Tarareo mi propia canción mientras muevo el pie de lado a lado, pues me aburro mucho y hasta las ocho de la noche, que es la hora de cenar, no podemos salir. Las horas se me están haciendo eternas.
La litera se mueve y veo las piernas de Blake colgando, pone los pies en el suelo de un salto corto y se baja la cremallera de su mono. Sabiendo que va hacer, me pongo boca abajo mirando la almohada y sigo tarareando, con mi propio ritmo, dibujando flores imaginarias en la sábana blanca.
—Por el amor de Dios ¿No te puedes callar y estarte quieta? Me estás tocando los huevos —dice, con su voz amenazadora y a la vez ronca.
No le hago caso y sigo a lo mío, paso completamente de él. Su mano, ardiente debido a que no le ha bajado la fiebre, coge mi nuca y me baja la cabeza hasta que quedo totalmente pegada al colchón, de manera que no puedo respirar.
—Así estás mucho mejor ¿Me pregunto cuánto aguantarás así? —se mofa.
Pataleo, angustiada, para que me suelte. Se me saltan las lágrimas cuando siento que mis pulmones piden a gritos oxígeno, con lo cual, pateo aún más el colchón.
Finalmente, tras segundos o quizás unos pocos minutos angustiosos, me suelta y giro la cabeza hacia un lado para coger todo el aire posible, dando grandes bocanadas. De soslayo, lo veo subir a su cama y me permito sollozar, poniéndome boca arriba. ¿Es que nunca se va a casar de hacerme la estancia imposible?
Mi respiración se tranquiliza pero mi corazón sigue latiendo con fuerza contra mi pecho y costillas, por el susto.
—Gilipollas —le doy una patada a la madera con toda la rabia que tengo, sabiendo que eso le va a dar en toda la espalda —.Te odio maldito, cabrón. Te juro que ésta me las vas a pagar —escupo las palabras.
Oigo un gruñido y veo sus piernas colgar de la litera, de nuevo.
Debería estar cagada de miedo, pero, esta vez me voy a enfrentar a él, me he cansado de poner siempre la otra mejilla.
Sube a mi cama como si de un depredador se tratase, y se pone a horcajadas sobre mí. Su mandíbula está tensa, los irises de sus ojos están contraídos, mostrándome toda su agresividad y una vena de su frente está inflada, tanto que parece que explotará en algún momento. Me coge por las muñecas y las alza hasta encima de mi cabeza, donde presiona con fuerza contra la almohada.
—Dilo otra vez —me reta.
Entre cierro los ojos y, con todo mi valor, escupo las palabras, de nuevo: —Te odio, estúpido
Se pone rojo de la furia, aprieta más su agarre en mis manos, haciéndome muchísimo daño.
—Te voy a matar, pequeña perra —sisea, entre dientes.
—Hazlo si tienes huevos —espeto, eso parece enfurecerlo más.
—Cooper —una voz gruesa nos interrumpe. Ambos, nos movemos rápido, un tanto nerviosos.
A Blake no parece pasársele el enfado, pero a juzgar por su comportamiento, parece que se lamenta de que nos hayan pillado de esa manera.
—¿Qué estabais haciendo? —el guardia nos mira serio, nosotros nos miramos sin saber qué decir
¿Qué digo? Vamos, piensa algo ¡Rápido!
—Ah, ya lo pillo... —sonríe de lado. Oh, no, eso sí que no, ya sé que es lo que está imaginándose, y prefiero que sepa lo que Blake estaba haciendo antes de que piensen que estábamos intentando tener sexo —. Vamos, tienes visita. Luego continúas con el trabajo —añade, y abre la puerta. Blake me lanza una mirada asesina y pone sus manos al frente para que lo esposen.
Cierran la puerta de nuevo y suelto una respiración que estaba conteniendo hace unos minutos. Dejo caer mis brazos a ambos lados de la cama y miro hacia la madera. Madrea mía, ahora que lo pienso, si no nos llegan a interrumpir, Charles me hubiese hecho trizas.
A la hora de cenar, para mi decepción, no veo a Yoa. Recojo mi bandeja y voy siguiendo la fila, me echan guisantes con una cosa pastosa, que no tengo idea de qué es, y camino hacia nuestra mesa habitual.
Cojo la cuchara de plástico y empiezo a cenar, levanto la vista cuando veo que otra bandeja se ha apoyado enfrente de mí. La mujer que me humilló la otra vez, me mira sonriendo de una manera que no me gusta un pelo.
—Hola, guapa —me estremezco, nada más oír su voz.
—Hola —respondo, tímida y vuelvo a prestarle atención a mi cena. Ella se sienta y mientras cena clava la mirada en mí, incomodándome.
¿Tengo monos en la cara o qué?
—Todas por aquí estamos enteradas de lo que tienes con Cooper—dice, sonriendo.
Espantada, la miro ¿En serio? ¿Ya ha corrido ese rumor? Mas no digo nada, paso completamente, ya se cansará.
—¿Qué tal es en la cama?
—No lo sé.
—Yo diría que sí, sabes cómo son los rumores y aquí corren más rápidos aún —me estoy empezando a cansar y me
está poniendo de mala leche—. No tengas vergüenza, puedes contarlo.
—No tengo nada con él.
— Niñata de mierda, te estoy preguntando y quiero que me digas la verdad, porque nosotras también queremos pillar cacho de ese chico, está muy, pero que muy apetecible —sigue con su sonrisa asquerosa.