Mi Doble Primo

Capítulo 1: Cuándo nos conocimos (784)

Había salido con mis amigos del colegio a comer, teníamos una tarea grupal, la excusa perfecta para poder salir juntos, aunque no pudiéramos divertirnos tanto.

Éramos tres, mi mejor amigo Matías, Carolina y yo. Teníamos que realizar un proyecto sobre seguridad sexual y nos dividimos en grupos para realizar encuestas sobre el tema.

Comimos en un restaurante elegante, de comida fina… Okey, miento, solo fuimos a una hamburguesería que estaba en una calle un poco oculta cerca del colegio. Aprovechamos para cambiarnos, pues no pensábamos ir con el uniforme del colegio.

Aunque a decir verdad, agradezco que mi amiga Carolina me haya obligado a vestirme de la manera que ella quiso, así no tuve que escoger yo… Y pude dar una buena impresión.

Aunque Matías se quejo de que nos tardamos demasiado, lo apoyé, si fuera por Carolina nos la hubiéramos pasado todo el mes preparándonos.

Me había hecho ponerme una falda que me llegaba pocos dedos por arriba de las rodillas y una blusa delgada. Ambas que tenían el color celeste, pues según ella ese color era el que mejor me quedaba por mi cabello.

A mi me daba un poco igual. Lo que no me gustaba es que siempre que salía con ella me obligaba a usar tacones, por suerte estos nunca pasaban de cinco centímetros, pues sabía que yo no podía caminar con tacones más altos.

Caminamos hasta la plaza central, casi dos kilómetros, mis pies me mataban cuándo llegamos, por lo cuál no dude en sentarme a descansar en una de las bancas de la plaza.

Nos tomamos un rato para descansar antes de empezar a molestar a todos los que habían venido a pasear en la plaza. Viejitos que jugaban ajedrez en mesas de ajedrez ubicadas en las tres calles que rodeaban la plaza. No eran cuatro porque donde esta debería estar, la acera estaba ampliada para conectarla con el Templo, también molestamos a quiénes salían de este.

La verdad todos nos veían de manera molesta, supongo que preguntarles cosas como: “¿Cuántas veces tienes relaciones sexuales al mes?” ó “¿Cuántas veces a abortado?”; explica porqué nos querían ignorar.

Tras horas encuestando, con muchas fotocopias para que la gente las llenara, nos sentamos a descansar.

—Matías, puedes ir a comprarnos unos helados por favor. —pidió Carolina.

—También tienen pies…

—Vamos, la próxima nos tocará a alguna de nosotras —le añadió con un tono de ruego.

—Bien, lo haré —él se alejó hacia la heladería que había cruzando la esquina del lado opuesto de la plaza, ya sabía cuáles eran nuestros gustos preferidos.

—¡Al fin! —exclamó Carolina.

—¿Al fin qué? —pregunté.

—Al fin puedo hablarte sin que el moleste.

—Oye, él no…

—Alguien te ha estado espiando la última hora —me dijo bajando su tono de voz—. Estaba atrás del árbol cerca del semáforo, atrás de nosotros.

—¿Qué? Estás loca. —Le respondí volteando para confirmar que solo me jugaba una broma, pero ella me impidió completar el giro.

—No seas tan obvia.

—Hay al menos otras cien personas acá, no necesariamente me observa a mi —le respondí.

—Claro que te mira a ti.

—No es así y te lo probaré —me levante y la jale hacia el árbol indicado.

Había una chica aproximadamente de mi misma altura. Su cabello era color Cobrizo, un tono poco común, sus ojos color Avellana me hipnotizaron por unos instantes. Era una sensación rara, como si esos ojos ya los hubiera visto. Su vestimenta era de tonos oscuros.

—¿Tú estabas espiando a mi amiga verdad? —preguntó Carolina sin dudarlo, seguro notó mi leve sonrojo.

—Si lo estaba haciendo. —esa linda chica, ¿realmente me había estado espiando?

—Te paso su número si quieres, así podrás hablarle sin tener miedo a mirarla a los ojos.

Volteé a ver a Carolina, ¿por qué ofrecía mi número a una desconocida?

—No tengo miedo de verla a los ojos, solo no sabía cómo acercarme —respondió la chica—. Agradecería tener tu número —me sonrió mientras sacaba su teléfono para que Carolina le dictara mi número.

—¿Te conozco de alguna parte? —pregunté mientras Carolina empezaba a dictar.

—Nos hemos visto, pero fue hace mucho —me respondió—. Dudo que puedas recordarme.

—No eres tan mayor.

—Aún así soy año y medio mayor que tú. —expresó con una seguridad que me hizo sentir incomoda.

—¿Y te llamas…? —ella no respondió por un momento, fue como si no supiera si debía responder.

—Me llamo Estela —respondió, miró su celular una última vez—. Rayos, ya es tarde, hasta otra chicas nos vemos, saludo y se fue corriendo.

—Parece que ya tienes una nueva conquista —insinuó Carolina, yo negué.

—Es una chica, yo no soy…

—Corrección, tú no sabes si eres —me respondió.




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