repetidas ocasiones. —Este presentimiento lo tuve cuando mi hermana quiso irse a esa fiesta al otro lado de la ciudad. Le pedí que no se fuera porque sentía esto mismo en el pecho. — Se llevó su mano derecha mostrandome dónde sentía preocupación. — Mi corazón se siente oprimido y siento que no puedo respirar bien.
—¿Qué le pasó a tu hermana en esa fiesta? — Pregunté.
—Se casó. — Dijo con desprecio.
Me reí pero a Val no le hizo mucha gracia.
—Creo que sientes eso porque no te has separado de ella en cuatro años y es obvio que sientas el vacío en tu pecho. — Caminamos juntos a la sala.
—No lo sé, Andres. Algo va a pasar. — Comenzó a morder sus uñas.
—Mientras no tenga que limpiarlo yo, no tengo problema.— Me encogí de hombros.
El timbre sonó y fui a abrir de inmediato.
Lucía entró con una gran sonrisa.
—¡Mamá! — Val sonrió y fue a abrazarla.
—¿Cómo estás, mi amor? — Le preguntó Lucía mientras la separaba de ella y acariciaba su rostro.
—Rara, me siento rara. — Val tenía el rostro extraño, como si realmente fuera a ocurrir alguna tragedia. Adela bajó con un suéter entre sus manos.
—Estoy lista. — Adela miró a Val y a Lucía. —¿Sigues con eso? — Preguntó. —Ya te dije que Michelle estará bien, Paula no la dejará tranquila y ni siquiera podrá divertirse con sus amigas.
Val sonrió.
—Eres la mejor, sabes cómo levantarme de mis problemas existenciales. — Val abrazó con una sola mano a Adela.
—¿A dónde irán las tres? — Pregunté.
—Iremos al doctor. — Val susurró mientras Adela tocia para disimular el sonido de la palabra.
—¿Por qué es un secreto? —Pregunté.
¿Quién estará embarazada?
—Porque la madre de Val se asusta. — Adela Susurró.
—No estoy asustada por la consulta. — Lucía se cruzó de brazos.
—Estoy hablando de que te asustarás cuando te digan que subiste de peso otra vez. — Adela le recordó y Lucía hizo una mueca.
—¿Escribiste todo lo que comiste ayer como te dijo el doctor?— Le preguntó Val a su madre.
Lucía sacó una hoja entregándosela a Val, Val comenzó a leerla, la hoja tenía escrito cosas por ambas caras.
Lucía sacó otra hoja entregándosela a Val otra vez. Val sonrió satisfecha.
Lucía sacó una tercera hora y también se la dió a Val.
—Lo hiciste muy bien, realmente estoy muy orgullosa. — Adela sonrió y le dió unas cuantas palmadas en la espalda a Lucía.
Las tres se fueron al doctor y yo quedé solo en casa.
Ahora sí podré darme un poco de relajación para fortalecer mi energía.
Podría iniciar con un baño, podré escuchar mi curso y descubrir el secreto que tanto dinero me costó.
Después del baño comencé a escuchar mi penúltima cinta, no sin antes ir a alimentar mi estómago.
El timbre sonó y maldije mi suerte. Fui a abrir de inmediato.
Editado: 21.01.2021