Yo fui el hombre más amado,
el suertudo entre las palmas de unas manos
halladas antes en mí.
Yo fui el más querido,
la aurora candente en pleno sol
arropado del frío invierno,
del que no me quería ir.
Yo no fui un buen hombre,
porque al paso del tiempo
me he enterado por el pasado
que yo promovía tristeza.
¡Ah, pero tiene razón!
Lo sé,
porque yo no fui
ni seré nunca esa felicidad
de la que sentirme orgulloso.
No es esta una forma de pedir perdón,
las lágrimas no tienen reversas.
Es esta una forma de agradecimiento.
Porque yo sí fui feliz,
más mi felicidad era promotora de heridas
que yo pensaba cosía.
¡Cómo lo siento!