Este capítulo va dedicado especialmente a:
Litzy Garcia
Me río en silencio, levantando mi rostro para visualizar los penetrantes ojos negros de Dylan.
—Entonces ya aceptas que eres un celopata —comento sin poder borrar de mis labios esa genuina sonrisa que tengo cuando estoy cerca de Dylan.
El brillo de sus ojos me hace feliz, sé que ahora no volveré a ver esa obscuridad que antes solían tener.
—El terminó ‘colopatía’ es muy exagerado para mí —me sonríe de lado, sin apartar sus manos de mi cintura —, pero definitivamente tú has hecho que ese sentimiento llamado ‘celos’ naciera en mí —acepta. Sus labios se deslizan hasta mi frente donde deposita un dulce beso.
Cierro mis ojos, sintiendo el amor con el que me ha besado. Siempre he pensado que un beso en la frente es amor puro. Es como las madres besan a sus hijos al dejarlos en sus colegios o como un padre besa a su hija cuando sabe que está creciendo y algún momento se irá de casa para comenzar a ser independiente.
La alegría no cabe en mi pecho cuando abro mis ojos, sintiendo a Dylan tan cerca de mí.
Pero al timbrar mi teléfono tengo que romper con nuestra cercanía, tengo que apartarme del cuerpo de Dylan para contestar. Por la mueca que hace a él tampoco le agrada la idea de romper con nuestro cálido abrazo.
Muerdo mi labio inferior para evitar que una carcajada se escape de mis labios. Busco en el bolsillo de mi uniforme mi teléfono. Cuando veo el contacto que me llama me emociono, es Rachel. Dylan al ver la maravilla de mi rostro intenta mirar el contacto que me llama, pero yo lo aparto. Me gusta verlo molesto. Me giro en mis talones para contestar.
— ¡Hola! —grito emocionada.
Siento los pasos de Dylan encaminarse hasta estar frente a mí, su cejo está muy fruncido.
—Anis, te he extrañado tanto —responde la voz de Rachel del otro lado del teléfono.
—Yo también te he extrañado.
Al escuchar esto Dylan se cruza de brazos, pero en su mirada noto que solo está actuando.
Rachel resopla — ¿Te parece salir mañana? —me pregunta.
Asiento con mi cabeza —claro que me gustaría salir mañana —mis ojos miran a Dylan con diversión, pero los ojos de Dylan comienzan a tornarse más obscuros —, Rachel —ese nombre lo digo con énfasis para calmar la bestia que se está comenzando a apoderar del chico que tengo delante de mí.
Al escuchar es nombre de mi amiga la mirada de Dylan se suaviza y sus brazos bajan. Me sonríe, encaminándose a mí.
—Podemos ir a almorzar —propone Rachel.
Dylan se inclina a mi oído.
—Luego que termines con la llamada puedes ir a cambiarte para ir a conocer a las personitas que has mencionado —susurra con voz encantadora —. Estaré esperando por ti.
Siento que mi garganta se seca al escuchar susurrar esas últimas palabras en mi oído. Dylan se da cuenta que ha hecho que me sonroje así que sonríe victorioso y sin decir nada más desaparece de la cocina para que yo pueda hablar con mi amiga en plena tranquilidad.
—Oye, Anais, ¿Estás ahí? —cuestiona Rachel al no recibir repuesta por mi parte de su propuesta.
Sacudo mi cabeza, escuchando la ronca voz de Dylan una y otra vez en mi cabeza.
—Eh... ¿Qué fue lo que dijiste? —pregunto, confundida.
Escucho un ruido de fastidio, sé que ahora mi amiga está poniendo sus ojos en blanco.
— ¿Qué si te gustaría que mañana fuéramos a almorzar?
Asiento con mi cabeza de forma exagerada. Deseo ver a Rachel, tenemos mucho que no hablamos, hay chismes por contar.
—Sí, claro que sí.
— ¡Genial! Entonces mañana paso por tí —comenta.
—Te espero, bebé.
Hay un breve silencio, pero rápidamente este se desvanece.
—Nos vemos mañana, te quiero.
—Está bien y yo te quiero mucho más. Adiós —respondo.
Nuestra llamada finaliza. Sin pensar en nada me dirijo a mi habitación para ducharme, vestirme y estar lista para llevar a Dylan a conoces a mis pequeños niño. Estoy ansiosa ver la expresión de Dylan al conocer a Eduardo e Ignacio.
Cuando salgo de la habitación me aproximo a toda prisa a la sala de la casa, esperando encontrarme allí a Dylan y efectivamente él se encuentra en la sala, pero no está solo. La madre de Dylan al verme se coloca de pie, mis piernas detienen sus movimientos al sentir sus pesados ojos azules clavados en mí.
Como siempre el atuendo con el que la señora va vestida es impecable. Un hermoso vestido por encima de las rodillas, un abrigo completamente diseñado con cuero y unos finos tacones con puntas como un afilado cuchillo y distintos accesorios muy brillantes. Su cabello cae por sus hombros muy bien peinado y su suave maquillaje a la perfección. Es una mujer muy sofisticada.
Dylan que está sentado frente a ella también se coloca de pie, sus ojos ruedan hasta los míos, algo me dice que pasará algo muy raro.