Nunca mires a una puta con ojos de alegría;
es como cantarle a la muerte,
como visitar el burdel a las doce del día.
Es como nadar en el piso,
como mendigar en el vacío,
como comparar emociones.
Nunca hagas de ella una solemne congregación de historias,
porque solo escuchan los chelines del fondo de tu pantalón.
Y no seas malo,
ni dios,
ni diablo.
Sé un caballero,
tanto, que queden inmóviles tu olor, tu esencia.
Nunca mires a una puta con ojos de amor.
Nunca.
Porque te enamoras de un cadáver que se mueve.
Pero ellas aman.
Lo saben hacer.
No solo cogen hasta el alba,
también quieren de verdad.
Mucho más que las serias debajo de la falda de mamá,
mucho más que esas que pintan cuadros a medio Picasso.