No te conoces.
Al menos no esa mierda que te crees,
esa “creadora de desastre”.
No. No lo eres.
No te conoces.
Esa kriptonita que pensabas ser en mí,
no lo era.
Eras la única paz en mi caos,
pero no me creías.
No te conoces.
Tu cuerpo brilla sin luz
y que temas lo eterno
no es un defecto,
solo cobardía.
No te conoces.
A veces el bien
se viste con lágrimas.
Llorar sangre
no siempre es sinónimo de dolor.
No te conoces.
Hacer menos mal
no quita el mal.
Si el muerto te dice que vive,
créelo… aunque hieda.
No te conoces.
La ausencia
no rearma castillos.
Y mucho menos
te hace héroe.
Si el médico huye
en plena operación,
se muere el paciente.
No te conoces.
No corras de ti,
corriendo de todos.
Porque no todos
saben cómo tratar
a un desconocido.