Cuatro años atrás
San Diego era conocido por las playas y su clima algo cálido. Una hermoso vista y un buen lugar tranquilo para estar sin preocupaciones.
—Toma esto.
Lo miré su voz era tan caliente, lo observé con ojos brillosos y me sonrió guiñandome un ojo, mis pies raspaban la arena y el agua llegaba a mis tobillos.
—Gracias por el jugo...
—No es nada...El imbécil de la tiendita me preguntó si eras mi hermana.—lo observé mientras tomaba del jugo y repase su cuerpo con mi mirada.
—¿Qué le dijiste?
—Que eres mi mujer. Solo mía y no me gusta compartir con idiotas.
Reí tomando su mano y me frené mirando el sol ocultarse, me rodeó el cuerpo de atrás y besó mi cabeza en cariño.
—¿En qué piensas?—preguntó algo bajo.
—En cómo hiciste para llegar a todo esto...
Suspiró.
—Se trata de valor e inteligencia nena. Además de tener el coraje para enfrentarte a muchos peligros.
Asentí y cerré mis ojos.
—Tu madre me odia, parece querer más a esa estirada de Raquel.
—Tal vez mi madre la quiera a ella, pero yo siempre voy a elegirte a ti. De eso no tengas dudas.
__
La puerta de entrada se abrió justo cuando entré a la sala. Ahí venía mi esposo quitando su saco. Amaba verlo con traje, era una de mis debilidades de mujer.
—¿Cómo te fue?
Pregunté, caminó a la mesa donde estaba la botella de licor y lo sirvió en un vaso para beberlo de golpe.
—¿No vas a responderme? ¿Aplicando ley de hielo a tu esposa?
Ante esas preguntas me observó con seriedad.
—Mi esposa me regaña ante mis muchachos dejándome con una ira inmensa y quieres que te responda en como mierda me fue.
Eleve una ceja cruzando mis brazos.
—Al menos dijiste esposa y no me llamaste por mi nombre. Sabes que no puedo quedarme de brazos cruzados cuando uno de los chicos corre peligro o está herido, ambos son jóvenes, están entre los veinte y veinticinco años.
—¿Debería importarme? Eran unos delincuentes antes de que entraran a mí bando. No debías acostumbrarte a las personas porque tarde o temprano se terminan yendo de este mundo.
—Estás siendo un cretino sin sentimientos.
Rió y eso me hizo enojar.
—Solo tengo sentimientos cuando mí esposa abre la boca para soltar palabrotas o bien para hacer trabajos húmedos.
Me acerqué y le di una bofetada.
—Odio que me hables de esa manera. Sabes cuánto detesto que expongas esas palabras al aire cuando está tu gente.
Sobó su mejilla y luego me tomó del cuello acercándome a él.
—Y a mi gusta porque eres mí esposa y ninguno de esos bastardos va a tocarte. Parece que se te olvida tu lugar de vez en cuando mi amor.
Habló sobre mis labios y relami los míos.
—Pero no deberías decirlo tan alto...
—Lo digo como me gusta y porque es nuestra puta casa. Y sé que no odias cuando te hablo de manera sucia, es más, te calienta y me necesitas para calmar ese deseo que te recorre entre las piernas.
—Alex..
—Si... Me gusta cuando dices mi nombre cuando estás excitada, enojada y feliz.
Sonreí y gemi cuando apretó otro poco mi cuello y me besó...
Sus labios danzando brusco contra los mios, lo molestaba cuando lo regañaba y dejaba con la palabra en la boca. Pero a veces Alex merecía que lo pusieran en su lugar y esa sería yo, no permitiría que otro le levantara la voz y mucho menos lo toque.
—Stella, no me dejan entrar a la piscina... ¡Upps! Perdón.
Miré a mi prima en un bikini sexy de color rojo, miré a mi esposo que la miró de pies a cabeza y luego a mi.
—¿Y ella quién es?
Me soltó y acaricié mi cuello, mi prima no disimuló en mirarlo y tal vez devorar a mi esposo con la mirada.
—Es mi prima, viene de vacaciones por el momento.
—¿Y no había un hotel a dónde ir?—preguntó algo brusco.
—La invité a qué viniera a casa, además me siento sola cuando no estás.
Me miró a los ojos y acarició mi mejilla hasta mi labio inferior.
—Okey, pero mantenla lejos de mí, de mí oficina y de las cosas que son tuyas. Parece ser una mano larga y eso me enferma.
—Amor..
Dije avergonzada porque mi prima escuchó lo que dijo. Me dió otro beso y se alejó, y ahí me percaté la sangre en su pantalón y sus manos que estaban lavadas mal.
—¿Ese es el famoso Alex con el que te casaste?
Asentí y rasqué mi cuello.
-Si, él es mi esposo.
—Tu cuello está rojo, ¿Segura que no te maltrata?
La miré seria, negué y bufé.
—Alex nunca me levantó la mano y si discutimos el siempre viene a mi a arreglar el asunto o yo voy a él. Lo solucionamos hablando, no a los golpes.
Bueno, aunque hace minutos atrás lo abofetee. Pero tenía mi excusa, habló sucio y estaba uno de sus hombres parado al lado de la entrada, odiaba cuando hablaba así porque luego los comentarios que hacían bajo mi nombre no eran nada bonitos y Alex no sabía eso. Tal vez si le explicaba ya no querría a nadie dentro de la casa controlando cuando alguna situación salía fuera de control. Pero también no quería que matara a cualquiera que dijera mi nombre con alguna perversión acompañada.
Solo recordé cuando me presentó ante todos, sus palabras y su porte firme junto a la amenaza..
___
—Ella es Stella Miller, mi esposa, será la nueva mujer de la casa a la cual deben brindar el respeto y servir como se debe. Nada de Stella o señorita Miller. Es Señora para ustedes. Porque es mía y si alguno de ustedes pedazos de mierdas se sobrepasan con ella déjenme decirles que hay muchas bolsas de basura que esperan ocupar partes de sus cuerpos. Si pasa algo pregúntele a mi mujer cuando no esté y ella lo resolverá, es una chica inteligente y amable.
—¿Y si es algo que tiene que ver con usted señor Alex?—preguntó uno de sus hombres.
—Ella los escuchará y me informará luego. Están advertidos todos. No me hagan matarlos.