Mi Diario Antes De Decir AdiÓs

Octubre-2022

Tu ausencia me afectó como una tormenta sin aviso.
Lloré como nunca antes había llorado.
No por una herida física,
sino por un vacío que tenía tu nombre exacto.

Dejé de comer.
Dejé de hablar.
Solo quería encontrarte de nuevo,
como si eso fuera suficiente para respirar otra vez.

Pero nadie veía cómo me sentía.
O peor:
tal vez sí lo veían…
pero no sabían cómo mirar a alguien que se derrumba desde adentro.

Me pregunté si alguna vez fui amada.
O si tal vez, simplemente no supe ver cuando lo era.
Me cuestioné si lo bueno no era para mí,
si el destino me había hecho promesas que nunca pensó cumplir.

El silencio se volvió mi sombra.
Y por primera vez en mi vida…
decidí no callar más.

Quise darlo todo por lo nuestro,
por ese amor que no había muerto,
sino que flotaba aún en el aire,
esperando que alguien lo reclamara.

Pero más que por ti,
quise darlo todo por mí.

Por la persona que un día quise ser,
no por obligación,
sino por decisión.
Por amor a mí misma.
Por respeto a lo que sentí.

Ya no podía callar.
Ya no quería fingir que estaba bien,
cuando por dentro me partía en pedazos.

Decidí hablar.
Decidí llorar.
Decidí sanar.
Porque a veces perder a alguien…
es la única forma de no volver a perdernos a nosotros mismos.

Después de tanto silencio,
mi voz salió como un suspiro que se cansó de ahogarse.
No gritó.
No culpó.
Solo dijo: “Estoy aquí. Y también importo.”

Ese fue el momento en que dejé de buscarme en otros,
y empecé a encontrarme en lo que quedaba de mí.
Y aunque estaba hecha de pedazos,
al menos eran mis pedazos.

Ya no podía seguir esperando que alguien viniera a salvarme.
Entendí que el amor no debe doler más de lo que abraza.
Que no se trata de olvidarte,
sino de recordar que yo también merezco quedarme conmigo.

Quise volver a ser.
No por él.
No por lo que fuimos.
Sino por la promesa que alguna vez me hice de ser feliz,
aunque me faltara una parte del alma.

Me levanté sin estar lista.
Me sequé las lágrimas sin tener fuerzas.
Y caminé, aunque todavía recordaba su voz.

Porque sanar no es olvidar.
Es entender que lo que me dolió también me construyó.
Que lo que me rompió, también me reveló.

Y así, volví a mí.
No del todo.
No perfecta.
Pero libre.
Y esa fue la primera vez que me sentí mía,
aún con el corazón temblando.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.