Mi caos favorito

Extra 1

La vida en el apartamento de Martín era una rutina de sorpresas. Su día ya no empezaba con el orden de una alarma, sino con el sonido de las carcajadas de Luz, que, para su exasperación y deleite, seguía durmiendo con sus viejos pijamas de dibujos animados.

Una mañana, Martín se levantó y se encontró con un espectáculo inusual. Luz estaba en la cocina, con el pelo aún más revuelto de lo normal, intentando hacer un pastel. La encimera de mármol estaba salpicada de harina, un bol de metal con un líquido de color indescriptible reposaba sobre la mesa, y el aroma a algo que no era canela quemada, pero sí ligeramente carbonizado, flotaba en el aire. Enzo y Ferrari estaban al acecho, esperando que algún ingrediente cayera al suelo.

—Buenos días —dijo Martín, conteniendo una sonrisa—. ¿Qué es esto? ¿Un experimento científico o el desayuno?

—¡Buenos días, mi amor! —exclamó Luz, dándole un rápido beso en los labios, dejando un rastro de harina en su mejilla—. Es un pastel de la “liberación artística”. Se me olvidó la levadura, pero no importa, ¡la inspiración no se puede medir!

Martín suspiró, pero una sonrisa se asomó a sus labios. Sacó su móvil y abrió una nueva nota. Empezó a escribir.

—¿Qué haces? —preguntó Luz, con curiosidad.

—Hago una lista —respondió Martín—. Una lista del “Manual de Instrucciones del Caos”. Por ejemplo: “Instrucción n.º 1: Un pastel sin levadura es un panqueque grande. Instrucción n.º 2: La harina es un enemigo que siempre gana”.

Luz soltó una carcajada. —¡Me encanta! Yo puedo ayudarte a escribirlo. “Instrucción n.º 3: Cuando la pintura se te caiga, ¡haz que parezca arte!”.

Martín se sentó en la silla de la cocina, ignorando las manchas de harina. —Instrucción n.º 4: El pañuelo Givenchy es un trapo, pero solo en caso de emergencia y con supervisión.

Luz le lanzó un puñado de harina que cayó en su impecable cabello. —¡Ja! ¡Ese pañuelo ahora está enmarcado en el estudio, como prueba de tu primer fracaso feliz!

En medio de las risas y la harina, Martín se dio cuenta de algo. Su vida, que antes había sido una hoja de cálculo perfecta, ahora era un manual del caos. Y cada página, llena de manchas de pintura y listas ridículas, era un recordatorio de lo mucho que había cambiado.

Esa noche, mientras se acurrucaban en el sofá, Martín le leyó la lista que había hecho:

—Instrucción n.º 7: Los galgos italianos son más felices con un poco de comida no autorizada.
—Instrucción n.º 8: Las reuniones de negocios son más productivas con dibujos en el margen.
—Instrucción n.º 9: El amor no se planifica, se dibuja.

Luz le dio un beso suave. —Y la más importante, mi amor: “Instrucción n.º 10: No importa cuán desordenada sea la vida, siempre habrá espacio para la lista del hombre que me ama”.

Martín sonrió. El orden y el caos no solo se habían fusionado; se habían convertido en la receta perfecta para una vida de amor y risas. Y aunque su manual del caos nunca estaría completo, sabía que cada nuevo día juntos sería una nueva y maravillosa instrucción.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.