Me encuentro en la entrada del hospital, pues hoy es Domingo y cómo lo prometido es deuda, y así ha sido desde hace un mes cada domingo entre la madre de Romina y yo traemos panecillos para compartir entre el personal del hospital, visitas cómo nostras y uno qué otro paciente, y ahora me ha tocado a mí.
He comprado panecillo de diversos sabores y bueno he venido aquí casi un mes, así qué prácticamente ya conosco a todo el personal del hospital e incluso he hecho uno que otro amigo, y eso a veces me toma cierta ventaja pues me alargan un poco más las visitas a Romina.
-Hola Kiara, ¿Tan temprano en Domingo?, me pregunta sonriente la enfermera de recepción a la entrada del hospital.
-Buenos días Luz, te traje tus favoritos rollitos de canela, y le entrego una caja de los mencionados postres.
Ella la toma y sonríe, -Gracias Kiara, pero antes registrate por favor.
-Llevo un poco de prisa, anotame tú ¿Puedes?, le digo tiernamente.
-Bien lo haré, pero bien sabes qué no puedes pasar con esos postres, dejalos aquí y se los daré al personal, Te lo prometo, me dice con su característica sonrisa.
-Bien, resoplo y le entrego todas las cajas excepto tres pues una es para la mamá de Romi, otra para el médico qué la atiende y otra para mí, ella no me dice nada pues sabe que no rompo las normas del hospital, sólo me sonrie y me dice, -Adios Kiara suerte.
-Gracias, le resondo subiendo las escaleras del hospital, Luz es una enfermera algo mayor, pero muy alegre pues a sus 54 años sigue viva y cuál chispa y desde qué llegue aquí se hizo mí cómplice en las visitas alargadas, es una mujer muy amable, de estatura promedio, piel morena y hermoso cabello negro y rizado es todo un amor.
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-Uff, ya era hora, digo en voz alta, pues el edificio es de 5 plantas y Romina está en el último piso, y bueno he considerado la propuesta de Freddy, creo qué me inscribire al Gym, pero bueno lo más importante es ir a cuidar a mí bella amiga, me he levantado con una actitud más positiva, pues se que así Romina se sentirá en confianza y podremos verla despierta pronto, al menos eso quiero creer y se qué así sera. Cuándo llegó al pasillo no encuentro a la madre de Romina, pero no tengo que informar qué llegue pues ya saben a qué vengo.
-¡Alto Kiara!, dice el médico de Romina, Un hombre de no más de 40 años, muy alegre y bien parecido.
-¿Puedo pasar?, le digo nerviosa.
-Deja las cajas aquí, me dice riendo.
-Bien, además una es para usted, y se la entregó y él la toma con gusto, -Gracias ¿Son con arandanos?, me cuestiona curioso.
-Si cómo simepre le respondo con una ligera sonrisa.
-Bien entra con las cajas pero no comas dentro de la habitación, ¿Hecho?, me advierte serio.
-Hecho, le respondo y entró a la habitación de Romi, al traer las mano ocupadas cierro la puerta con mí pie y al hacerlo se cae mi telefono al suelo, yo coloco las cajas en la mesa que esta a la entrada de la puerta y me agacho a levantar mi telefono.
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-Si me vieras ahora, te mueres de risa con mi torpeza Romina, me has contagiado tú torpeza, digo en voz alta.
-¡Creo qué tienes razón!, dice una voz peculiar pero ya conocida para mi....