-Como no pude darme cuenta antes- dice y puedo ver que sus ojos se han vuelto acuosos y que los poros de su nariz se hacen más anchos, vuelve a cubrir mis mejillas con sus manos observándome de tal manera que me hace sentir protegida. –No sabes cuan feliz estoy ahora. Yo… puedo… ¿puedo darte un beso?- sonrío y sin responder a su dulce pregunta rodeo su cuello con mis manos impulsándome hacia sus fríos labios que se vuelven cálidos después de unos segundos. –Prometo que moriré antes de hacerte daño, y te elegiré a ti ante cualquier persona porque no solo te quiero, te amo- me abraza fuertemente por unos cuantos minutos sin decir nada pero parece que el latir de nuestros corazones unidos es el que habla ahora, y con eso nos basta. Siento que el corazón se saldrá de mi pecho en cualquier instante y al parecer mis piernas se han vuelto débiles ante las miles de emociones que surgen en mí ahora; la nieve continua cayendo sobre nuestras cabezas y ropa, su nariz está totalmente roja y sus manos heladas.
-Perdóname por no haberte dicho mis sentimientos antes de saber que tú eras el chico de esa noche- sonríe y… su expresión cambia de repente ¿a una entre confusión y alegría?
-Quieres decir que… antes de saber la verdad ¿tu sentías algo por mí?- trago en seco al escucharle, mi respiración se acelera y siento que la respuesta implica algo más que una sonrisa; asiento con la cabeza y se acerca más sujetando mi cintura levantándome, mis pies dejan de tocar el suelo y ahora me encuentro bastante cerca de él, para ser exacta he llegado a su nivel ya que no tiene que bajar la mirada para verme, mis labios están bastante cerca de los suyos y su respiración se ha vuelto lenta. -¿Qué esperas para besarme? No puedo impulsarte hacia mí porque mis manos están ocupadas- dice en voz baja.
-Solo un momento más, démonos cuenta de que esto no es un sueño, y bueno, es divertido ver esa mirada dulce y frustrada- rio pero dejo de hacerlo en el momento en que me deja sobre la parte delantera del auto, su pone entre mis piernas colocándolas a sus costados, sujeta mis mejillas y besa una vez más mis labios con lentitud.
-Eres lo que siempre espere, aunque debo admitir que mucho mejor-.
No deja de obsérvame fijamente desde una distancia bastante cerca y eso hace sienta que me falta el aire.
-Y debo seguir llamándote presidente- niega con la cabeza fingiendo seriedad.
-No, puedes decirme cariño, mi cielo, mi príncipe…-.
-O Sean- expira con exageración y no dice nada más sobre ello.
-¿Cuándo te enteraste de todo?-.
-La verdad es que cuando te conocí yo creí que eras Alek puesto que el compromiso era tuyo y… O por Dios ¿terminaste por mi culpa?- pregunto dándome cuenta de que quizás esa chica ha pasado por lo que pasé hace mucho.
-Solo me di cuenta de que estaba haciendo todo lo contrario a lo que mis padres me habían enseñado y eso era pasar el resto de mi vida con la mujer que ame y esa persona no era Drizella, cuando le dije que no quería casarme comenzó a gritar que teníamos un contrato y debía cumplirlo puesto que ya había hecho planes con mi dinero, eso enfureció a mis padres pero mi abuela no quería rumores así que hizo un contrato con ella en el cual se aclaraba que si no encontraba a la chica correcta en un año entonces me casaría con ella, y Drizella aceptó puesto que sabía que me empeñaría en encontrar a la chica de esa noche y creyó que no lo lograría. Pero ahora te tengo aquí, junto a mí y puedo jurar que tengo miedo porque esto parece un sueño del que pronto despertare y volveré a una realidad en la que no crees lo que siento por ti, y tengo la impresión de que aún es así-.
Me aferro a su abrigo y levanto la mirada.
-En realidad así lo era pero después de ver la evidencia…- añado recordando cada fotografía de su oficina.
-¿Qué evidencia?- evito sonreír al recordar todo y simplemente me limito a mirarle, sus cejas se han juntado de más reflejando confusión total, cielos, ¿Cómo le digo que he entrado al lugar prohibido de la empresa?
Por unos segundos pienso en no decirle eso ya que no sé su cuál será su reacción.
-Lo que había en la oficina prohibida- aclara su garganta y perece sorprendido, sus mejillas se han tornado tan rojas como la nariz de Rodolfo, parece apenado ante la situación, quizás sea por el enorme cuadro en la pared. –Lo siento, sé que no debí hacerlo pero…-.
-¿En qué momento entraste?- baja la mirada unos segundos y después vuelve a la mía –Estabas ahí cuando fui con Alek ¿no es cierto? Por eso es que preguntaba tanto-.
-Lo siento y…-.
-No, no lo sientas ya que al parecer por eso es que me has contado la verdad, y tus sentimientos… creo que debo agradecerle a mi tonto hermano por haber hecho esto-.
-Lo sé, también yo-.
-Entonces también escuchaste cuando dijo que debería escribir un libro sobre nosotros- asiento con la cabeza con una sonrisa –Y ya tengo el nombre correcto-.
-¿Enserio? Y ¿Cuál es?- desliza su mano por mi mejilla para después colocarla detrás de mi cabeza entre mi cabello.