Mi Dolor De Cabeza [dolor #1]

Capítulo XXVIII

Este capítulo va dedicado especialmente a:

Devy

 

Dylan ayer se despidió de mí, me dijo que hoy hablaría con sus abuelos para explicarle lo que sucedió con sus padres. Todo lo que resto de noche no pude dormir, no pude dejar de pensar en cómo los labios de Dylan se movían sobre los míos, como su lengua empujaba la mía, como sus manos a apretaba contra su cuerpo.

Me miro en el espejo, la amplia sonrisa que se dibuja en mi rostro denota toda la felicidad que ahora siento. No quiero que esta felicidad acabe.

Me arreglo un poco el uniforme y sin más salgo de la habitación, sigo sonriendo como si estuviera caminando en las nubes.

Ya me perdí.

Cuando entro a la cocina me quedo paralizada. Toda la familia está sentada en el amplio comedor de la mansión. El señor Adolfo está sentado en la silla principal del comedor, la señora a su lado, Diego frente a su abuela, pero cuando mis ojos se encuentran con el negro de los ojos de Dylan mi ritmo cardiaco se descontrola.

Dylan al verme se coloca de pie, una sonrisa tan tonta como la mía se mira en su perfecto rostro —Hola —me saluda. La sudadera que lleva hace que se vea más sexy de lo que ya es.

Sacudo un poco mi cabeza, haciendo que mi negro cabello se mueva —Hola —mis ojos por un momento solo miran a Dylan, pero al darme cuenta de esto viajo mi mirada por el comedor —. Buenos días a todos.

—Buenos días —todos responde al mismo tiempo.

Diego coloca sus manos en el comedor, clavando sus ojos en los de su hermano.

—Dylan, necesito salir —le recuerda.

Dylan sigue mirándome, sus pasos comienzan a aproximarse a mí y ya siento que el corazón me llegara a la garganta.

Al llegar a mi altura entrelaza nuestras manos. Quiero soltarme, pero él me sujeta con mucha fuerza. Puedo sentir su perfume.

—Necesito que hagas esto conmigo —susurra. Al escuchar esto la tensión que siento desaparece.

¿Quiere hablarle a sus abuelos de mí?

Trago saliva, pero asiento con mi cabeza —está bien.

Me sonríe, sosteniendo mi mano suavemente, guiándome hasta el comedor. Al llegar hala hacia atrás la silla que está a la par de donde estaba sentado él, para que yo pueda sentarme. Le doy una última mirada y me siento.

Escucho una silenciosa risilla salir de los labios de Diego. Lo miro y él me guiña un ojo.

El señor Adolfo arregla es saco de su traje y aclara su garganta.

— ¿Qué fue lo que sucedió, Dylan? —cuestiona en su voz puedo notar su preocupación.

Siento la mano de Dylan apretar la mía —Mis padres ayer me desheredaron —suelta, con sus ojos clavados en los de su abuelo.

Esta vez Diego se ríe sonoramente —ya somos dos.

Dylan posa su mirada en Diego, frunciendo se cejo — ¿También te desheredaron? —pregunta.

Diego niega con su cabeza —no me lo han dicho, pero no me interesa recibir ningún tipo de herencia —sentencia, sus ojos se oscurecen. Sé que de los hermanos es Diego el que más siente rencor por sus padres o el que más lo demuestra.

— ¿Por qué ellos han tomado esa decisión? —inquiere la señora Beatriz, rodando sus ojos azules hasta Dylan.

Los ojos de Dylan también la miran a ella —por qué no aceptan a la persona de la que me he enamorado —por un momento sus ojos caen sobre los míos —. Me he enamorado de Anais —confiesa.

Por un momento solo hay silencio en la mesa. Por mi parte me quedo sin respiración ante tal confesión. Dylan les ha dicho a sus abuelos que está enamorado de mí sin titubear. No soy capaz de levanta mi mirada para ver el rostro de los que han sido mis jefes por tantos años, esas mismas personas que no dudaron en ayudarme cuando toque a su puerta.

—Has hecho lo correcto —la voz del señor habla, rompiendo el incómodo silencio. Mis ojos con cautela suben, hasta mirar su expresión. Sé ve feliz —. Te felicito, Dylan —una sonrisa de felicidad pura se estira en sus labios.

—Elegiste a la mejor chica para enamorarte —interviene la señora. Sus ojos se posan en mí —. Gracias, Anais —me da una mirada de agradecimiento.

Niego con mi cabeza —yo…yo no he hecho nada.

—Claro que has hecho —comenta Dylan viviéndose hacia mí —, has hecho que vea la vida de otra manera y eso lo es todo para mí.

Puedo sentir el rubor en mis mejillas al escuchar las firmes palabras de Dylan.

—Nosotros te apoyaremos, Dylan —agrega el señor Adolfo, mirando con amor a su nieto, pero rápidamente sus ojos aterrizan en Diego —. Los ayudaremos a los dos.

Las cejas de Diego se elevan y aunque quiera ocultarlo se nota su felicidad, en sus ojos puedo verlo.

— ¿En lo que sea? —pregunta.

Su abuelo asiente —en lo que sea.

Carmen llega al comedor, en sus manos lleva los platos con los respectivos desayunos de la señora y el señor.

—Yo debo… —me a levanta de la silla para ayudar a Carmen, pero Dylan no me lo permite —tengo que trabajar —lo miro un poco mal para que me suelte.




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