Me desperté de golpe ante el disparo, eran las seis de la mañana, Alex se levantó y abrió el cajón sacando un arma, estaba sin camisa pero corrió a la ventana y maldijo.
—Alex...
Susurré.
—Quedate en la cama Stella.
Cuando decía mi nombre algo no iba bien...Me acomodé la ropa y me levanté tomando el arma que estaba bajo la cama.
—No voy a quedarme quieta.
Lo escuché gruñir y miré por la ventana, del auto gris bajó un rubio con un saco negro y se tambaleó cayéndose de rodillas al dar un paso.
Suspiré y lo miré, se frotaba la frente como estresado.
—Es tu hermano... ¿Acaso volvió a beber?—pregunté, pero solamente pasó por mi lado y tomó una camiseta para salir de la habitación y luego bajar.
Lo seguí de inmediato, tampoco quería que lo regañara.
La puerta de la entrada se abrió, Sebastián venía ayudando al rubio, lo dejó en el sillón y nos observó.
—Hermano... Que agradable verte.—Su voz era pastosa y pesada, sus ojos marrones me observaron de pies a cabeza y se relamio los labios.—No me canso de decir que Stella es una hermosura de mujer, agradezco a todos los cielos que te hayas casado con ella y no con la puta de Raquel.
—¿Cuántas botellas Bastian?—la voz de mi esposo era fría y molesta, claro, a nadie le gustaba que interrumpieran su día de descanso y justo venía el menor a presentarse ebrio y tal vez drogado a casa.
—Dos, y de las fuertes.
—¿Qué más?—pregunté, me preocupaba por él, era mi cuñado favorito, necesitaba cuidarlo también, pero a veces era tan difícil hacerlo.
A veces me cuestionaba que era lo que le pasaba, lloraba o bien se ocultaba bajo sus adicciones. No me gustaba para nada este Bastian que se mostraba débil.
—Un poco de heroína también.
Respondió y se acomodó en el sillón.
—Mezclar alcohol y droga a veces no resulta algo bonito Bastian.—Me acerqué y mi esposo me miró con una advertencia que ignore. Me agaché y tomé las manos de mi joven cuñado, solo tenía dieciocho años, no quería que se destruyera tan temprano.—Mirame, habla conmigo, soy tu amiga, tu familia.
Él me observó, ví sus ojos rojos y no sabía si había llorado, era el alcohol o el efecto de la droga...Acaricié su mejilla y él se recargó en mi tacto.
Miré a Alex y asintió, fue a la cocina y me quedé solo con Bastian aunque Sebastián quedara en una esquina junto a la ventana observando algún movimiento.
—Cuentame qué hiciste...
Acarició mi mano que estaba en su rodilla y suspiró.
—Fui a beber.
Respondió simple acariciando el anillo en mi dedo, era uno plateado con pequeños diamantes blancos, el que me regaló para mi cumpleaños.
—Eso lo sé...¿Por qué lo hiciste?
Pregunté, quería saber porque lo había echo así, salir bien y venir así todo borracho y decaído.
—La ví con otro tipo, ella sabía que estaba enamorado Stella.—Habló y apreté su mano.—Ella sabía que yo estaba tapado en putos billetes, sabía de mi mundo. Me abrí ante ella como un jodido estúpido, me gustaba demasiado cuando le regalaba algo y ella me daba un beso. Pero es una hija de puta.
—Bastian.
—Solo estaba interesada en mi jodido dinero, en lo que le daba y podría dar más adelante. ¿Sabes qué me dolió más?
Lo miré para que continuara, una lágrima caía por su mejilla pero no la limpió, se deslizó hasta su mentón y fui yo quien limpió esa lágrima llena de tristeza y odio.
—Que le dijera al tipo con el que estaba que yo era un enfermo drogadicto sin salida a una vida normal.
Apreté mis labios... Esa perra, la conocía. Era una maldita universitaria, llena de lujos porque sí, ella provenía de una familia adinerada pero para mí era una más del montón de gente podrida sin amabilidad y escrúpulos.
Y yo iba a joderla.
—No eres lo que ella dijo, eres un buen chico lleno de carisma y diversión. Mírame a los ojos Bastian y grabalo en tu cabeza. La chica indicada llegara tarde o temprano y ¿sabes que pasará cuando ella llegue?
—No, no lo sé.
Respondió pasando la mano por su nariz.
—Vas a estar bien. Vas a progresar, a ponerte lindo, dejarás de drogarte, vas a casarte y vas a darme un maldito sobrino.
El río divertido negando.
—Entonces ya quiero que llegue esa chica especial para mi.
—No te apures o te tocará una perra como esa Josefina.
—Es Julia.
—Joder que espanto de nombre. Ahora irás a bañarte y a la cama, mira esas ojeras, estás feo justo ahora.
Lo ayudé a levantarse y miré a Sebastián quien entendió con una mirada lo que tenía que hacer.
—Gracias Stella, realmente eres una de las mejores mujeres que conocí, y solo espero que nunca nos dejes.
Sonreí y besé su mejilla.
—Nunca, ahora ve... descansa.
Asintió y dejó que Seba lo acompañara. Miré a la puerta de la cocina y Alex estaba ahí mirándome con ojos brillosos y sentí el calor en el pecho ante ese gesto, me esperaba con una tasa de té y una clara invitación a sus brazos.
Lo hice, rodee su cintura y él hundió sus dedos en mi cabello.
—Agradezco no casarme con Raquel.
Reí por sus palabras y me separé dándole un beso en su mentón.
—Soy la mujer indicada mi amor.
Le guiñe un ojo y me tendió el té, lo tomé y di un trago, justo como me gustaba.
—Ven conmigo.
Tomó mi mano y salimos al patio... Se sentó y me puse sobre sus piernas dándole la espalda. Me recargue en su pecho y sus manos acariciaron bajo la camisa mi vientre plano, mordí mi labio, sabía lo que él quería y yo también deseaba con fuerza un mini Alex en nuestra vida. Dejé la tasa en la mesa y me acomodé mejor, besó al costado de mi cabeza y gruñó.
—¿Qué pasa?
Pregunté acariciando su mano la cual entrelazó con la mía.
—Solo me preocupo por Bastian, es un chico joven y siento que estoy echando todo a perder con su vida.
Lo miré.
—No es tu culpa.
—Lo es Stella. Desde que tomé posición en este mundo, él se dispuso a seguirme y ayudarme... Quiero sacarlo de este lugar antes que le pase algo.