Mi chico

Capítulo 8. {Pequeña entrometida.}

 

Capítulo 8.

{Pequeña entrometida.}

Azucena.

La semana había sido larga, demasiado. Comenzando porque Clara, Loriana y Ramiro. No me hablaban y por ende el grupo estaba dividido. Brandon y Tere si me hablan y no están molestos conmigo. Pero como que les incomodo, a ambos, mi escena con Russell.

Así que mientras Tere estaba ofendida, porque  bese al chico malo. Del cual “debería tener cuidado”, sus palabras. Brandon, piensa que cante muy bien, pero que no le agrada para nada Russell y que cree que solo quiere mi cuerpo.

— No lo conocen, no sé porque siempre dicen lo peor de él. No deberían juzgar a nadie por lo que dicen o comentan los demás.

— Si, no lo conocemos. Pero vos tampoco — habla Brandon.

— Es que sos muy inocente Azu, piensas que todos son buenos. Y nunca vez lo malo en los demás — dice Tere. — Y la verdad, quiero al grupo unido de vuelta. Aunque deteste que  la parejita se besuquee y que Brandon sea acosado por Lor. Es mi habitad natural.

Suelto una risa.

—Eh, a mí no me molesta no ser acosado — se defiende Brandon. — Pero si me molesta que el grupo este dividido.

—Pero yo no hice nada.

— Si lo hiciste, le dijiste que no a la niña mimada — dice Tere.

Conozco a Clara desde los ocho años. Fuimos amigas desde siempre y algo que siempre supe de ella. Aparte de que ama el rosa, ser el centro de atención y la ropa bonita. Es que detesta que le lleven la contraria o no hagan lo que ella  quiere. Es algo que le molesta enserio.

Por eso, no me ha hablado. Sé que espera que yo haga todo y la busque para decirle que tiene razón. Pero no pienso hacerlo, porque no tiene razón.

Miro hacia el lugar habitual de Russel, estaba  escribiendo o garabateando en su cuaderno.  Al parecer nota que lo estoy mirando, ya que se da vuelta, sus ojos oscuros me miran. Le  regalo una sonrisa y él me devuelve, luego vuelve a lo suyo.

¿Cómo es que todos ven algo malo?

— ¿Podrías dejar de mirarlo? — murmura Teresa enojada. — No sé qué le ven  las chicas buenas e inocentes. A los matones que van por ahí golpeando gente. Y solo porque cantan y se ponen brilloso debajo de los ojos, creen que son buenos.

La miro incrédula.

— ¿Me estás diciendo superficial? —cuestiono ofendida.

Teresa se encoje de hombros y Brandon intenta desaparecer en su lugar.

— Sí.

Abro mi boca  y la vuelvo a cerrar no sé qué decirle.

— Perfecto  — dije.

Agarre mis auriculares y me los puse. Estoy enojada e indignada.

Por un lado no quiero enojarme con mis amigos por un chico, es decir,   quiero creer que Russel no es tan malo como todos dicen. Porque siento que no lo es, pero tengo miedo de que me este equivocando y quedar como idiota.

Vuelvo a mirar al pelinegro.

¿Me estaré equivocando contigo Russel?

***

Sentía mi cabeza en paz, mientras arreglaba los últimos retoques a la canción de mis papas. Necesitaba estos minutos en paz, este tiempo para estar conmigo misma y aclarar mi mente.

La música me relaja, mejor dicho componer lo hace. Escribir lo que siento en un papel, luego darle ritmo, hacerle un par de cambios. ¡Y listo! Una hermosa canción, digna de un Grammy.

Podría ser la próxima  Taylor Swift, pero  no me gusta compartir lo que escribo con nadie. Mucho menos cuando son mis sentimientos o algo parecido.

Miro la hoja llena de palabras y rayas, es el lugar en donde escribí todo lo que sentía. Miro la hoja, podría agregarle algunas melodías.

Él es callado, muchas veces por ello es criticado.

 Las palabras que usan para hablar de él, lo han afectado.

Si conocieras como sus carias sanan, como sus labios hablan, como sus manos acarician tu alma.

Él es oscuro, pero tiene brillo.  No es como lo describen, es más de lo que hablan.

Si él supiera todas las cosas que de él me encantan.

— Quisiera saber cuáles son las cosas que de mí, te encantan — habla una voz ronca en mi oído.

Pego un salto del susto. Que me hace tirar la hoja, el ukelele y seguramente mi dignidad. Después de que Russel me asustara.

— ¿Qué te pasa? ¿Por qué siempre tienes que asustarme?

— Porque así es mucho mas divertido.

Él se sienta a mi lado, toma la hoja del suelo y comienza a leerla. No tardo ni dos segundos en darme cuenta cual hoja es.

— Dame eso — pido.

—No — sigue leyendo con una sonrisa en su rostro.

— Deja eso, es mío y no puedes leerlo.

— Habla de mí, claro que puedo leerlo.

Intento sacarle la hoja, pero no lo logro. Así que me pongo de rodillas en el sillón, para tirarme arriba de él y quitarle la hoja. Pero tampoco lo logro.

Pone la palma de su mano en mi cara, con su brazo totalmente estirando. Para que no pueda alcanzarlo, intento forcejear con él pero no puedo. Lo escucho reírse en mi cara.

<<Idiota>>

Se me ocurre una idea, lamo su mano con la lengua. Esperando que me suelte.

— ¿En serio? ¿Sabes que tuve tu lengua hasta la garganta no? — inmediatamente me sonrojo. — Un poco de baba, no hace nada Azucena.

Ruedo los ojos.

— No me dejas respirar — me quejo.

Siento que saca su mano de mi cara, pero pasa su brazo por mi cuello y me atrae hasta su pecho. Intento acomodarme (creían que querría irme), me toma por la cintura para acomodar mi pecho arriba del suyo. Pone su mentón en mi cabeza, nuestras piernas están entrelazadas.

Mi corazón está latiendo a mil millones por hora, no es normal. Mi respiración es agitada y en lo único que pienso es en que quiero besar esos labios que hoy particularmente se ven más rosados.

— Leí dos veces la letra, y en ningún lado dice que es lo que te encanta de mi — se queja.




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