Mi Dolor De Cabeza [dolor #1]

Capítulo XXX

Este capítulo va dedicado especialmente a:

Rads

 

Narrado por Dylan Peterson:

 
Hay momentos de nuestras vidas que no planeamos, que suceden de manera espontánea pero terminan siendo lo mejores momento. Este es uno de esos momentos. Ver a mis padres demostrando todo lo que ellos sienten es el momento de mi vida más mágico. 

Mi padre desliza su mano hasta atrapar la de mi madre. 

—Somos una familia  —sus ojos viajan de mi madre a mí  —, y debemos mejorar, juntos. 

Mi madre limpia los restos de lágrimas que quedan en su rostro. 

—Debemos hacerlo —agrega. —Necesito hablar con Damián —pone en marcha sus pasos para salir de la oficina de mi padre. 

Lamo mis labios —Hablare con Diego —informo. 
Mi madre detiene sus pasos en seco, girando su rostro con lentitud hacia mí. 

—So…solo no lo hagas sufrir. Mañana iré a verlo  —tartamudea. Sin decir nada más desaparece de nuestras vistas. 

Me quedo un momento pensando en cómo no hacer sufrir a mi hermano menor, es imposible que no le afecte todo lo que le diré. Siento que alguien toma mi mano, cuando giro mi rostro me encuentro con esos ojos que me hacen sentir tan bien, ese verde que se ha convertido en mi color favorito.

Anais me sonríe de lado —todo va a estar bien —me tranquiliza. Esto es lo que necesito el resto de mi vida, ver sus ojos, su sonrisa y escuchar su suave voz. 

Le sonrió y asiento con mi cabeza. 

La presencia de mi padre hace que levante mi mirada hasta mirar sus ojos. Poco a poco una sonrisa se dibuja en sus labios. 

—Tienen mi aprobación —sus ojos se deslizan hasta Anais —. Gracias por hacer que mi hijo sea feliz —comenta con su mirada cavada en Anais. 

Anais se ríe en silencio —él mismo aprendió a hacerlo. 

Mi padre mueve levemente su cabeza —bienvenida a la familia —arregla un poco el saco de su traje vuelve a mirarme —. Voy con tu madre, si necesitas ayuda con Diego me llamas —se acerca a mí, dándome un corto abrazo. 

Mi cuerpo se tensa al sentir sus manos palmear mi espalda.Me lanza una última mirada para salir de su oficina. 

Tengo que sacudir mi cabeza para volver a mi realidad. Creo que ha sido el primer abrazo que recibo por parte de mi padre. 

Aprieto mis dedos con los de Anais —debo ir a hablar con Diego—hablo. 

Ella asiente con su cabeza, apretado más el agarre de nuestras manos. 

—Sí, vamos. 

Juntos salimos de la oficina de mi padre, la chica de la recepción se despide de Anais muy amorosamente, hasta un abrazo le da. Por mi parte solo me despido de ella con un leve movimiento de cabeza, pero ella parece no importarle mi indiferencia porque me sonríe de oreja a oreja. 

Mientras estamos en el ascensor no puedo dejar de pensar en la gran verdad que le contaré a Diego, sé que al saber que Damián no es hijo biológico de mi padre le afectará bastante. Diego es un chico que toda su vida ha querido tener una familia un poco “normal” pero ahora ha guardado mucho rencor en su interior y esta noticia solo hará que su odio sea más fuerte. 

Lamo mis labios, mordiendo un poco mi labio inferior. 

— ¿Crees que debo decirle la verdad a Diego? —cuestiono, ladeando mi cabeza por encima de mi hombro para mirar los hermosos ojos de Anais. 

Ella analiza mi pregunta por un momento, sus labios de un tono levemente rosa sobresalen de forma graciosa. Siempre hace esta mueca cuando está pensando. Sé ve tan hermosa. 

—Yo creo que si desean comenzar  a hacer una familia mejor deben empezar por confiar uno al otro —hace una pausa —y las mentiras no son parte de este proceso. 

Aprieto mis labios, pero ella tiene razón. Quiero tenerla siempre a mi lado, ella es la que me hace ver las cosas lo más real posible. 

Le sonrió de lado —gracias. 

Las puertas del ascensor se abren, salimos de este. 

—Además Diego es un chico muy dulce —agrega. 

No puedo evitar esconder mi seriedad al escuchar estas palabras. Los celos se apoderan de mi cuerpo, aunque solo sea un comentario no me gusta. Cuando golpee a Diego fue por eso, por celos, no soporte ver que se adentrara a la mansión con Anais, en mi mente comenzaron a crearse distintas escenas y eso me enloqueció.

Dejo escapar todo el aire de mis pulmones — ¿Diego te agrada?   

—Sí, es agradable. 

Frunzo mi cejo, haciendo que mis cejas bajen — ¿Agradable? —inquiero, sin detener mis pasos. 

—Sí.   

Poco a poco siento como la rabia se apodera de mi cuerpo, aclaro mi garganta para intentar relajar mi duro gesto. 

—Adiós, joven Dylan —Samuel se despide de mí cuando pasamos a la par de la recepción principal de la empresa. Sus ojos viajan hasta Anais —Adiós, señorita. 

Anais levanta su mirada hasta la de él, sonriéndole ampliamente. 




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