Mi Bello Amor

Capítulo 24.- Mérida Señorial

Alejandra sentía una vorágine de sentimientos encontrados, la emoción de volver a pisar tierra venezolana versus la tristeza del estado delicado de su abuela. Por añadidura también se agregaban las condiciones económicas de su país. Todo un sinfín de emociones y pensamientos que se mezclaban debilitando su estado emocional. Tuvo que recurrir a sus creencias religiosas y refugiarse en su fe para no caer en un pozo del que le costara salir después. Aprovechando que Karla dormía se puso a rezar y a pedir por la recuperación de su abuela. 

Llegaron a Maiquetia y se pasaron al aeropuerto nacional para tomar un vuelo que las llevara hasta la ciudad de Mérida. Alejandra puso sobre aviso a Karla ya que el descenso al llegar era un poco complicado por la presencia de montañas alrededor del aeropuerto. 

-No te vayas a asustar. Advirtió -Es fuerte la primera vez que lo experimentas. 

-Augh!. Será peor que una montaña rusa. 

-No tanto pero si sentirás la adrenalina. Expuso. -Tranquila, llegarás sana y salva.

Su amiga cerró los ojos y se persignó. Alejandra en medio de su tristeza sonrió. Karla distaba mucho de ser religiosa. 

Su padre las esperaba en la recepción del aeropuerto. Emocionado de volver a abrazar a su pequeña. Más de cuatro años sin hacerlo ya era mucho tiempo. Alejandra tuvo que controlarse para no echarse a correr a su encuentro. Estaba casi igual que cuando se fue. Sólo un poco envejecido. Altivo como su hija. De recio carácter ahora con los ojos humedecidos del sentimiento que se le desbordaba. Duraron unos minutos abrazados. Era tan reconfortante estar entre esos brazos. Los mismos que de niña la acunaban. Que la hacían sentir tan protegida y amada 

Lo primero que hizo fue pedirle la bendición, una costumbre venezolana.

-Dios te bendiga, hija. Que linda estás!. 

-Ella es Karla, mi amiga. Ya la conoces por fotos. Exclamó dirigiéndose a ella que callada observaba la emotiva escena. 

-Encantada, señor  Antonio. Le tendió la mano con una sonrisa.

-Igualmente. Bienvenida. Saludó amable.

-Vamos directo al hospital. Allá nos espera Mónica. Hoy hay junta médica en el hospital y se deciden las operaciones. A menos que estén muy agotadas y quieran ir a descansar primero. 

-Vinimos a colaborar. Ni hablar. Así que no me vean a mi. Ya habrá tiempo para dormir y reponer fuerzas. Alegó Karla ante la mirada apenada de padre e hija. Quien eran muy parecidos físicamente.

Con desazón Alejandra pisaba de nuevo tierras merideñas. En el camino suspiró al ver de nuevo al imponente Pico Bolívar que engalanaba el paisaje de la ciudad con la blanca nieve en su cúspide.

Cómo había extrañado todo aquello. Ya quería ver a su bella madre. A sus primos. Su perro. Su cuarto. Su cama. Y a su amada abuelita. El sentido de pertenencia haciendo meña en su mente y corazón. Agradeció infinitamente a Dios por la oportunidad que le estaba dando y a Leonardo por hacer posible ese reencuentro. Quiso escribirle y recordó no podía, a menos que ubicará un sitio con WiFi. Tendría que esperar y comprar un ship. Le explicó a Karla. Su padre escuchó y les prestó su móvil. Podían usarlo mientras resolvían 

-Que hermosa vista. Exclamó Karla al ver las montañas  y sus picos.

-Prometo llevarte hasta Pico Espejo en el teleférico. Después que resolvamos. De aquí no te irás sin conocer nuestras maravillas naturales.

Mérida, ciudad universitaria ubicada en la Cordillera Andina con un excelente clima y atractivos naturales que la habían convertido en el sitio preferido de muchos turistas nacionales e internacionales, pero que ahora no escapaba de la nefasta crisis reflejada en la merma de visitantes en los últimos años. Como consecuencia muchos negocios  dedicados al turismo estaban al borde de la bancarrota y aguantaban esperando la venida de mejores tiempos.

Leonardo recibió un mensaje de parte de Alejandra. Sólo escribió <Gracias. Soy Ale> Su corazón se llenó de gozo. Decidió enviarle una imagen <🌷> . Ella la miró y una sonrisa se dibujó en su rostro.

-Hija, tu jefe. El señor Ruggieri ofreció apoyo monetario para los gastos de tu abuela. Le expliqué no era necesario. Ya nos contactó una fundación que nos aportará los insumos y también tenemos el aporte de los vecinos quienes se han mostrado muy solidarios y realizaron una colecta en la comunidad. Tenemos todo listo para la operación. 

Se bajó del vehículo y sintió un jalón en su brazo, era su madre quien sin aguantarse ya la estaba esperando ansiosa en el estacionamiento, primero la miró para luego tocar su cara y colocar su frente junto a la suya. En silencio. No necesitaba hablar. Su preciado tesoro había llegado. Gruesas lágrimas de felicidad corrían por su cara. Estaba serena. Como mujer de fe había puesto todo en manos de Dios. El Altísimo como solía decir. Lo heredó de su mamá y luego lo transfirió a su hija. Ese fervor religioso que les brindaba fortaleza y tejía hilos invisibles de unión entre ellas.

Subieron hasta el piso destinado a cuidados intensivos. Allá aguardaban  sus tíos quienes después de los saludos y abrazos de rigor explicaron la situación delicada de su abuela Sofia. 

Karla hablaba con la madre de Alejandra contándole las anécdotas del viaje cuando salió un joven y apuesto doctor de un consultorio.



#22913 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, romance, drama

Editado: 01.09.2021

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