Mi chico

Capítulo 9 {Un reencuentro inesperado.}

Capítulo 9

{Un reencuentro inesperado.}

Azucena.

Los sábados en mi casa son agitados. Todos tenemos actividades por hacer, mi madre tiene algún evento al que tiene que ir. Papá tiene competencias con sus alumnos. Mi hermana y yo, somos divididas para ir cada una con un padre.

Papá decidió llevarse a Gardenia, quien hoy no tenía ganas de levantarse. Costo muchísimo despertarla. Y costo el doble obligarla a que desayunara.

En fin, como la pequeña monstruo se encuentra con mi papá. Eso significa que me encuentro en el auto con mi madre. Mientras ambas cantamos a todo pulmón una canción vieja de cumbia.

— Y esta tonta… Se cansó de tus mentiras —  canta mamá. —  Ser juguete de tu vida. Otra de tu colección — alarga la “o” al final.

—  No me llames — sigo yo, con el otro estribillo. — ¿Para qué me mandas flores? ¿Quieres que yo te perdone? — uso mi celular como si fuera un micrófono. — Si no tienes corazón.

— Se acabó, tu mentira se acabó…

— Se acabó y te digo basta, basta, basta.

— Mentiroso, corazón mentiroso — Cantamos las dos al mismo tiempo. — No tienes perdón, estás muy loco… — Pongo el celular en el auto y comienzo a grabar nuestro concierto privado. —Mentiroso, corazón mentiroso — ambas vemos a la cámara. Me impresiona como nuestros ojos son el mismo tonto de azul. Tan intenso,  tan expresivo. —Te vas a arrepentir cuando esté con otro…

— Para vos William. Que no sacaste la basura y se llenó de moscas la casa — grita mi mamá.

Suelto una carcajada. Mientras tomo el celular.

— Mándale eso a tu papá, para que vea.

— Seguramente lo vea con Gardenia y ella le diga algo hiriente.

— Seguramente, ella salió igual a su papá. Pero tiene mi carácter.

— Eso es verdad, por suerte yo soy una bella combinación de ambos.

Mamá estaciona el auto, al frente del edificio de la fundación.

— Eres lo más hermoso que nosotros dos hemos creados — acaricia mi mejilla con ternura, — vamos  pequeña.

Las dos bajamos del auto. Ella pasa un brazo por mi cuello y me atrae a su cuerpo. Paso mi mano por su cintura.

Entramos a la fundación, todos los que nos veían nos saludaban con enormes sonrisas.

La fundación es uno de los lugares más hermosos del mundo, está lleno de colores y de niños riendo.

— ¡Mis chicas favoritas! — grita mi tía Catherine. Ella no es mi tía realmente, es la mejor amiga de mi mamá.

— ¡Tía! — me suelto de mamá y corro hacia ella. Quien me recibe con un fuerte abrazo.

— Cada día estas más hermosa —comenta. Pasando su mano por mi cara.

— Vos también tía — pongo mis manos en su vientre. — Hola pequeña prima, ya te quiero conocer.

— Yo también quiero que la conozcas, porque mis tobillos están muy hinchados.

— Eso es lo malo de los embarazos— comenta mamá. — Los tobillos, los mareos…

— Pero tiene cosas lindas, como las pataditas, los antojos…

— Bueno, hablan mucho de embarazos y yo no quiero uno de esos — señalo el vientre de mi tía. — Así que me iré a ver a los niños cantar.

— Dale hija, cuando necesites algo me buscas — dice mamá. — Vamos Cate, tenemos que organizar la exposición de arte de los niños.

— Y no te olvides del coro — le hago saber.

— Exactamente, ¿Iras a ver a los chicos del coro? — pregunta ella.

— Si, ma. Veré como van con las canciones.

— Ella es igual a ti — escucho lo que mi tía dice.

Camino hacia la sala lila,  es mi sala. Mamá la nombro así porque siempre venía con ella a cantar, participaba de todos los eventos y también fui parte del coro. Es lindo volver a uno de los lugares en donde fui tan feliz de niña.

Llegue a la sala del coro, se escuchaban varias risas de niños y la voz de la profesora trataba hacer que presten atención.

Cuando Mariana, la profesora, me ve. Sonríe aliviada.

— ¡Mi salvación! — grito ella. Haciendo que varios niños me miraran. Muchos otros seguían en lo suyo.

— ¿Qué pasa?

—No lo sé, hoy vinieron con todas las pilas y sin ganas de hacerme caso. Pero qué bueno que estés aquí. Encima mi ayudante hoy llega tarde… Todo mal — dice angustiada.

Pongo mis manos sobre sus hombros.

— Tranquila, respira — digo. — Estas hecha un manojo de nervios. Ve a dar una vuelta, come algo y descansa. Me  encargo hoy vine a ayudarte.

— Gracias, eres un sol Su — dice dándome un beso en la mejilla. — Que  suerte que vinieras, porque si hubiera venido tu hermana. Ella se hubiera reído de mí.

Asiento, eso es algo que Gardenia haría.

— Dale, ve yo me encargo de los niños.

Ella siente y se va. El coro está dividido en varias categorías, por edad y por las diferencias. Por ejemplo el grupo este son niños ciegos, de entre cuatro y seis años.  Usualmente cuando es coro, no están juntos niños sordos y ciegos. Ya que la forma de enseñarles es distintas más que nada porque son niños.

— Hola chicos, soy Azucena — dije en voz alta. Mientras tocaba una campanita que  lograba que ellos me prestaran atención.

— Hola — un pequeño coro de niños me saludo entre risitas.

Me hacer al grupo, de diez niños. Y me senté en el suelo, cruzando mis piernas.

— Estoy sentada a su lado — vuelvo a decir.

Uno de los niños se acerca a mí y pone su manita regordeta en mi cara. Sus ojitos están medio cerrados, su nariz es pequeña y su sonrisa es muy hermosa. El toca mi cara, me está conociendo.

— Bonita — comenta.

— Vos también sos muy bonito.

— Yo tamben quelo — dice una niña de cinco años. Se acerca a mí y toca mi cara palpando. — Si bonita.

— Vos sos muy hermosa. Todos ustedes son muy hermosos — les digo.

—¡Sí! — gritaron algunos haciendo me reír.

— Ahora voy a buscar el teclado eléctrico, para  que tengamos un poquito de música a la hora de cantar — digo.




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