Hace dos años, cuando me casé con Alex, tenía entendido que también sufriría consecuencias, pero mi esposo me protegió diciendo que jamás alguien me pondría la mano encima. Que debía saber manejar un cuartel de gente asesina, unas personas que eran frías en sentimientos y que no les importaba matar a personas, tanto inocentes como traicioneros. Bastian me llamaba mucho la atención, en cómo fumaba su cigarrillo y se ocultaba en las bebidas alcohólicas...
—Bastian...
Me observó y tiró el cigarro que ya había acabado.
—¿Qué pasa? —se apoyó en el auto y me observó.
—No vas a tocar la ropa así.
Señalé. El aroma a nicotina era insoportable; lo percibía en Alex cuando llegaba de hacer su trabajo, y la verdad, yo odiaba ese olor.
—¿Así cómo? —se miró, pasando las manos por su camisa negra.
—Con las manos llenas de humo. La ropa de Yaroslav es delicada y él es un niño.
—Qué pesada te pones como madre. Además, ¿cuándo se supone que es el cumpleaños del niño?
Pensé. No tenía idea de cuándo era su cumpleaños, pero sabía el año en el cual había nacido. Alex había puesto a investigar a Sebastián para saber exactamente las cosas sobre Yaro.
—No lo sé, pero Sebastián está en eso.
Asintió. Caminamos por la tienda y miré a Bastian observar unas prendas también.
—Debo confesar que vi a Julia de nuevo. Me pidió perdón y le dije que no. Ya no quiero ser un juego. Estuvo muy mal lo que hizo en interesarse por mi dinero, y juro que quería matarla en ese momento y...
—Fuiste muy fuerte en decidir eso... Gracias por contarme también. Apuesto a que vendrá otra mejor. Ya dije que quiero un sobrino.
Soltó una carcajada y sonreí, sobando su hombro.
—¿Ya tienes el vestido para ir a la boda de Sara? —preguntó, mirando la talla de la ropa y la tiró al canasto como si nada.
Lo miré mal y bufé ante este gesto de su parte.
—Lo tengo, pero tu hermano no quiere ir... Me hace pensar que ella era su amante.
—No lo es. La verdad es que... mira, Stella, te diré algo: el prometido de Sara es un tipo algo mandón. A veces quiere liderar partes de las calles de Alex y eso no es agradable cuando son ambos cuarteles diferentes...
Asentí mientras me hablaba bajo.
—Pero se llevan bien. Ya verás que, cuando te vea en el vestido que escogiste en secreto, querrá ir. Porque es un maldito cuida culos.
Chasquee la lengua. Solo quería que él me acompañara. Mi presencia llamaría la atención y me pondría en una situación de aprietos, pero si mi esposo iba conmigo, las cosas no serían tan incómodas... Ese era mi pensar, pero a pesar de todo quería calma y no arruinar la boda de la pareja.
—Me gusta este. Espero que, cuando te embaraces, tengas una linda niña. Yo seré el padrino, así que nada de dárselos a otros idiotas.
—No empecemos tan temprano con eso... Por cierto, ¿qué pasó con ese día?
Se tensó, miró unos pantalones cómodos y tiró dos en el canasto de nuevo.
—Bastian... Puedes hablarlo conmigo.
—No quiero ahora, por favor.
No pregunté más. Dejé que se pusiera a ver más prendas para el niño, y yo tomé por otro lugar para ver ropa de encaje. Elegí dos camisones muy bonitos, rojo y negro. Sabía que esos colores ponían en situaciones muy calientes a mi hombre y solo sonreí por el hecho de que me vería hoy en uno de estos.
—Muy sedoso —susurré para mí misma.
Mi celular sonó. Lo tomé cuando un número desconocido deslumbró en la pantalla. Lo atendí y lo llevé a mi oreja. El respirar de alguien al otro lado de la línea me hizo erizar la piel, luego una risa un poco ronca.
—¿Quién es? —hablé firme, apretando la tela en mis manos.
Miré a los costados; una mujer estaba viendo unas bragas, pero nada sospechosa.
—Seré breve en esta llamada, mi amor.
Sentí la sequedad en mi boca. Estaba sonando agitado y algo gruñón.
—¿Quién mierda eres y qué quieres? —hablé bajo para no llamar la atención. Le sonreí a una señora que me miró raro.
—No te diré quién soy, pero créeme que estoy tan cerca de ti... Aparte de que quiero verte en esos lindos camisones que tienes en las manos... Apuesto a que tus tetas y ese redondo culo se verán tan tentativos.
Sentí el miedo recorrerme de pies a cabeza. Dejé los camisones en su lugar; la idea de usarlos me dio náuseas. Busqué con la mirada de dónde provenía esta llamada, pero no encontré nada... Comencé a caminar y choqué con un tipo algo alto y corpulento. Me miró de pies a cabeza y susurró un "disculpe, señorita".
—¿Estás buscándome, mi amor?
Su burla resonó y solo quería saber quién era. La idea de que Lorenzo consiguiera mi número me aterró. Aparte de que nunca lo vi en persona, me era más espeluznante aún.
—Voy a informar de esto a mi...
—A tu esposo, lo sé. Dile, mi amor. Apuesto a que se pondrá como loco por saber quién soy.
—Lorenzo.
—Definitivamente me duele que pienses que soy él, pero no soy tan estúpido. Te agradecería que no me compares con inexpertos en este momento.
Contuve la respiración. Era otro tipo, uno del cual estaba desinformada.
—¿Qué quieres? —necesitaba retenerlo, buscar a Bastian y que él escuche su voz, que pusiera en alerta a los demás.
—Muchas cosas. Sobre todo a ti. Quitar del medio a tu patético esposo y a ti joderte como realmente te mereces por ser tan hija de puta. Y justo ahora puedo ir por ti, joderte con muchas cosas y luego divertirme si se puede.
Se estaba enojando.
—Vete a la mierda.
Y corté. Me apuré rápido. Al llegar a Bastian, este estaba mirando algunas medias de colores y, al verme, se preocupó.
—Estás pálida, ¿qué pasó?
—¿Podemos irnos? Creo que es todo para Yaro. Apuesto a que el color azul y verde le van a gustar.
Asintió, no convencido, y nos retiramos a pagar. Miré a todos lados. Estaba alerta ante cualquier movimiento, sabiendo que mi cuñado tenía su arma bajo su chaqueta. Nos fuimos al auto. Bastian recibió un mensaje, lo leyó con calma y luego me miró.