Mi Diablo favorito

Capítulo I

Cuando me casé con él firmé una sentencia.

Una que me haría la mujer más poderosa y respetada, una dónde harían lo que yo diga porque era la dueña de la casa y su esposa.

Me removí en la cama ante ese sonido molesto, me quejé y luego volvió a sonar, me senté luego de apagar el despertador con algo de mal humor. Me levanté y busqué una toalla para ir por un baño, era como cada mañana, mí esposo era el primero en levantar y no hablarme cuando lo hacía.

Bufé.

Cuando terminé el baño salí para ponerme mis prendas cómodas. Me maquillé un poco y dejé que mi pelo se secara así nomás. Bajé a la sala, una sirvienta me hizo una reverencia.

—El desayuno está lista señora.

Asentí pasando al comedor, una vida de ricos, y no cualquier vida.

Esta era una peligrosa, obtienes todo
lo que querías pero también podías perder lo que amabas.

Simplemente me arriesgué, lo hice porque no podía imaginar una vida sin mi esposo, una vida donde solo era yo sola.

Borré mis pensamientos, él estaba conmigo, me amaba y yo a él. Sus ojos solo observaban a mí y a nadie más. Quería joder a las mujeres imbéciles que se querían con mí esposo.

—Buenos días.

Apareció por la puerta luciendo una camiseta negra y unos pantalones cómodos que se amoldaba a sus piernas.

—Buenos días, ¿Por qué no me hablaste?

Sus ojos negros me observaron con calma mientras se sentaba y tomaba una tostada para darle un mordisco, miré sus labios seductores y relami los míos.

—Porque estabas durmiendo.

—Eso lo sé, pero al menos pudiste decirme; "amor, despierta."

Dejó la tostada y me miró.

—Tenía una urgencia esta mañana, los cargamento que mandé a San Bernardo se detuvo en un sitio del barrio.

—¿Y?

Me miró mal y sonreí.

—Que me robaron la mitad del maldito cargamento Stella.

Habló duro tomando el jugo y suspiré, me levanté sentándome en sus piernas y rodee su hombro.

Besé su mejilla hasta su cuello y él gruñó.

—No empieces.

—No lo hago, investiga quien robó ese cargamento y mátalo.

Sus ojos negros chocaron con los míos y le di un beso suave.

—Voy a buscarlo y voy a acabarlo.

Asentí de buena gana y continuamos desayunando.

Ya pasado el mediodía miré a Joana, una de mis amigas con su bebé de tan solo un mes de nacido, era demasiado pequeño y bonito.

—Es una ternura, míralo Stella.

—Lo veo Joana... ¿Cómo lo hiciste?— pregunté y ella solo me miró atenta.
—Bueno le dije a mi esposo que me follara y...

—No me refiero a eso, si no que, como aguantaste el dolor de parto.

—Ay amiga, fue un infierno con las contracciones y dolores, yo de mi parte quise golpear a la partera que me atendió, casi hizo caer a mí bebé.

La miré sorprendida y negué incapaz de creer. Joder, Joana era capas de matar a cualquiera que tocara lo que ella quería.
—¿Y qué hiciste?.

Pregunté tomando la tasa de té y sobé mi muslo esperando respuestas.

—Nada, en ese momento el dolor me estaba matando pero mí amorcito la amenazó con matarla si algo le pasaba al niño. Dime, ¿Cuándo tendrás un bebé?

Silencio, no me esperaba esa pregunta, a veces sentía que Alex no quería bebés pero luego recordaba el mundo en el que vivíamos y no queríamos exponer un bebé inocente y frágil a vivir una vida donde existía las armas, las drogas y la muerte.

—Estamos esperando un poco más.

Mentí.

—Oh, quieren seguir disfrutando.

—Realmente queremos uno pero no es el momento.

Ella entendió y agradecí porque no quería hablar del tema.

—Necesito el baño... Carga a Eliot por favor.

—Pero...

Lo dejó en mis brazos y fue casi corriendo, miré al bebé que dormía, tenía unas pequeñas en sus mejillas, una nariz muy bonita y cabello negro.

Levanté la mirada cuando alguien se situó a mi lado y lo encontré allí observándome con ojos brillosos, se inclinó a mi y me dió varios besos en los labios.

—Te verías tan caliente siendo madre.

—Entonces dame un bebé.

El suspiró y negó, puchero y volví a ver al bebé.

Tal vez no era el momento y debía entender, Alex estaba con su problema del cargamento que le robaron y yo estaba aquí pensando en un bebé cuando no era lo adecuado. Debía ayudar a mí esposo con las cuentas y saber cuánto habían perdido. Apreté que también cuatro de sus hombres salieron heridos y dos murieron. Este era el caso, robaron algo que no les convenía y ahora mi hombre estaba cabreado por más que a mí me hablara dulce y tierno.

Si, Alex Miller era el hombre más rico, narcotraficante más temido, el hombre más deseado y el más respetado.

Su cabello negro estaba desordenado, y eso era porque se estresaba demasiado y me preocupaba.

Cuando me casé con él supe que nunca lo iba a poner cambiar, pero aún así me cuestioné muchas cosas, está era su vida, él vivía a bases de venganza y tratos...

Lo acepté, acepté cada parte de su bipolaridad y su actitud que a veces era una mierda con los demás... Aún así lo amo con todo mi corazón.

El bebé se removió, lo mecí con calma y sentí la mano de mi esposo en mi muslo.

—Mirame...—Lo observé—Prometo darte un bebé cuando toda esta mierda acabe, nos iremos de viaje y gastaremos todo el dinero que desees.

—¿En serio?— él asintió, no me importaba el dinero, me importaba tener un momento de paz con él, hacer el amor, ir a comer frente a la playa sin que nos molesten y sacarnos fotos sin lucir preocupados...

Quería esa vida para los dos.

—Muy enserio mi pequeña...

Tomó mi mejilla y me besó solo como él sabía hacerlo... Gemi en sus labios y enredé mis dedos en su cabello, lo sentí morderme y se separó dejándome aturdida.

El mejor beso... Bueno, siempre me daba buenos besos.

—Voy a salir, arreglaré un par de asuntos afuera, pórtate bien o voy a castigarte.

Asentí aunque Alex sabía muy bien que yo nunca me portaba bien.



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En el texto hay: mafia, romance, erótica pasión

Editado: 21.05.2025

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