Mi destino era amarte

Capítulo 4: El dios del amor

Dana

Habían pasado ya varios años después de eso. Lo vi unas cuantas veces más. Se despidió para decirme que se iba a estudiar a Italia, y francamente venía cada tres o cuatro meses. Yo solía inventar alguna excusa para no ir a las reuniones, donde todo el mundo se alegraba de que Alex había vuelto a estar con nosotros, así sea por un par de semanas. 

Él buscaba hablarme, solía preguntarme por mi vida y qué estaba haciendo, intentaba saber de mí, a veces salíamos con él y las chicas, al cine o algún otro lugar donde él seguía llamando la atención como si fuese una pequeña celebridad.

Las chicas seguían amontonándose sobre él y yo intentaba no pensar ni preguntar sobre qué había estado haciendo él en Europa. 

En algún momento me comentó que se había reunido con tía Caro y tío Dominic y había entrenado con ellos. En general parecía ser el mismo de siempre, por supuesto cada vez más alto, más musculoso, y podía imaginar que tenía más tatuajes. Cada mes que pasaba era un Alex más hermoso, sexy y atrayente. 

Generalmente, se quedaba observándome con los ojos perdidos, buscando algún momento en el que yo estuviera sola para conversar conmigo. Parecía que tenía algo que decirme o una pregunta que hacerme, pero finalmente, nunca la hacía. 

Me solía escribir al celular y enviarme fotos de Europa, de los lugares a los que yo no había ido y yo suspiraba. Habíamos pasado de ser muy amigos a extraños. La idea me dolía, pero había que continuar con la vida. 

Llegó el momento en que yo me iba a graduar, había estado preparando con mucho esfuerzo una obra de teatro que sería mi presentación final, y mis padres habían movido todos los contactos para que fuera un crítico de teatro responsable de las admisiones en la universidad de arte en la que yo quería participar. Y si no fuera nada más por eso, pues había otras razones por la que la obra traía mucha atención. 

Mi padre había compuesto la música y la iba a tocar ahí mismo con su piano, el padre de Annie era un artista muy famoso, Baptiste Katz y se había dedicado a diseñar y pintar todo el escenario, y francamente era una obra de arte. 

Todas las amigas de mi mamá habían hecho publicidad y estábamos con entradas agotadas. Para una simple presentación estudiantil, así que imagínense que no era cualquier cosa. 

Annie era casi seguro que entrara en la escuela de medicina, su puesto estaba prácticamente asegurado desde hace años por sus excelentes notas.

Lori parecía convencida de seguir el patrón de su familia y dedicarse al mundo empresarial y ya su madre la estaba involucrando en la empresa Maledetti Group, probablemente iría a Italia también a estudiar. Alex seguí afuera lejos de mi vida. Yo lo extrañaba, pero no había mucho que pudiera ser

Yo seguía siento bastante nerd y extraña en general. Mi etapa de cisne no había llegado, no creo que llegara, y el teatro se había convertido en mi vida y yo me había esforzado tremendamente porque la obra fuera prácticamente perfecta. Había elegido una historia que mi madre siempre me contaba.

Hablaba sobre una historia de la mitología en donde Cupido, o también llamado Eros, dios del amor, hijo de Venus, se enamoraba de Psique, una mujer mortal, pero en versión moderna.

La historia me tenía encantada y le había dedicado tantas horas que ya creía que era casi parte de mí. Tenía la mejor música, escenario, unos compañeros de colegios, que eran unos actores decentes y yo creía que un buen guion, el que yo misma adapté. 

Estaba a dos días de mi gran presentación hablando con mis actores. Por supuesto que Psique iba a ser protagonizada por Lori, que se había esforzado bastante para el papel, y uno de los chicos del colegio que por supuesto estaba enamorado de mi amiga, y había querido participar, particularmente porque en esa escena había un beso, entre ellos. 

No estábamos seguros de que el beso iba a suceder, ya que Lori seguía con la creencia de que ella solamente iba a besar al amor de su vida, y, sin embargo... el beso tenía que suceder, era importante para la trama. Mi amiga parecía haber aceptado sacrificarse, realmente tenía las mejores amigas. Pero de repente me llegaba la peor noticia de todas. 

—Mauricio, Eros… no va a poder actuar— me decía Annie dándome la noticia como si fuera una tragedia. Y francamente lo era. 

—¿Qué? ¿Qué sucedió?— preguntaba yo. 

—Al parecer el muy tonto estaba jugando con su patineta y se cayó, tiene pierna y un brazo fracturados... evidentemente no hay forma de que se mejore de aquí a 48 horas— me decía ella. 

Yo me sentaba en la silla tapándome la boca a punto de llorar. Había conseguido absolutamente de todo, pero tenía que ser actuada por estudiantes, o al menos verse como si fueran jóvenes los que estaban ahí, si no sería poco creíble. Estaba acabada. No tenía a mi personaje principal ¿Qué iba a hacer?

—¿Y ahora...? ¿Qué voy a hacer?— preguntaba espantada.

Annie se agachaba para verme de frente y me impulsaba motivándome. Ella era una de esas personas que no se quedaba atrás ni se entregaba a las preocupaciones, era exactamente como su madre, de actuar rápido y de buscar soluciones ingeniosas. Me ayudaba organizando todo, era sumamente metódica y todo iba a la perfección. 

—Dani... encontraremos una solución ¿ok? Te lo prometo. Buscaremos en todas partes y encontraremos a alguien que pueda hacer la obra— 

—Annie... pero no queda casi tiempo cómo...— 

—Pues tiene que aparecer alguien que sea capaz de aprenderse todo de aquí a que comience... y si no, podemos posponerla...— 

—No no Annie... todo menos eso— 

Mis amigas y yo habíamos corrido por todas partes, pero no parecía muy positivo el pronóstico. Recuerdo haber llegado ese día completamente angustiada. No quería comer, no quería llorar, quería simplemente encontrar una solución a este desastre. 




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