Mi Dolor De Cabeza [dolor #1]

Capítulo XXXII

Este capítulo va dedicado especialmente a:

Leonila Chujandama

 

Narrado por Dylan Peterson:

Siento a Anais entre mis manos, siento sus lágrimas caer en mi camiseta, pero lo que más siento es su dolor, su sufrimiento y su amarga tristeza.

Mi garganta arde, es como si un grueso alambre de púas se haya incrustado en ella. Me duele el alma tanto como sé que le duele a ella.

Aprieto más mi agarre alrededor de su cuerpo, deseando poder unir cada uno de sus pedazos.

—No...no llores —susurro, hundiendo mi rostro en su cuello. Aspiro su suave olor.

¿Pero cómo le pido que no lloré cuando ha vivido con eso toda su jodida vida?

Ella coloca una de su mano en mi pecho, lo golpea un par de veces.

—Yo... —solloza —yo no quería hacerlo...

Está llorando, llorando tan fuerte que ruidosos sollozos escapan de su boca.

Siento las lágrimas bajar por mis mejillas. Ya no puedo seguir soportándolo.

—Lo sé, cariño —mi voz se quiebra —. Nada de eso fue tu culpa.

Siento que algo dentro de mí se derrumba, al tiempo que imagino todo el dolor que ha tenido que soportar Anais. Es algo que no cualquier persona puede sobrellevar y ella, ella ha sido fuerte, demasiado fuerte. Mi cuerpo comienza a sentir rabia por todo lo que ha pasado, solo imaginarme que alguien la ha tocado, mientras ella se negaba hace que la furia se haga presente.

Aparto mi rostro de su cuello, mis manos viajan hasta su rostro. La obligo a mirarme a los ojos, sus ojos están tan empapados de lágrimas y rojos que solo hacen que sienta más rabia.

— ¿Quién lo hizo? —cuestiono con voz ronca.

Ella niega con su cabeza he intenta dejar de mirarme pero yo lo permito.

—Dylan...suéltame —de sus ojos siguen cayendo lágrimas.

No hago caso a su exigencia —Dime quien te hizo esto porqué yo mismo lo mato —sentencio. Cuando veo la angustia reflejarse en sus ojos entiendo que mi mirada se ve aterradora.

—Me estás lastimando, Dylan.

Al escuchar eso suelto su rostro de golpe, siento que recibí una descarga eléctrica al escucharla decir que la lastimaba. Retrocedo un par de pasos, intento calmar la impotencia que siento.

Paso una mano por mi rostro —Anais, yo...yo.

—Quiero que te vaya ahora mismo —ordena, limpiando con las palmas de sus manos las lágrimas de su rostro.

—Oye... —camino hacia ella.

— ¡Dylan, quiero estar sola! —grita.

Escucharla tan rota hace que detenga mis pasos en seco. Comprendo que ella no quiere que nadie la vea tan afectada, ella desea que me vaya para llorar a solas, tal y como lo ha hecho todo estos años.

Sacudo mi cabeza, pero finalmente me giro, tomo mi chaqueta y sin decir nada más pongo en marcha mis pasos a la puerta de la habitación. Cuando estoy a punto de salir de la habitación abro la boca para decir que lo siento, pero al instante aprieto mis labios. Un lo siento no servirá de nada.

Salgo de la habitación aun con la rabia por todo mi cuerpo, apuño mis manos deseando poder haber protegido a Anais, haber estado allí para protegerla. Pero es tarde para eso.

Mi teléfono vibra en el bolsillo de mi jeans, lo saco y respondo la llamada sin si quiera ver el contacto que me llama.

Presiono con fuerza el teléfono en mí oído —Aló

Escucho una risita del otro lado —Dylan —la voz de Derek habla.

Resoplo — ¿Qué quieres? —pregunto.

—Necesito que vengas a mi casa. Quiero mostrarte algo.

Muevo mi cabeza, algunos mechones de cabello caen en mi frente —no creo que...

—Te espero, Dylan. Adiós —me interrumpe y cuelga la llamada.

Por un momento pienso en no ir, pero al instante pienso que Derek puede estar en problemas así que sin pensar en nada más busco las llaves de mi auto y salgo de la mansión para ir a la casa de mi mejor amigo. Derek siempre ha sido un amigo de verdad, ha estado conmigo en los mejores y peores momentos.

A los pocos minutos estaciono mi auto en el amplio estacionamiento de la mansión Müller, en el estacionamiento hay al menos diez autos de distintos modelos, todos muy modernos. Cierro la puerta del auto de un portazo y comienzo a encaminarme a las gigantescas puertas de la mansión de los padres de Derek. Mientras más me acerco a la mansión escucho una música. Al llegar frete a la puerta presiono el timbre, pasa un rato y nadie abre la puerta. Vuelvo a intentarlo, está vez la mujer de servicio abre la puerta, la música se agudiza, invadiendo mi sistema auditivo.

—Buenas noches, joven Dylan —la mujer de ojos café me saludo en voz alta.

Le sonrió —Buenas noches, Juliá.

Ella abre las puertas de par en par —pase, por favor. El joven Derek lo espera —explica.

Entro a la casa, hay mucha gente ya en la casa. Es una fiesta, para venir a una fiesta me ha llamado Derek. Es un imbécil.

La señora Juliá camina delante de mí, para guiarme hasta donde se encuentra Derek. Todo a mí alrededor es un caos, muchos de los que se encuentran en la sala de la mansión están completamente ebrios. Una chica se tropieza con mi pecho, sus ojos azules viajan por todo mi cuerpo mientras muerde su labio inferior que va maquillado con un labial muy rojo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.