Dana
Yo me quedo como si hubiese visto un fantasma mientras aparece en la puerta de mi cuarto... Alessandro Maledetti. Este hombre precioso, el hombre de mis sueños… aquí en mi cuarto. Ni mi imaginación se atrevió a tanto.
Claro que ha estado aquí antes, solía venir todo el tiempo a jugar, habíamos colocado incluso estrellas de plástico de esas que brillan en la oscuridad y él había armado constelaciones, y me contaba el origen de ellas, porque era un chico cool pero culto y brillante.
Había cambiado mucho mi cuarto desde entonces… pero aún las tenía, claro, ¿Por quién me toman? ¿No he insistido desde que esto comenzó que estoy perdidamente enamorada de él?
Alex tiene un jean color negro levemente ajustado y una camisa de alguna banda de rock. Aún sigo sin saber como su cabello brilla de tal manera, me genera tentación preguntarle qué tipo de champú o tratamiento usa.
Suele pasarse sus manos grandes por el cabello y peinárselo y despeinárselo... convirtiéndose en el movimiento más sexy que he visto en toda mi vida. Esas mismas manos que antes me sostenían, me llevaban corriendo por la escuela, y que se quedaban manchadas de rojo por los caramelos que me guardaba.
En cambio, yo ando con una pijama raída, seguramente de gatitos, despeinada con mis rizos hechos un nido. Pero ya había decidido de que iba a dejar de pensar en él, para él yo era una simple niña, así que... ¿Qué importaba como me viera?
—Bueno... los dejo para que se pongan el día pequeños— dice mi mamá lanzando besos.
—Gracias tía Lolo— dice él tomando la mano de mi madre con cariño.
Ella lo ve con adoración. Alex siempre había sido un niño encantador para todos. Pero ahora que lo pienso... ¿Es que a nadie le parece extraño que él se quede aquí en mi cuarto solo conmigo? No es que yo creía que vaya a suceder algo aquí... es decir, lo he imaginado un par de veces, otras las he soñado, pero sé que es imposible.
Y, sin embargo... ¿Mi padre estará bien con todo esto? No es un padre que esté feliz viéndome con chicos. Bueno, nunca me ha visto con uno, pero… sospecho que sería un padre receloso de los hombres que se le acerquen a su única calabacita.
—Veo que estás bien... estaba preocupado de que estuvieras enferma y te había pasado algo— me dice con una sonrisa sin quitarme los ojos de encima.
—Yo... no me he sentido bien de ánimo— respondo.
Él ahora se dedica a ver mi cuarto, los afiches, las fotos, un pequeño escenario con marionetas que me trajeron su familia de Italia, máscaras de Venecia, un perchero con mi ropa guindada. Alex ve todo con las manos en sus bolsillos, como si estuviese inspeccionando.
—Tu cuarto ha cambiado bastante... pero sigue oliendo a frambuesas— Qué esperaba ¿que siguiera teniendo muñecas? Honestamente, a mí no me huele a nada.
—Pensé qué estarías en la fiesta...— digo.
—Las fiestas son aburridas y Gustav está cuidando a mi hermana y a Annie... igual él es más divertido que yo— dice y yo asiento.
Nos quedamos en silencio de repente sin yo saber qué decir. Me fascina y a la vez me da terror tenerlo aquí tan cerca. Él tampoco pareciera saber qué hacer, porque luego de dar unas vueltas, toma una silla y se sienta cerca de la cama donde yo estoy acostada, rodeada de mis libros.
—Bueno... yo estoy bien, así que no hay nada de que preocuparse…— digo intentando que me deje en paz. Esta es mi zona de confort y de repente me siento invadida. Él parece decidido a revisar todas mis cosas.
—¿Jane Austen?— pregunta de él tomando uno de mis libros.
—¿La conoces?— no quiero hablar con él, pero es difícil resistirme a hablar sobre libros.
—Es la preferida de mi mamá y también de Lori, aunque ella prefiere las películas…— explica. Luego toma otro.
—¿Cumbres borrascosas? Se empieza a oscurecer un poco más la situación…— dice sonriendo, yo no puedo evitar sonreír con él. Es adictivo.
—¿No me digas que también lo has leído?—
—Sí, pero prefiero a las otras hermanas Bronte...— un hombre señalando escritoras inglesas antiguas, es muy raro.
—¿De verdad? ¿Piensas que realmente creas que tú has leído algo de esos libros? — le digo y él me ve muy seriamente, sus cejas oscuras fruncidas, su carnosa boca prensándose, cuando empieza a citar
—"A veces tengo un sentimiento extraño con respecto a ti, especialmente cuando estás cerca de mí, como ahora: es como si tuviera una cuerda en algún lugar debajo de mis costillas izquierdas, apretada e inextricablemente anudada a una cuerda similar situada en el tu pequeño cuerpo"... O algo así— dice él como si nada satisfecho con la cara que debo tener en este momento.
Demás está decir que tengo que recordarme de cerrar mi boca porque, podría estar babeándome. Un hombre que sabe citar una novela románticas como Jane Eyre... es otra cosa, chicas. No sé ni como, pero siento esa cuerda en mis costillas, mientras mi corazón late como loco.
—Bien, creo que quedó demostrado que no soy un hombre tonto, preocupado por ver el resultado del fútbol ¿Por quién me tomas Dani? ¿Acaso no me conoces?— dice inclinándose a verme. Detallándome de una manera que me hace entre congelar e incendiarme toda la misma vez.
—Jamás dije eso...— me disculpo.
—Te olvidas que mi familia es muy estricta con la educación y tenemos que saber absolutamente de todo. Somos empresarios, sí… pero mi abuelo no deja de hablarme de filosofía, mi padre de historia y astronomía… mi tío Richard de literatura… y mi mamá… bueno, sabes que es brillante… como tú— señala muy confiado.
Sí, Dafne Maledetti es genial. Ojalá yo fuera como ella. Él se muerde el labio mientras yo me acomodo en la cama tomando mi cobija. De repente, se acerca, Romeo mi gato rojizo…. pero el muy vendido felino va a los brazos de Alex.
—Romeo… il mio piccolo amico... ti stai prendendo cura della mia principessa?— (Mi pequeño amigo, estás cuidando a mi princesa) dice y no entiendo nada, pero el gato le responde y se queda ahí en su regazo mientras él lo acaricia.