Y estaba ahí, perdido entre las franjas de sus caderas y lo acogedor de sus mejillas.
No había visto obra más bella, ni mucho menos tanta seguridad e inseguridad en un solo arte.
Me enamoré de eso, de eso sus imperfecciones y la manera poco justa en la que se atormentaba, deslumbrándome.
De adivino olvide su nombre ¿Cómo saber? Si mis intenciones más que hurto a bellas artes, era llevarla a lo más bonito de mis poemas.
Me excuse ante mano del mierdero de mi corazón y le enseñé los pedazos rotos, para que no se lastimara.
Le confesé mi amor por Benedetti y de la importancia igualada a cero que le doy al hecho de sus estrías o ambigüedades.
No sé si así estaba creada, pero de mi risa se reía, me volví el payaso de sus obras y quería un senocidio en su escote.
Me llamo pervertido sin conocerme y al saber de mi quiso en su curiosidad el tintero de mi carbónico.
Y yo me quede como siempre, perdido, solo, porque todo pasó en una noche o en mi mente, no sabía que mis 7 vidas, le pertenecían a un cuadro.