Son dignas de un analfabeto,
de pelo en pecho
y sin educación.
De noches de éxtasis sin verbos,
de coger por coger,
de usar por usarlas.
De los buenos que hicieron malos,
de esos que hacen ilusiones en sus sueños.
No… un poeta no.
Mejor uno que les dé lágrimas en vez de flores,
de esos que las ven como condones.
¿Para qué esperar versos en la ventana,
mi Julieta?
Mejor espera
la espera de los engaños…
a esos valoran más.
No merecen un poeta.
Esos valen poco,
como dar cielo
si en el infierno es mejor.
Me río narrando moralejas,
para ver —entre llantos—
cómo suplican un caballero,
en su estúpida selección de cuentos.