Mi chico

Capítulo 4. {¡La vieja de matemáticas!}

Capítulo 4.

{¡La vieja de matemáticas!}

Azucena.

— ¡Que carajos Azucena! — dice Clara.

Todos nos miraban, mejor dicho me miraban. Quería esconderme o que un poso se abriera justo en mi lugar y me tragara.

— Eso…— comienza Brandon.

— Fue intenso — termina Teresa, quien mira hacia el lugar en donde el chico de los brillitos, mejor conocido como Russel, está sentado.

— ¿Qué? No sé de qué hablan — dije  tratando de sonar  calmada.

— ¿De dónde lo conoces? — pregunta Lor, quien intenta que Brandon pase su brazo sobre su hombro.

— De ningún lado — mentí. Miro hacia Russel quien estaba ocupado mirando su celular.

— ¿Por qué dijo “Que bueno verte de nuevo”? O lo que sea — dice Ramiro.

Mis amigos me miraban esperando que dijera algo. Pero la verdad que es todavía seguía procesando todo. El chico sexy, sensual y lleno de brillitos es Russel Duarte. Un chico que le hizo un rostro nuevo a un compañero suyo y repitió el año.

<<Por eso no tienes que besarte con desconocidos. >> Susurra mi conciencia.

Justo cuando iba a abrir la boca. La profesora entro al salón.

—Buenos días, soy la profesora Alvares. Su maestra de matemáticas — dijo una vez que nos miró. Sus ojos verdes pasearon por el  curso.  —  Como soy nueva, me gustaría conocer a mis alumnos. Así que cada uno se presentara con su nombre y apellido, dirá algo que le guste y me dirá que es lo que espera de esta materia.

Ramiro y Clara, se dan vuelta y miran al frente. Brandon se sienta junto a Lor. Y Tere se acomoda a mi lado. Miro hacia Russel, quien se sienta solo.

Sigo procesando que es el chico de los brillitos, con la luz clara del día. Puedo observar que es mucho más apuesto que lo que  la tenues luz del boliche me dejo ver. Sus rulos son tan perfectos, recuerdo como mis dedos se enredaron en ese pelo… Como sus manos despeinaron  mi pelo, y se aferraba a mi cintura.

Él se da vuelta y me descubre mirándolo, me sonríe y vuelve su vista al celular. En ese preciso momento morí  de vergüenza.

Podrían poner en mi tumba “Murió por  babosa”

— Mi nombre es Teresa Moris, me gusta jugar al LOL y lo único que espero de esta materia es aprobar y no quedarme de año  — la voz de mi amiga. Me saca de mis pensamientos.

Las risas se escuchan en el curso. Teresa es todo un personaje.

— Un gusto conocerte Teresa — dice la profe con una sonrisa. Luego me mira, su sonrisa tambalea un poco, quiero pensar que es mi imaginación. — ¿Tu… tu nombre?

— Mi nombre es Azucena Black, me gusta  cantar y tocar la guitarra. Y al igual que mi amiga — paso un brazo por sus hombros. — Espero aprobar la materia.

La profesora Alvares, me mira con los ojos entrecerrados. Siento como si estuviera analizándome.

— Que poco original señorita… Black — dice con una sonrisa.

Levanto mis cejas en señal de sorpresa. Antes de que pueda decir algo, continúa con el resto.

—  Que mina idiota — comenta por lo bajo Teresa.

— Estoy de acuerdo.

Cuando llega el turno de Russel, veo que todos se han quedado callados. Y lo miran atentamente, a  él parece no importarle. Si estuviera en su lugar estaría hundida en mi asiento. Odio ser el centro de las miradas.

— Mi nombre es Russel Duarte,  aunque usted  profesora ya me conoce — sonríe de forma cínica. La profesora Alvares lo mira con una sonrisa tensa. — Me gusta   el color negro — dice encogiéndose de hombros. — Y espero no tener que verla de nuevo el siguiente año.

Levanto mis cejas en señal de sorpresa. Todos están igual que yo, la profesora aprieta sus labios. Y respira fuertemente por la nariz.

— Muy bien señor Duarte, espero no tener que verlo el siguiente año por golpear a algún compañero.

Se escuchó un “Uh” de Ramiro. Russel se dio vuelta a mirarlo y este se quedó callado.

<<El miedo no es sonso. >>

— Bien, la clase de hoy…

La profesora continua con su clase, sinceramente odio a esta maestra. No explica mal, pero es una idiota.

***

— ¿Te quedas aquí? — Pregunta Teresa viendo que sigo rumbo a la biblioteca.

— Sí,  quiero  buscar unos libros.

— Pero si es nuestro primer día de clase, ni siquiera tenemos tarea — dice ella riendo. — deja de ser tan nerd.

— Oye — me quejo. — Son unos libros de romance que vi que trajeron nuevos.

—Okey, llámame si quieres jugar al LOL—  dice ella, me da un beso en la mejilla.

— Claro Tere, nos vemos.

Una vez que ella se retira, camino hacia la biblioteca.

— Hola Anita — saludo a la bibliotecaria, una mujer de casi sesenta años.

— Hola Azucena — me saluda. — No hay nadie, puedes hacer música tranquila.

— Gracias.

Desde hace dos años, comencé a escribir canciones. Al principio no era nada importante, un par de frases que rimaban. Luego sentí esa  necesidad rara de escribir mis sentimientos o sentimientos que otras personas tenían.

Luego comencé con las melodías, melodías que pegaban con las letras. Creo que le debo el talento de la música a mi mamá. Aunque ella me enseño a tocar y cantar, avecés siento vergüenza de mostrarle lo que hago.

Por esa razón, hace dos años que vengo a componer mi música a la biblioteca. Es el horario del contra turno, casi nadie (por no decir nadie) entra a esta hora a la biblioteca. Así que me adueño de un sillón marrón, en donde acomodo mi cuerpo cansado. Saco mi ukelele de mi mochila, y la libreta en donde tengo mis canciones.

Comienzo a tocar unos pequeños acordes.

Quiero decirte que hoy… — sacudo mi cabeza y cambio de acordes. — Me enamorado de tus labios y que tus ojos son el lugar, en donde me pierdo para volver a empezar.

Comienzo a agregarle un par  notas, haciendo que tenga un ritmo tranquilo al principio. Pero en la parte de los coros comience a ser más movida.




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