Capítulo 18.
{El elefante que sobrevivió.}
Azucena.
Llegue corriendo a casa. Me salí del colegio, no podía ni quería estar en ese lugar. Al llegar a casa, cerré la puerta con fuerza y me deje caer al piso. Tire mi mochila contra el piso y grite frustrada.
— ¿Qué pasa? — el grito de mamá me sobresalto. No se suponía que ella estuviera aquí. — ¡Azucena! ¿Qué ocurre mi niña?
Intento acercarse a mí. Pero me aleje, la mire a los ojos. Esos ojos turquesas tan idénticos a los míos. Algo se me quebró en el pecho, al pensar que soy igual a ella y no a papá. Pero eso es algo obvio, William no es mi papá. Ella me mintió, ambos me mintieron…
— Me mentiste, me mentiste — murmure, — ME MENTISTE, AMBOS ME MINTIERON — esta vez grite y lo hice tan fuerte que me lastimo la garganta.
— ¿En qué te mentí? ¿Qué paso Azucena? — intento agarrarme las manos. Pero se las quite. — Ven hija, nos sentemos e intentemos calmarnos.
— ¿Calmarme? ¡¿Cómo pretendes que lo haga?! Si mi mamá me mintió durante toda mi vida. Mi puta vida es una mentira, yo ni siquiera sé quién soy ahora.
Mamá palideció de repente, vi como sus manos comenzaron a temblar.
— ¿Qué dices hija? Yo no…
— No mientas, no mientas más ¿Quién es mi papá? — pregunte.
Se quedó estática, parpadeo varias veces. Luego se agarró de la mesita en donde ponemos las llaves.
— William es tu papá.
— No — dije llorando.
— William es tu papá Azucena…
— No mientas. No mientas, papá ni siquiera estaba contigo cuando te embarazaste de mí.
Las lágrimas caían por sus mejillas, yo sentía mi cara empapadas de lágrimas. Mi corazón me estaba doliendo, sentía que en cualquier momento iba a romperse de tanto dolor.
— No se…
— Deja de decir NO SE — Grite — No mientas, soy hija de ese tipo de ojos azules o de que tipo soy hija. Porque por lo que se eras muy….
— No me faltes al respeto Azucena Black, soy tu madre — exclamo furiosa.
— No soy Black. Ni siquiera soy hija de él. No sé quién mierda soy y todo es tu culpa, soy como soy por vos — hable con la voz desgarrada. — No sé quién sos, no sé quién es mi papá — tome aire. — Te odio y mucho.
La cara de dolor de mi mamá, termino por romperme el corazón. Cuando dije esas últimas palabras, inmediatamente me arrepentí. No era verdad, pero ya está. Ya las había dicho, como le había dicho esas palabras a Russell ayer.
Sin esperar que diga algo, corrí hacia mi cuarto. No quería estar cerca de ella, no quería estar cerca de nadie.
Me sentía vacía y hecha pedazos.
Nada tiene sentido en mi vida, mis amigas. Quien pensé que era mi mejor amiga, hizo ese video para burlarse de mí. Para decir cosas de mi familia, cosas que terminaron por destruir toda mi vida. Mis amigos uno aprovechándose de mí y el otro no haciendo nada. Esas fotos, fotos de mierda que arruinaron todo. Y lo peor de todo es que se arruino todo con Russell, íbamos a comenzar algo nuevo. Pero ahora, no hay posibilidad, ya no va haber un nosotros.
Me dolía el corazón.
El alma.
Me tire en mi cama y apreté la almohada contra mi cabeza. Quería dejar de respirar, quiero dejar de vivir. Quiero que el dolor cese. Apreté aún más la almohada, más y más. Hasta que mis pulmones ardieron, y lo saque de encima de mi cabeza.
Quería que todo parara, porque las cosas son así de horribles. Un día todo iba bien y al segundo todo se derrumbó. No entiendo.
¿Por qué estas cosas me pasan a mí? ¿Qué culpa tengo? Sacarme esas horribles fotos. ¿Quién me mando a ponerme eso? Me levante y fui corriendo hasta mi ropero, fui al cajón de la ropa interior y busque la lencería rosa y azul de las fotos. Fui a mi mochila y saque las tijeras.
Comencé a cortarlos. Como la tijera no servía para cortar la tela con rapidez, la tironeo, la rompí. La hice añicos, mientras gritaba palabrotas y maldecía.
Fui en busca del corsé, ese corsé negro que me hacía ver las tetas más grandes, la cintura finísima, Lo rompí en dos, me costó, más pero lo rompí. No quería nada me recordara a esas fotos. A esas burlas, a esas miradas.
Me vi al espejo y me odie. Me destete, era mi culpa todo eso era mi culpa.
— ¿Quién sos? — le dije al reflejo.
Pero no me respondió, porque ni yo misma lo sabía. Ya no tenía idea de nada.
***
Sentí que golpeaban despacio la puerta, tarde unos minutos en abrir mis ojos con pesadez. Me dolía la cabeza, sentía la garganta seca y rasposa.
— Hija, somos mamá y papá.
Al escuchar esa frase, algo se quebró adentro mío.
La puerta se abrió, dejando ver las dos personas que me criaron desde toda mi vida. Aunque ahora no se si fue siempre así. Papá entrelazo sus dedos con los de mamá, ambos se miraron como si buscaran fuerzas en el otro.
— No quiero hablar con ustedes — dije.
Los dos me ignoraron y caminaron hasta mi cama. Mamá se sentó a mi lado y papá se sentó como un indio en el suelo.
— Mejor así, porque nosotros vamos a hablar con vos — dijo pa… Will… ni siquiera sabía cómo llamarlo. Eso hizo que mi humor cambiara.
— Yo no quiero escuchar sus mentiras — hable enojad ay sin siquiera mirarlos. Porque si lo hacía iba a volver a llorar.
— Nadie nunca te mintió, solo…
— Solo me hicieron creer que vos sos mi papá y que ustedes estuvieron juntos siempre. Cuando es una gran mentira, porque vi fotos de ellas con otros chicos y también vi fotos haciendo — ahogue un sollozo. Esa parte no podía siquiera pensarla.
Mi mami, mi linda mamá siendo… Siendo prostituta.
— Yo soy tu papá Azucena — el tomo mi mano. — mírame a los ojos, hija — negué con la cabeza. Las lágrimas caían por mis mejillas. — te amé desde que te conocí y mucho antes de eso ya amaba a tu mamá. Yo soy tu papá porque doy y daría mi vida por ti, sin pensarlo y sin dudarlo.