Llévame despacio

Hay estaba ella, como cada que tenía un momento para pensar, asomada en el balcón de su habitación, observando el hermoso paisaje del que dispone, con un frondoso parque en cuyo centro, un cenador se alza con su reluciente decoración navideña, grandes moños rojos y luces de todos los colores lo rodean, por su parte; el cielo está también iluminado, pero por las luces naturales de las estrellas y la luna, en todo su esplendor. Ella, melancólica como de costumbre, callada y sumergida en sus pensamientos, de fondo, en la habitación, suena desde su IPod la voz de Rosana, “Si tú no estás aquí”, se identifica tanto con la canción, piensa ella. Y no porque tenga un amor en el cual pensar, o al que pueda extrañar, más bien todo lo contrario. Su parte favorita de la canción: … ”latiendo un corazón de amor sin dueño” … porque su corazón está solo, no tiene dueño, no tiene a quien amar, y desea tanto hacerlo.

He ahí la razón por la que disfruta perderse mirando a ese parque, testigo como él, de miles de historias, de muchos tipos de amor, amor joven; de adolescentes que pasean de la mano compartiendo un helado, una mirada o una paleta de chocolate en forma de corazón (su preferida), amores viejos y hasta cansados que comparten, sentados en una banca un café con sabor a recuerdos, amores que empiezan y terminan con ella como fiel espectadora, sin conocer por su propia experiencia lo que sienten y envidiando besos y sonrisas cargados de sentimientos.

Su principal razón para estar tan sola son sus padres y su hermano mellizo: Amador, pues son demasiado sobreprotectores con ella, no la dejan salir con chiscos de su edad, ni siquiera con los amigos de su hermano, estudió en un colegio de solo chicas y ahora en su primer año de universidad no ha hecho amigos del sexo opuesto a causa de su timidez, con sus amigas tiene una buena relación, en especial con Francesca, su mejor amiga, pero simplemente no le sale palabra alguna cuando de chicos se trata. Pero la ilusiona tanto la idea de poder sentir todo lo que ve reflejado en esas historias del parque, al menos dar su primer beso la llenaría de una enorme alegría, pero también se valora mucho para besar al primer sapo que aparezca, tampoco esta tan desesperada, pues más allá del acto físico ella quiere conocer los sentimientos que afloran en las personas cuando está con la persona correcta.

Mientras se encuentra perdida en sus pensamientos y en la letra de la canción, levanta su mirada al cielo iluminado tan bellamente por tantas estrellas y encuentra la estrella de David que brilla imponente en él, sobre todo en estas fechas, aspira hondo el aroma a navidad, siente la música y escucha el viento atravesar su rostro y piensa, y ora a Dios pidiéndole, como deseo de navidad un poquito de ese sentimiento, al que tanto valor le da, como según leyó en una ocasión, ella está enamorada de la idea del amor, pero quiere que ese amor sea real.

 Se encuentra perdida entre las estrellas hasta que el sonido de la puerta de su habitación la hace girar su mirada hacia adentro, tras la puerta entornada se asoma su madre.

• Amelia, te estaba buscando por todas partes, que haces aquí encerrada? - Exclama su madre con tono demandante.
• Ya bajo mamá, solo tomaba algo de aire, sabes que me abruma tanta gente.
• Baja de una vez, ya vamos a brindar, falta poco para media noche. – y le señala la salida para seguirla por el pasillo en dirección a las escaleras.

Es 24 de diciembre, en el salón del primer piso de la casa de los Martínez se celebra la cena de nochebuena, que se convierte en una fiesta en toda regla, con la presencia no solo de familiares sino también del grupo de amigos de los mellizos de la familia, hacia el fondo del salón se descubre un improvisado escenario donde la banda de Amador hará su demostración en cuando termine el brindis de media noche dando lugar a los saludos y felicitaciones de navidad.

Entre tanto Amador con su grupo esperan a un costado por la llegada de Amelia y su madre y así brindar al fin, junto a él, su mejor amigo Joaquín, bajista y vocalista de la banda, siente una extraña necesidad de llevar su mirada a las escaleras que conectan con el segundo piso, por las que desciende de manera lenta y tranquila una chica por demás hermosa, la mira de pies a cabeza, estiletos blancos, pantorrillas firmes y tersas, un vestido blanco perla que le llega a las rodillas, de hombros descubiertos y escote en forma de corazón, pegado a su silueta hasta la cintura que se acentúa con un cinturón del mismo material del vestido, después cae en un volado delicado. Su rostro un poco sonrojado al saberse el centro de atención, pues esperaban por ella, maquillaje tenue, natural, resaltando sus ojos color miel con una delgada línea sobre el parpado superior y en el interior del parpado inferior, nariz pequeña y refinada, labios de un rosa natural definidos con un brillo que le da la apariencia de cerezas rojas y jugosas, y su cabello, todo recogido a un lado, dejando sus rizos al natural y definiendo de forma coqueta su perfil y su cuello adornado con una cadena de plata y un dije en forma de estrella al igual que sus aretes.

Vuele en sí, después de un codazo, no muy disimulado que la da Martin, tecladista de la banda y también amigo de Amador.

• Cierra la boca, que si te ve Amador te vas a quedar sin ojos para ver. Menciona su amigo de forma jocosa y divertida.

La conoce, claro, es Amelia, la ha visto de pasada cuando han venido a ensayar, o en alguna otra ocasión, pero no se han detenido a hablar, pues no se queda a ver lo ensayos y tampoco es muy comunicativa que se diga, una chica muy callada, tímida pero la más hermosa que había visto en su vida, no importaba la reacción de amador, ya la había contemplado con sus ojos como nunca, podía morir en paz, o bien dejar de ver. La siguió con la mirada hasta que se unió a su grupo de amigas y sonrió con ella cuando las saludo, tenía una sonrisa que iluminaba todo a su paso. Quería, pero no podía, no podía dejar de mirar y admirar sus gestos, sus ojos profundos, sus labios rosados.