Estar o no estar a tu lado
es la medida de mi tiempo,
horas y días.
Creada en todos los lugares
donde reposo mis ojos,
con la frente levantada
y la silueta entre un vestido,
eres más hermosa
que el cantar del cóndor en los pinos,
que el subsidio del júbilo,
que un eclipse en medio de la aurora.
Siempre buscando a quién salvar,
nada se asemeja a esa historia de lujuria
que deja tu presencia.
Tus manos hacen un castillo en el espacio
y esos labios que se alzan en tu rostro,
como pintando soles en el viento.
Y ese mirar donde nacen galaxias en el infinito,
y ese cuello que se mueve
para escuchar gritos en el vacío.
Esos glúteos que son el castigo a los condenados
y ese beso que ansía la prueba de tus labios.
Ese misterio que afirma el río de tu pecho,
acostado bajo la sombra de tus senos.
Si tú no existieras,
las estrellas, a pesar de su luz inmortal,
perderían su propósito.
Sin ti, ¿qué sería del mundo?