Mi corazón no olvida

Capítulo 6: Totalmente diferente

Adaya:

—¿Cómo que los dos estamos diciendo la verdad? —cuestioné confundida y él suspiró—. Explícate.

—Hace un tiempo, unos 8 o 9 años tuve un accidente—pronunció deteniendo el auto—y perdí la memoria...no recordaba nada, ni siquiera a mi madre, puede ser que sí tuviéramos una aventura y que por ese accidente no te recuerde.

—¿Y justo te acuerdas ahora de ese accidente? ¿Luego de que intentaras pagarme para negar que esos niños que son minicopias tuyas son tus hijos? —cuestioné con sarcasmo.

—Me acordé luego de ver esa entrevista. Es que luego de ese accidente no tuve más opción que empezar mi vida de cero—dijo y me eché a reír sin creerle nada.

—No me jodas Alejandro—dije riéndome—te expliqué todo claro, te mostré a los niños, te dije que podías hacerle una prueba de ADN y no recordaste ese accidente, ni siquiera recordaste que perdiste la memoria. Pero ahora, cuando te expuse delante de todos, cuando mostré ese cheque en blanco, sí me recordaste, muy inteligente de tu parte. Un experto en victimizarte. —dije mirando hacia fuera para que mi mirada no se cruzara con sus lindos ojos claros que eran iguales al de los pequeños.

—No me estoy victimizando y tampoco me importa lo que pienses de mí. —respondió enojado con frialdad—No tengo por qué darte explicaciones de mi vida, es que no te recuerdo, y aunque lo hiciera —recalcó—, no cabes en mi vida.

—Hasta gracias me das, ¿acaso crees que me gustaría estar con un mentiroso como tú? ¿Con un hombre que va casándose con todas las mujeres que conoce? Conozco unos cuantos como tú y créeme que ser un mujeriego mentiroso no te hace especial.

—Mamá tengo hambre—me interrumpió uno de los pequeños mientras él me miró enojado.

—Todas las mujeres se mueren por estar cerca de mí, es que si quisiera me casara con cinco a la vez... —dijo y me reí.

—No digo yo, con todo el dinero que tienes. La única tonta que te quiso cuando estabas en la miseria fui yo. Te ven como banco Alejandro, eso no te hace especial. Bajaré aquí a comprarle algo a los niños —pronuncié y él se cubrió la cara con ambas manos.

—Solo no tarden—murmuró y bajé a un puesto de comida a comprar alimento y agua para los niños y por supuesto que los llevé conmigo.

El teléfono de Alejandro comenzó a sonar, miró la pantalla y decía Edgar, quien era su asesor personal en la empresa y uno de sus mejores amigos.

—Edgar—pronunció Alejandro respondiendo la llamada mientras compraba la comida en el puesto para los niños

—Estamos en problemas o mejor dicho estás—dijo su amigo.

—¿Qué sucede ahora?

—Tres de nuestros socios llamaron para cancelar los negocios que tenían con nosotros y algunos inversionistas han llamado para retirar su capital. —Respondieron al otro lado de la línea.

—¡Maldición! —exclamó Alejandro.

—Hermano, nadie confía su dinero a alguien que abandonó a su esposa y a sus hijos.

—Arreglaré ese problema...

—¿Arreglarás? Deberías ver lo que están hablando de ti en internet. Si no haces algo rápido nos iremos a la quiebra. Tu empresa se irá a la mierda.

—Ya veré que hago, estoy ahora con esa mujer, si vieras cómo es, me desespera.

—Has algo pronto, que no tenemos tiempo.

—Ahí viene, luego te marco—dijo colgando el teléfono al verme acercarme con los niños, entramos al auto y le ofrecí una hamburguesa. La tomó observándola como si fuera algo del otro mundo, pero al final la abrió y la probó.

—Parece que tú tampoco eres distinta a todas esas mujeres que quieren congraciarse con el hombre rico—dijo en tono despectivo mientras comía.

—En casa teníamos cinco perros y ninguno nunca murió de hambre—dije encogiéndome de hombros y él aceleró deteniendo el auto frente a una enorme mansión.

—Llegamos—pronunció suspirando. Abrió la puerta y salió del auto, los niños y yo caminamos tras de él, una empleada salió a recibirlo a la puerta.

—Bienvenido a casa señor—pronunció y él la ignoró totalmente como si no valiera nada. Definitivamente ya no quedaba el menor rastro del hombre que alguna vez amé. Aquel hombre atento, amoroso, humilde, educado y detallista ya no existía. Se había convertido en alguien totalmente diferente, orgulloso, prepotente,  altivo e insoportable.

—Hijo querido, al fin llegas—dijo su madre poniéndose de pie y había otro señor en la sala acompañándola y una chica que según mis recuerdos, me parecía que era la mujer con la que iba a casarse el día que interrumpí su boda.

—Y esa mujer y esos niños qué hacen aquí—cuestionó la madre mirando apenada a la chica y a su padre.

—Al parecer estos niños son mi hijos.—respondió Alejandro— Esta mujer se quedará aquí hasta que logre descubrir si estos niños son en realidad mis hijos y logre limpiar mi imagen.

—Tenía una buena opinión de ti Alejandro—dijo el señor—íbamos a cerrar un trato importante, ibas a casarte con mi hija. Te ordeno—lo señaló con el dedo —que saques ahora mismo a esta mujer y a estos niños de tu casa si quieres la mano de mi hija en matrimonio, y que te divorcies de ella si es que en verdad están casados y te cases con mi hija. Tienes dinero suficiente, puedes darle para que se vayan lejos de aquí.

—Señor Castro creo que usted ha venido a dar órdenes al lugar equivocado—pronunció Alejandro con tono prepotente. —si estos niños son mis hijos en verdad, se quedarán en mi casa, bajo mi techo, serán criados por mí pues son mis herederos. Y en cuanto al matrimonio con su hija antes de que suceda, tendré que limpiar mi imagen pública y déjeme decirle que le tocará a ella decidir si lo aceptará o no, las cosas han cambiado para mí y tendrá que decidir si adaptarse a los nuevos cambios o dar por terminada nuestra relación.

—Alejandro hijo...—interrumpió su madre.

—Casi lo olvidaba, madre —la interrumpió—usted y yo tenemos una conversación pendiente—. Usted tiene unas cuantas cosas que aclararme. 




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