Capítulo 27
{Mar en calma}
Azucena.
Mi cabeza dolía como el demonio, siento mi boca seca y mi garganta rasposa. Abro los ojos pero al principio la luz me ciega por completo.
Vuelvo a cerrar los ojos y ruedo sobre la cama. Trato de darme vuelta, pero juro que me duele cada centímetro de mi cuerpo. A tocando sobre la cama, intento tocar mi mesita de luz.
Pero por más que busque no encuentro la mesita. Eso me alerta, al principio me asusto pensando ¿En dónde estoy? Pero solo tarde un par de segundos recordar todo lo de anoche.
Recuerdo que cante una canción, que llevaba tiempo escribiendo. Y que me sentí tan libre y feliz. Luego recuerdo abrazar a mi novio y luego nada…
— Buenos días, dormilona — la voz de Russell resuena en todos lados.
— Shhhh, no tan alto — me quejo. Doy vuelta sobre mi misma, me quito el pelo de la cara.
De a poco me acostumbro a la luz, lo primero que veo. Es a Russell, con unos pantalones de gimnasio manchados de pintura, tenía puesto un suéter gris. También lleno de pintura. El cabello desordenado, la definición de belleza.
— Ten — me ofrece una taza de café, el olor sin duda me devolvió un poco el alma al cuerpo.
— Gracias — agradecí, tome la taza en mi mano. Di el primer sorbo, casi vomito — es amargo.
— Lo mejor para la resaca — asegura él, riéndose de mi cara — ¿Sabes que es peor de cargar con un borracho? — negué con la cabeza—, cargar con tres. Por suerte Brandon me ayudo.
—Lo siento amor — me disculpe —, fueron los chicos.
— Joni, dijo que fuiste vos — me acuso —, León, todavía no reacciona. Así que espero su respuesta — intentan sonar molesto. Pero está luchando contra toda su fuerza por no sonreír.
— Joni miente — me defendí — Sos mi novio, deberías creerme.
Se sentó a mi lado, no pude evitar ver sus labios…Vagar hacia su hermosa nariz, para luego mirar sus ojos. A la luz de sol, se veían tan claros, tan cafés… Tan llenos de amor.
— Siempre — responde.
— ¿Cómo tenían la pista de mi canción? Digo ni siquiera vos sabias de esa pista — consulte mientras seguía tomando el café amargo más feo del mundo.
— La verdad no sé — suspira—, aunque ya lo dije anoche. Pero lo hiciste fantástico — la sonrisa en su rostro, calentó mi corazón y lo hizo latir con mas fuerza. — Amo escucharte cantar, pero verte en ese escenario fue algo que no puedo describir.
— Te amo y mucho — estire mi mano y tome la suya—, nunca pensé que cantaría una canción mi a alguien más, que no fueras vos.
— Aunque me siento afortunado de ser quien escucha tus canciones primero — admite acariciando mi mano —, me encanta que más personas se den cuenta de tu talento.
— Gracias, ayer fue tan…Maravilloso — dije riéndome —. Encima si mal no recuerdo, la gente me aplaudió.
— Claro que te iban a aplaudir — dice rodando los ojos.
— Debería agradecerle a Joni, por ser un hacker.
Russel soltó una risa, mientras acariciaba mi mano.
— Si, deberías.
— Una consulta ¿Por qué estas lleno de pintura?
— Siempre que nos quedamos en la casa de León, traigo mi equipo de pintura conmigo. Porque ya los conozco y sé que se pasan todo el día durmiendo. Así que vengo preparado…
— ¿Puedo ver que pintaste?
— Sí.
Le doy la taza vacía, mientras intento levantarme. Cuando mis pies tocan el piso frio, es cuando soy consciente de que solo llevo una remera de Russell. Que apenas me llega a tapar el culo.
— ¿Me cambiaste?
— Si, no creí que la pollera y el top, fueran un pijama cómodo — respondió. Mientras dejaba la taza en una mesa.
— Gracias, ¿Mi mochila? Me quiero poner medias calentitas — dije señalando mis pies.
Él sonríe de oreja a oreja, luego me pasa la mochila. Busco un pantalón frisado de varios colores, luego me pongo mis medias largas y peludas. Una vez cambiada levanto la mirada, para encontrarme a Russell riendo se.
— ¿Qué pasa?
—Nada, tenés un gusto inusual de ropa.
Ruedo los ojos, y tomo su mano. La verdad me siento tan cómoda a su lado, que ni me importa si tengo el pelo como un nido de pájaros o si mi pantalón es demasiado chillón.
— Deja de molestarme pesado, quiero ver tus pinturas — dije.
Se acercó a mi beso mi coronilla, para luego conducirme por un pasillo. Que nos llevó a una terraza techada.
Joni estaba tirado en un sillón, cerca de lo que parecía una chimenea. Que mantenía el lugar caliente y acogedor.
— ¿Está vivo? — pregunte a Russell.
— No , ya se lo llevo el diablo — hablo León. Quien apareció vestido con un pijama de conejito.
Mis ojos casi se salen de mi cara, de tanto que los abrí.
— Bueno, esto sí que ya no es normal — comente riendo me.
— Por lo menos, yo no parezco una piñata mexica con temática de la llorona — señala mi pelo y mis ojos.
Me tapo la cara avergonzada
— ¿Me veo muy mal? — le pregunto a Russell.
Siento sus manos rodearme.
—Claro que no.
— No cabe duda que el amor es ciego — acota León.
Pelean un rato entre ellos. Hasta que Joni nos grita que nos callemos, que su cabeza va a explotar. Con Russell vimos nuestra oportunidad de irnos, así que me condujo hasta una esquina de la terraza.
En la cual estaba un caballete, con un lienzo y una mesa llena de latas de pinturas y pinceles.
Me paro frente al lienzo, la pintura está terminada. Era un atardecer precioso, el color rosa y purpura tenían el control de casi todo el cuadro. El río es de un color azul tan precioso que casi parece turquesa, es un color tan único…
Sentí las manos de Russell, en mi cintura mientras mi vista seguía fijada en lo que transmitían esos colores.
Apoye mi cabeza en su pecho.