¿Cuánto estas dispuesto a pagar por cumplir tu sueño?

Seguimos hablando un poco más por teléfono, hasta que Renata me invito a caminar, primero me negué. Pero luego de su sermón, ya no pude insistir con la negativa. Me cambie y salí. Acordamos encontrarnos en una plaza, que me gustaba demasiado.

Renata: _ Hola mi cielo, acércate que te quiero abrazar. A veces no está mal pedir ayuda tonta.

Ámbar: _ Es que no me gusta depender de los demás para mi mantener mi bienestar emocional.

Renata: _ Por más que te niegues una y mil veces, no voy a aceptar un no por respuesta. Mi trabajo como amiga es levantarte, cuando no lo podes hacer sola.

Ámbar: _ Lo sé, creo que me estas mal acostumbrando igual.

Renata: _ Puede ser, no me voy a cansar de mimarte. Vamos a tomar una cerveza, yo invito.

Ámbar: _ Esta bien, esa idea me gusta más.

Caminamos hasta un Bar, nos sentamos y pedimos la cerveza, no me pude contener, me levante de la silla y la abrace como si no hubiera un mañana.

Renata: _ Mi vida, siempre la tenes complicada a la cosa.

Ámbar: _ Quizás me la complico sola.

Renata: _ A veces sí, pero otras veces no.

Ámbar: _ ¿Por qué no vino el Rubio?

Renata: _ De vez en cuando es bueno que nos juntemos solas, no tiene por qué andar metiendo las narices donde no le incumbe. Además necesitábamos una juntada como esta.

Ámbar: _ Creo que fuiste muy brusca, solo quiere ayudar. Pero si te soy sincera a mí también me hacía falta una tarde así.

Renata: _ Lo sé. Te comento que si queres seguir viajando contas conmigo.

Ámbar: _ ¿Pero no estas con él? Lo vas a dejar.

Renata: _ No lo sé, la pasó bien y es buena persona, pero no quiero quedarme solo con esto, necesito vivir. Recién ahora puedo darme cuenta de que hay muchas cosas increíbles por experimentar.

Ámbar: _ Es verdad, pero… ¿no pensas en que lo podes herir?

Renata: _ Lo hago y si realmente se enamora, le va a doler por un tiempo. Pero tampoco es el fin del mundo. Seguro lo supera, además no puedo dejar que recorras el mundo sin mí. En este viaje aprendimos muchas cosas nuevas y crecimos un montón.

Ámbar: _ Creo que ya no somos las mismas personas que dejaron nuestro hogar.

Renata: _ Estas en lo cierto, los lugares nuevos enseñan demasiado.

Ámbar: _ Pero realmente no sé si quiero partir ¿Cómo explicarlo? Una parte de mi así lo quiere y la otra detesta la idea.

Renata: _ ¿Vas a dejar tu sueño por una mina?

Ámbar: _ No, pero me gustaría esperar un poco más.

Renata: _ Yo no tengo apuro, vos dirás cuando partir.

Ámbar: _ Lo voy a pensar.

Renata: _ ¿Y si partimos a dónde iríamos?

Ámbar: _ No lo sé ¿Algún lugar que quieras visitar?

Renata: _ Me gustaría conocer España.

Ámbar: _ A mí también, el temas es… que no sé cómo vamos a hacer.

Renata: _ Si realmente queres seguir viajando podes vender el departamento, recorda que está a tu nombre.

Ámbar: _ No puedo hacer eso.

Renata: _ Al fin y al cabo lo compre para que pudieras vivir. Ahora sos dueña de hacer lo que quieras con él, es tuyo. Por mi parte todavía tengo plata para gastar.

Ámbar: _ Una vez que me siento cómoda en algún lugar me cuesta partir.

Renata: _ Lo sé, pero es un precio a pagar por cumplir tu sueño, además no te haría mal ser más desprendida, de las cosas y de las personas.

Ámbar: _ Quizás tengas razón. Igual creo que ya estamos divagando…

Renata: _ No lo estamos haciendo, además no es necesario que decidas ahora. Pero esta bueno que hablemos del tema. Y quizás Malen pueda ir con nosotras, podemos invitarla ¿No te parece?

Ámbar: _ No tengo problema en hacerle esa oferta, pero siempre y cuando tome primero la decisión y esta sea irrevocable.

Renata: _ Me parece perfecto.

Callo la noche y seguimos conversando, cosas triviales, nada con demasiada importancia. Pero dentro de mi cabeza se generaba un nuevo conflicto ¿Qué hago? ¿Me quedo? ¿Me voy?