Mi destino

Capitulo 9

Amalia

 

Mi corazón latía con tanta fuerza que tuve miedo de que me dé un paro cardiaco, pero como no, si él me sonrió

Mi sexi vecino me sonrió y para variar recordaba mi nombre, pensé que no lo hacía, como aquella mañana en el café no me saludo, ni siquiera me miro pensé que se había olvidado de mi pero no era así y eso me desilusionaba un poco, que me haya ignorado así enfrente de sus amigos solo daba a entender que no quería ninguna relación conmigo, que lastima yo esperaba ser su amiga.

Pero si no quiere ¿quién lo obliga verdad?

 

Ingrese de nuevo a mi departamento, observe el reloj que había puesto por la pared, me puse delante de él y levante el rosto para ver la hora.

–Bien son las…mmmm–entrecerré los ojos analizando los palitos del reloj

–Eres increíble Amalia 18 años y todavía no sabes cómo se lee esta maldita cosa–me acerque  a mi teléfono viendo que eran las 10:28 de la mañana, tenía el día libre y lo iba a disfrutar, Megan me había invitado a un bar esta noche pero no tenía ánimos, esos lugares no eran lo mío, el alcohol no lo era, la última vez que tome fue cuando cumplí los 17 años y termine en la cárcel menor de edad y delincuente, mis padres casi se mueren, por ese motivo evitaba el alcohol a toda costa.

 

Me pase el sábado viendo películas y comiendo comida chatarra, si soy sincera es lo único que como cuando estoy en casa, porque yo no sé cocinar y no bromeo, yo y la cocina somos enemigos mortales.

Le tengo pavor al aceite, o mejor dicho a que me queme, no sé ni siquiera fritar un mísero huevo,  recuerdo que una mañana mi madre me pidió que cocinara yo tendría unos 15 casi 16 años, así que entre en la cocina dispuesta a hacer el almuerzo yo solita había hecho “arroz” tenía que hacerlo solo para 2 personas mi mama y yo, pues mi papa y mi hermano no se encontraban en casa y termine con tanto arroz que podría alimentar a toda una ciudad y dirán pues compártelo y parecía una buena idea claro si mi arroz fuese blando y no duro (cosa que no entiendo porque hirvió mucho), y además termino más salado que el mar y así ni quien quiera comerlo.

Desde esa vez mi mama me prohibió que entrara a su cocina había gastado todo el arroz que tendría que durar semanas, de echo puso un cartel “PROHIBIDO EL PASO A AMALIA” y quien era yo para desobedecerla.

Esa fue la primera y última vez que intente cocinar, pero dada las circunstancias quizás sea tiempo de intentarlo nuevamente.




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